Cómo hacer feliz y santa tu familia con los valores del Evangelio (III)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

www.vidahumana.org

 

Este artículo fue publicado en el boletín electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional, el

10 de noviembre de 2023

Vol. 07.

No. 43.

 

Y también en vidahumana.org en Temas/Matrimonio y familia.

 

 

En el artículo anterior sobre este tema abordamos la cuestión San José, modelo del cabeza de familia.

 

En este artículo y en los que le seguirán vamos a continuar el tema de la familia citando los números más importantes sobre la misma que se encuentran en el Catecismo: 1652-1658, 2197-2233. Donde sea conveniente aportaremos comentarios y reproduciremos los textos bíblicos a los cuales el Catecismo se refiere pero que no cita directamente.

 

Estamos convencidos de que es importante que los adultos católicos conozcan el Catecismo, sobre todo en cuanto a un asunto tan importante como la familia. Recordemos que para poder defender la vida con eficacia también hay que defender la familia, la cual se funda en el matrimonio verdadero entre un hombre y una mujer, estable, duradero y abierto a la vida, que los hijos necesitan.

 

Si el Catecismo les parece muy largo y denso, recomiendo el Compendio del Catecismo, el cual es mucho más corto y fácil de entender. ¡Pero todos los católicos adultos tienen el grave deber de conocer la doctrina de la Iglesia!

 

 

El don de Dios de la fecundidad

 

1652 “Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación”:

 

«Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: “No es bueno que el hombre esté solo (Génesis 2:18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer” (Mateo 19:4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: “Creced y multiplicaos” (Génesis 1:28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más».

 

Comentario: Observemos cómo la última frase indica que por medio de la procreación no solo se forma y aumenta la familia humana, sino también la misma Iglesia. Por medio del Bautismo esos nuevos hijos se convierten también en nuevos hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

 

1653 La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida.

 

Comentario: El concepto que la Iglesia tiene de la procreación no se limita al aspecto biológico de engendrar nuevas vidas, sino que también incluye su dimensión espiritual: el grave deber que tienen los padres de educar a sus hijos, sobre todo en lo referente a la fe y la moral.

 

1654 Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

 

Comentario: La Iglesia nunca se olvida de aquellos esposos que, sin culpa de ellos, no han podido tener hijos. Recordemos que el Sacramento del Matrimonio conserva toda su validez aunque no haya hijos, por el hecho de que su gracia específica es hacer presente el amor conyugal de Cristo por su Iglesia (ve Efesios 5:21-33). La Iglesia condena el uso de técnicas reproductivas que no respetan la vida (como la fecundación in vitro) y que no respetan el acto conyugal (como la fertilización artificial). Pero sí anima a los esposos sin hijos a considerar la adopción o a recurrir a técnicas que no son inmorales, como la Naprotecnología que ha desarrollado el Dr. Thomas Hilgers, de Omaha, Nebraska, EEUU.

 

 

La familia como Iglesia doméstica

 

1655 Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la “familia de Dios”. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, “con toda su casa”, habían llegado a ser creyentes (ver Hechos 18:8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase “toda su casa” (ver Hechos 16:31 y 11:14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.

 

Comentario: Para ser breves nos limitamos a comentar el texto de Hechos 16:31. Este fragmento se refiere al carcelero de Pablo y Silas. Al ver la manera milagrosa por medio de la cual estos evangelizadores fueron liberados, el carcelero se convirtió y quiso que también toda su familia se convirtiera y bautizara. Tenemos que pensar que en esa familia había hijos menores de edad quienes también recibieron el Bautismo. Esto echa por tierra la idea equivocada de que el Bautismo debe ser postergado hasta la edad en la cual la persona ya tiene uso de razón y puede decidir por sí misma si recibir este sacramento o no. El Bautismo de niños enfatiza el hecho de que la gracia justificante de Dios es totalmente inmerecida, es un don gratuito de Él.

 

1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso la Iglesia llama a la familia, con una antigua expresión, Iglesia doméstica. En el seno de la familia, “los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada”.

 

Comentario: Es una verdadera tragedia y un grave error el hecho de que no pocos padres se oponen a que sus hijos o hijas sean sacerdotes o monjas. Egoístamente piensan que se van a quedar sin nietos, cuando deberían dar gracias a Dios de que un hijo o hija es llamado a la vida consagrada, enriqueciendo así a la Iglesia, la cual les ha favorecido con el Sacramento del Matrimonio. Después de todo esos padres cuyos hijos se hagan sacerdotes o monjas, a través de su labor en la Iglesia, van a conseguirles más nietos espirituales que de ninguna otra manera.

 

1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, “en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras”. El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y “escuela del más rico humanismo”. Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.

 

Comentario 1: El “sacerdocio bautismal” se refiere al sacerdocio común de los fieles. Cuando somos bautizados, entre otros dones, Dios nos constituye como parte de una Iglesia sacerdotal. La Iglesia en su conjunto es una comunidad sacerdotal, en el sentido de que toda ella hace presente a Cristo ante el mundo e invita al mundo a convertirse a Cristo. 2 Pedro 2:9 dice: “Pero ustedes son linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo elegido”. El sacerdocio bautismal se distingue del sacerdocio ministerial de los sacerdotes no en grado, sino en esencia. El sacerdocio ministerial proviene del Sacramento del Orden, que solo reciben aquellos hombres que Dios ha elegido para actuar en la persona de Cristo Cabeza de la Iglesia; mientras que el resto de nosotros actuamos en persona de Cristo Cuerpo de la Iglesia. Aunque la Cabeza y el Cuerpo están orgánicamente unidos formando el Cristo Total, es evidente de que hay una diferencia esencial entre Cristo, que es la Cabeza de la Iglesia, y su Cuerpo que somos todos nosotros los católicos.

 

Comentario 2: El “humanismo” al cual se refiere este número del Catecismo debe ser distinguido del humanismo secularista. Este último es un falso humanismo que pretende construir un mundo más “humano” sin Dios o incluso en contra de Él. Pero cuando el hombre se separa de Dios se separa de sí mismo, pierde el sentido de su existencia e, incluso, de su propia identidad como persona humana. Ya no se comprende a sí mismo en toda su verdad. En consecuencia, el mundo que construye es un mundo en contra del hombre mismo. Mientras que el humanismo que tiene su origen, sentido y destino en Dios adquiere su plenitud humana y tiene muchas y mejores posibilidades de construir un mundo más humano.

 

1658 Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, “iglesias domésticas” y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. «Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están “fatigados y agobiados” (Mateo 11:28)».

 

 

La familia según el Cuarto Mandamiento

«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Éxodo 20:12).

«[Jesús] vivía sujeto a ellos» (Lucas 2:51).

El Señor Jesús recordó también la fuerza de este “mandamiento de Dios” (Marcos 7:8-13). El apóstol enseña: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra» (Efesios 6:1-3; ver Deuteronomio 5:16).

2197 El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla de la Ley de Dios. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.

2198 Este precepto se expresa de forma positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Anuncia los mandamientos siguientes que contienen un respeto particular de la vida, del matrimonio, de los bienes terrenos, de la palabra. Constituye uno de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia.

2199 El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.

Este mandamiento implica y sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.

2200 El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Éxodo 20:12 y Deuteronomio 5:16). La observancia de este mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas.

Comentario: Estas dos últimas afirmaciones son muy realistas. La sociología ha demostrado que los hijos de familias moralmente desintegradas tiene más probabilidad de no terminar sus estudios, más dificultades en obtener un empleo o de mantenerlo, más probabilidad de caer en una sexualidad desordenada, de infectarse con enfermedades de transmisión sexual, de ser víctimas del aborto, de usar drogas o abusar del alcohol, de caer en el pandillismo y de terminar muertos o en la cárcel. Mientras que los hijos que nacen y son educados en familias intactas tienen más probabilidad de evitar todos los problemas apenas mencionados y de convertirse en ciudadanos íntegros y productivos, tanto material como espiritualmente.

Continuará.

 

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