El aborto causa daños psiquiátricos a las mujeres
Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Vida Humana Internacional.
Publicado originalmente en inglés el 15 de septiembre del 2025 en: https://www.hli.org/2025/09/new-research-links-abortion-causing-psychiatric-harm-to-women/
Introducción
Hace unos días, un equipo de investigadores canadienses publicó un estudio extraordinario en The Journal of Psychiatric Research, un estudio que podría transformar el debate sobre el aborto.
A partir de los historiales médicos de más de 1.2 millones de embarazos en Quebec entre 2006 y 2022, el estudio monitoreó la salud mental de las mujeres durante un período de hasta 17 años. Sus hallazgos fueron contundentes: las mujeres que se habían sometido a abortos tenían una probabilidad mucho mayor de ser hospitalizadas por trastornos de salud mental, intentos de suicidio y consumo de sustancias prohibidas.
El estudio reveló que los riesgos eran especialmente pronunciados entre las mujeres menores de 25 años y eran más agudos durante los primeros cinco años. Sin embargo, descubrieron que los elevados riesgos para la salud mental persistían hasta diecisiete años después del aborto.
En resumen:
Las tasas de hospitalización fueron elevadas para todos los tipos de trastornos mentales después del aborto. En comparación con otros embarazos, las pacientes con abortos tuvieron tasas de hospitalización más altas para cualquier trastorno mental (104.0 vs. 42.0 por 10,000 personas-año), trastornos psiquiátricos (85.1 vs. 37.1 por 10,000 personas-año), trastornos por consumo de sustancias (56.7 vs. 15.0 por 10,000 personas-año) e intentos de suicidio (14.7 vs. 4.4 por 10,000 personas-año). El aborto estuvo vinculado al riesgo a largo plazo de hospitalización por trastornos psiquiátricos, trastornos por consumo de sustancias e intentos de suicidio en modelos ajustados por edad, comorbilidad, enfermedad mental preexistente, privación material, residencia rural y período de tiempo. El aborto se asoció más fuertemente con trastornos de la alimentación, trastornos por consumo de alucinógenos y trastornos por consumo de cocaína.
Al presentar su estudio, los autores señalan que los estudios de alta calidad sobre los riesgos del aborto son escasos. “Los estudios poblacionales a gran escala con seguimiento a largo plazo son escasos, pero necesarios para comprender las necesidades de salud mental de las mujeres después de un aborto”, escribieron, añadiendo que los pocos estudios existentes no suelen examinar los riesgos más allá de los tres años. Dados los millones de mujeres que se han sometido a abortos, cabría pensar que estudiar los riesgos de este procedimiento sería una prioridad absoluta para los científicos. Sin embargo, como ocurre con tantos otros temas sagrados para la izquierda progresista, existe una profunda falta de curiosidad sobre lo que podrían resultar verdades incómodas. El nuevo estudio, publicado en una de las principales revistas de psiquiatría, supone un paso significativo para subsanar esta deficiencia. El estudio destaca por la gran cantidad de datos utilizados y el tiempo que duró el seguimiento de la salud mental de las mujeres. Esto lo convierte en uno de los estudios más rigurosos jamás publicados sobre este tema.
El aborto como una herida moral y psicológica
Para la Iglesia Católica, estos hallazgos no son sorprendentes. Mucho antes de que la psiquiatría pudiera registrar estadísticamente estos resultados, la Iglesia, arraigada tanto en la fe como en la razón, hablaba del aborto no solo como la privación de una vida inocente, sino también como una profunda herida para la propia mujer. En su histórica encíclica Evangelium vitae, el Papa San Juan Pablo II llamó la atención sobre el caos y la fealdad del aborto, a la vez que destacó el profundo y negativo impacto que tiene en las madres. “El feto está totalmente confiado a la protección y el cuidado de la mujer que lo lleva en el vientre materno”, escribió el Santo Padre. “Sin embargo, a veces es precisamente la madre quien toma la decisión y pide la eliminación del niño, y quien luego procede a realizarla” (Evangelium Vitae, Nro. 58). Sin embargo, agregó, es necesario tomar en cuenta las enormes presiones a las que puede estar sometida la futura madre que opta por el aborto: presiones que en muchos casos dejan a la mujer sintiéndose entre la espada y la pared, sin ningún lugar a donde ir en busca de alivio.
La advertencia profética de San Juan Pablo II
“Es cierto que la decisión de abortar es a menudo trágica y dolorosa para la madre, ya que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por motivos puramente egoístas o de conveniencia”, señaló el Papa San Juan Pablo II, “sino por el deseo de proteger ciertos valores importantes como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se teme que el niño que va a nacer viva en condiciones tales que sería mejor que el nacimiento no se produjera” (Evangelium, Vitae, Nro. 58). “Sin embargo”, añadió con firmeza el Papa San Juan Pablo II, “estas y otras razones similares, por graves y trágicas que sean, nunca pueden justificar el asesinato deliberado de un ser humano inocente” (Evangelium Vitae, Nro. 58).
El Santo Padre continúa argumentando extensamente que el aborto implica y perjudica a todos los involucrados: al niño, sí, pero también a la madre, al padre, a los médicos que utilizan su formación curativa para matar, y a la sociedad en general, que sufre las repercusiones morales de la institucionalización del asesinato como componente clave de su funcionamiento.
Y, sin embargo, de manera muy especial, afecta a la madre. Las razones son innumerables. Pero es de vital importancia lo que el Papa San Juan Pablo II señaló anteriormente: que el niño no nacido depende completamente del cuerpo de la madre para su salud y seguridad. En muchos sentidos, la maternidad está profundamente arraigada en la constitución genética y fisiológica de la mujer, e incluso si elige el aborto, su cuerpo sabe, en cierto modo, que lo que está haciendo es contrario a su naturaleza.
No es de extrañar que las mujeres se sientan tan a menudo tan profundamente violadas después del aborto. Y no es de extrañar que, como revela este nuevo estudio, el trauma parezca penetrar profundamente en la psique de la madre y perseguirla durante años, incluso décadas, después del suceso.
Esperanza y sanación a través de la Iglesia
Cuando el Papa San Pablo VI publicó la Humanae Vitae en 1968, fue ampliamente ridiculizado por sugerir que una cultura que separa el sexo de la responsabilidad no liberaría a las mujeres, sino que las perjudicaría. Predijo que la anticoncepción y el aborto conducirían a familias desintegradas, a una sexualidad mercantilizada y a una pérdida de respeto hacia las propias mujeres (Humanae Vitae Nro. 19).
Hoy, más de medio siglo después, podemos ver que sus advertencias fueron proféticas. El estudio de Quebec es una confirmación más: cuando el embarazo se trata como un mal llamado “problema” a resolver, las propias mujeres se convierten en daños colaterales. En lugar de liberarlas, el aborto las enreda en nuevas cadenas: cadenas de culpa, trauma psicológico y, a menudo, secretismo.
La Iglesia Católica nunca se ha pronunciado en contra del aborto por hostilidad hacia las mujeres, sino precisamente por amor a ellas. La enseñanza del Papa San Pablo VI no fue un rechazo a la libertad humana, sino una defensa de la verdad de que el amor y la vida no pueden separarse sin dañarlos a ambos.
El Papa Francisco a menudo se refirió a la Iglesia como un “hospital de campaña después de la batalla”. En un hospital así, la primera tarea es curar las heridas, no preguntar cómo se infligieron.
En una conmovedora sección de Evangelium Vitae, el Papa San Juan Pablo II ofreció su profunda compasión a las mujeres que se han sometido a abortos y las llamó al arrepentimiento, al perdón y a la sanación. “Ahora quisiera dirigir unas palabras especiales a las mujeres que han abortado”, comienza el Santo Padre en el número 99 del documento.
La Iglesia es consciente de los numerosos factores que pudieron haber influido en su decisión, y no duda de que, en muchos casos, fue una decisión dolorosa e incluso devastadora. Puede que la herida de su corazón aún no haya sanado. Ciertamente, lo que sucedió fue y sigue siendo terriblemente malo. Pero no se dejen llevar por el desánimo ni pierdan la esperanza. Más bien, procuren comprender lo sucedido y acéptenlo con honestidad. Si aún no lo han hecho, entréguense con humildad y confianza al arrepentimiento. El Padre de las misericordias está dispuesto a darles su perdón y su paz en el Sacramento de la Reconciliación. Al mismo Padre y a su misericordia, pueden confiar a su hijo con firme esperanza. Con la ayuda y el consejo amables y expertos de otras personas, y como resultado de su propia experiencia dolorosa, pueden estar entre los defensores más elocuentes del derecho a la vida de todos. A través de vuestro compromiso con la vida, ya sea aceptando el nacimiento de otros hijos o acogiendo y cuidando a los que más necesitan de alguien cercano, os convertiréis en promotores de un nuevo modo de mirar la vida humana (Evangelium Vitae, Nro. 99).
La verdad y el amor siempre van juntos
Con demasiada frecuencia, se acusa al movimiento provida de ser “anti-mujer” y de “condenar” a las mujeres que abortan. No hace falta que te lo diga, pero esto es un error en muchos sentidos. Para alguien como yo, que ha presenciado de primera mano el amor y los sacrificios de tantos activistas provida, es difícil aceptar tales acusaciones. En primer lugar, es un grave error confundir una enseñanza moral clara con la condena de personas que podrían haber violado una ley moral. Cuando la enseñanza moral se imparte con amor y con la debida prudencia, ¡es lo más amoroso que una persona puede hacer por otra! Cuando el movimiento provida advierte a las mujeres (y a hombres también) sobre los efectos físicos, mentales y espirituales negativos del aborto, simplemente actúa con amor.
Y, en segundo lugar, es difícil pensar en otro movimiento que haya demostrado más amor que el movimiento provida. Es cierto que el movimiento provida claramente llama al aborto lo que es: el asesinato de un niño no nacido. Y sí, en cierto sentido, una mujer que elige el aborto es culpable de un delito grave: el asesinato de un ser humano inocente. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el movimiento provida considera la compleja totalidad de la situación, reconociendo que muchas mujeres son tan víctimas de fuerzas siniestras como el niño no nacido cuya vida han contribuido a truncar. Por esta razón, sectores enteros del movimiento se dedican a ofrecer compasión, amor, perdón y sanación a las mujeres que se han sometido a abortos. Esto incluye ministerios como el Viñedo de Raquel y el Proyecto Raquel, así como numerosos grupos comunitarios y parroquiales locales. Estos grupos dan testimonio de que el perdón es real, que la paz es posible y que el amor puede triunfar incluso sobre la muerte.
Las mujeres son llamadas a dar vida
Los datos del nuevo estudio confirman lo que la Iglesia siempre ha sabido: el aborto hiere tanto el cuerpo como el alma. Sin embargo, para líderes provida como yo, no existe el deseo de usar estos hallazgos como armas en una guerra cultural, sino más bien de llevarlos a la luz de la verdad y la misericordia.
De esta manera, podemos ayudar a las mujeres que han abortado a sanar, proteger a las que podrían considerar el aborto como un camino plagado de espinas y arrepentimiento, y, en general, ayudar a las mujeres a alcanzar la grandeza a la que están llamadas.
“Una madre acoge y lleva en sí a otro ser humano, permitiéndole crecer en su interior, dándole espacio, respetándolo en su alteridad”, escribió.
Las mujeres primero aprenden y luego enseñan que las relaciones humanas son auténticas si están abiertas a aceptar a la otra persona: una persona reconocida y amada por la dignidad que le confiere su ser, y no por otras consideraciones, como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud. Esta es la contribución fundamental que la Iglesia y la humanidad esperan de las mujeres. Y es el requisito indispensable para un auténtico cambio cultural (Evangelium Vitae, Nro. 99).
Esta es una noble misión. Pero en la medida en que nuestra sociedad protege el mal llamado “derecho” al aborto, lo incentiva profundamente en muchos casos e impide que las mujeres alcancen su máximo potencial; pervierte el genio femenino. Y todos salimos perdiendo.
Como demuestra este nuevo estudio, el aborto no es solo un asunto político, ni una mera cuestión moral debatida en abstracto. Es una herida que millones de mujeres, y también de hombres, llevan en el corazón, y que a menudo guardan silencio. Si la Iglesia ha de ser fiel a su misión, debe proclamar con valentía que la vida es sagrada, condenar el mal del aborto y, al mismo tiempo, extender su misericordia a quienes, de distintas maneras, han caído en él sean mujeres u hombres.
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