El papel fundamental de la familia en la sanación de la sociedad

 

Padre Shenan J. Boquet

Presidente de Vida Humana Internacional

 

Publicado originalmente en inglés el 1 de octubre del 2025 en: https://www.hli.org/2025/10/role-of-the-family-healing-society/

 

 

“Como es la familia, así es la nación, y así es el mundo entero en el que vivimos”.

Papa San Juan Pablo II.

 

A medida que el Papa León XIV se consolida en su nuevo papel como Vicario de Cristo, observamos que vuelve a abordar recurrentemente ciertos temas. Esto sugiere que considera que estos temas son especialmente relevantes en el mundo actual.

 

Para mi gran satisfacción, uno de estos temas recurrentes del Santo Padre es la importancia fundamental de la familia como la “cuna del futuro de la humanidad” (como afirmó en un reciente discurso).

 

Puede encontrar el discurso completo del Papa en el siguiente link en su idioma original: https://www.vaticannews.va/en/pope/news/2025-06/pope-leo-families-are-the-cradle-of-humanitys-future.html

 

 

Papa León: La familia es un “don y una responsabilidad”

 

Las declaraciones más recientes del Papa León sobre este tema las hizo durante un discurso dirigido a los participantes de una conferencia sobre la familia y los desafíos que enfrenta en el mundo actual.

 

En dicho discurso, el Papa definió la familia como “un don y una responsabilidad”.

 

“En cada hijo, en cada cónyuge, Dios nos confía a su Hijo, a su Madre, como lo hizo con San José, para que, junto con ellos, seamos la base, la fuerza impulsora y el testimonio del amor de Dios a la humanidad”, afirmó.

 

La familia, añadió, está llamada “a ser la Iglesia doméstica y un hogar donde arda el fuego del Espíritu Santo, difundiendo su calor a todos e invitando a la esperanza”.

 

El Santo Padre lamentó que en el mundo actual “existen verdaderas amenazas a la dignidad de la familia, como la pobreza, la falta de empleo, la dificultad de acceso a la atención médica, el abuso de los más vulnerables, la migración y la guerra”.

 

Ante tales amenazas, afirmó, tanto el gobierno como la Iglesia “tienen la responsabilidad de buscar maneras de promover el diálogo y fortalecer aquellos elementos de la sociedad que favorecen la vida familiar y la educación de sus miembros”.

 

 

Las enseñanzas de Nazaret: silencio, oración y armonía familiar

 

En su discurso, el Papa León recomendó a los presentes que repasaran la homilía que el beato Pablo VI pronunció en Nazaret en 1964.

 

En dicha homilía, el Papa Pablo VI destacó la importancia del silencio, el trabajo y la oración en la vida familiar.

 

“Nazaret, afirmó el beato Pablo VI, es la escuela donde comenzamos a comprender la vida de Jesús. Es la escuela del Evangelio. Allí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar y a profundizar en el significado profundo y misterioso de aquella manifestación sencilla, humilde y admirable del Hijo de Dios”.

 

En particular, señaló el Papa Pablo VI, Nazaret nos enseña el profundo significado espiritual del silencio. Expresó su deseo de que “recuperemos el valor de este estado espiritual, tan importante y necesario, ante tanta agitación, tanto ruido y tantas voces que nos abruman en nuestra caótica y frenética vida moderna”.

 

“Oh, silencio de Nazaret”, rezaba el santo pontífice, “enséñanos la importancia del recogimiento, la reflexión y la disposición para escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida interior y de la oración silenciosa, que solo Dios ve”.

 

En el pesebre de Nazaret, concluía el Papa San Pablo VI, encontramos “el significado de la vida familiar, su armonía de amor, su sencillez y su austera belleza, su carácter sagrado e inquebrantable”.

 

 

Restaurar la armonía en el hogar compartiendo las comidas diarias en familia

 

Lamentablemente, vivimos en un mundo que cada vez menos valora el matrimonio y la vida familiar.

 

Es difícil no contrastar los valores que el Papa San Pablo VI defendió con la realidad de muchas familias contemporáneas, que en muchos casos parecen vivir según valores completamente opuestos a los que enseñó este santo Papa.

 

¿Dónde podemos encontrar hoy en día, en las familias modernas, el silencio, la oración, la sencillez, la armonía y la belleza?

 

En un número sorprendente de casos, los miembros de la familia apenas reservan tiempo para ese acto tan básico y humano de comunión y fraternidad: compartir una comida juntos.

 

Como ya han señalado otros, hay algo profundamente eucarístico en una familia reunida alrededor de la mesa, disfrutando de la compañía mutua y fortaleciendo el amor que se tienen.

 

De hecho, no es casualidad que Cristo haya elegido manifestar su presencia de la manera más íntima a través del alimento, compartido por los fieles reunidos alrededor de la mesa. Tampoco es casualidad que los Evangelios nos digan repetidamente que, tras su resurrección, Cristo se apareció a sus apóstoles durante una comida.

 

Reunidos alrededor de la mesa, compartiendo una comida, los miembros de la familia se conocen mejor. Comparten las noticias del día, sus alegrías, sus tristezas y sus penas. Sobre todo, están presentes el uno para el otro, una presencia que es esencial para el amor auténtico.

 

En cambio, en muchos hogares modernos, los miembros de la familia se alimentan de forma aislada, en momentos aleatorios. Si se reúnen, están mirando la televisión o sus teléfonos móviles. Falta la risa, la conversación y ese silencio íntimo que caracteriza un amor profundo y verdadero.

 

 

Cómo las familias disfuncionales afectan la identidad de los niños

 

Y esto solo ocurre en el caso de las familias integradas. Lamentablemente, muchas familias se disuelven, y los niños pasan de un hogar a otro, según lo que decidan los tribunales respecto a la custodia. En lugar de tener una madre y un padre estables, se enfrentan a una sucesión de figuras parentales sustitutas, como las parejas de sus padres divorciados.

 

En estas circunstancias, caracterizadas por el caos y la inestabilidad, ¿cómo pueden los niños descubrir quiénes son realmente? ¿Cómo puede desarrollarse su personalidad bajo el amparo del amor de sus padres? ¿Cómo pueden aprender a apreciar la belleza de la vida, no a través del entretenimiento constante y ruidoso, sino mediante el compartir amor en un ambiente de tranquilidad y reflexión? ¿Cómo pueden aprender a orar? ¿Cómo pueden aprender a encontrar ese silencio interior en el que Dios habla al corazón?

 

Un nuevo estudio ha arrojado los siguientes datos de suma importancia:

 

  • Los varones que crecen sin la presencia de su padre biológico tienen casi el doble de probabilidades de terminar en prisión antes de los 30 años.

 

  • La ausencia del padre es un factor más determinante para la encarcelación que la raza o la pobreza.

 

Puede encontrar el articulo completo en su idioma original en el siguiente link:

 

https://ifstudies.org/blog/life-without-father-less-college-less-work-and-more-prison-for-young-men-growing-up-without-their-biological-father

 

Como escribió el Papa San Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus: “La primera y fundamental estructura para una “ecología humana” es la familia, fundada en el matrimonio, en la que el don mutuo de los cónyuges crea un ambiente propicio para que los hijos puedan nacer y desarrollar sus potencialidades, tomar conciencia de su dignidad y prepararse para afrontar su destino único e individual” (Nro. 39).

 

 

La Iglesia doméstica: un faro de esperanza en un mundo herido

 

Como han señalado reiteradamente numerosos papas y el Catecismo de la Iglesia Católica, la familia no es simplemente una unidad social. Es una iglesia doméstica, un lugar donde se nutre la fe, se inculcan los valores y se busca la santidad.

 

La fe se transmite en la familia, junto con la vida, de generación en generación. Se comparte como la comida en la mesa y como los afectos del corazón. Por eso, la familia es un lugar privilegiado para encontrarse con Jesús, quien nos ama y siempre desea lo mejor para nosotros.

 

En una sociedad que ha perdido sus valores, es fundamental que las familias católicas asuman su papel como ejemplo de fe y virtud. Al vivir su fe y practicar las virtudes, las familias pueden demostrar la belleza de una vida centrada en Cristo.

 

Mientras escribo esto, recuerdo los principios que el Hermano Luis de la Salle expone en “La práctica de la presencia de Dios”. “No existe en el mundo una vida más dulce y placentera que la de una conversación continua con Dios; solo quienes la practican y la experimentan pueden comprenderla”, escribe el Hermano Luis en ese libro.

 

En mis numerosos viajes, he tenido la oportunidad de visitar muchas familias. Siempre percibo una atmósfera especial al entrar en un hogar centrado en Dios y la oración. A menudo, se siente una presencia divina palpable, manifestada en el amor silencioso que los miembros de la familia se tienen: la alegría que les produce estar juntos, el profundo conocimiento que tienen de las personalidades, gustos y preferencias de cada uno, y las innumerables muestras de cariño que se demuestran mutuamente.

 

El ejemplo de una familia así sirve de testimonio para la comunidad, demostrando que el amor y la fe pueden florecer incluso en medio de las dificultades sociales, siendo una fuente constante de vida y sanación.

 

En una sociedad que menosprecia el valor intrínseco de la vida familiar, las familias católicas que buscan la santidad y viven su fe con autenticidad desempeñan un papel fundamental en la renovación y transformación del mundo.

 

Al vivir su fe con autenticidad, las familias pueden inspirar a otros a cultivar una relación más profunda con Dios y convertirse en un faro de esperanza en un mundo que la necesita con urgencia.

 

 

La renovación de la sociedad comienza en la familia

 

La verdadera fe tiene importantes repercusiones sociales. Si bien es personal, nunca es algo privado; siempre busca transformar el mundo.

 

El Concilio Vaticano II describió a la familia como “la célula primera y vital de la sociedad” (Apostolicam Actuositatem, Nro. 11). Subrayó que “el bienestar de la persona y de la sociedad, tanto humana como cristiana, está estrechamente vinculado al buen estado de la vida matrimonial y familiar” (Gaudium et Spes, Nro. 47).

 

En su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, el Papa San Juan Pablo II describe a la familia como “el medio más eficaz para humanizar y dignificar a la sociedad”. En otras palabras, la familia contribuye a la construcción del mundo “haciendo posible una vida verdaderamente humana” (Nro. 43).

 

Asimismo, en ese mismo documento, el Papa San Juan Pablo II nos recuerda que “como Iglesia doméstica, la familia cristiana está llamada, como la Iglesia universal, a ser signo de unidad para el mundo y, de este modo, a ejercer su papel profético, dando testimonio del Reino y la paz de Cristo, hacia los cuales está llamado todo el mundo peregrino” (Nro. 48).

 

 

¿Cómo fortalecerá usted a la “célula fundamental de la sociedad”?

 

En nuestro mundo cada vez más caótico, frenético y violento, muchos buscan soluciones milagrosas a nuestros problemas. Pero las Naciones Unidas no podrán salvarnos. Ni tampoco las ONG (organizaciones no gubernamentales) antivida, financiadas por multimillonarios, las que dicen falsamente implementar sistemas que traerán la paz.

Sin embargo, la Iglesia, con su sabiduría, nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos: sobre nuestros corazones y nuestras familias, reconociendo que el verdadero cambio duradero no se impone desde arriba, sino que surge de la conversión del corazón y de la familia.

 

El gobierno no puede sanar nuestras sociedades, pero la “célula fundamental de la sociedad”, la “cuna del futuro de la humanidad”, sí puede. Y esto comienza por usted, hoy, en su hogar, con sus hijos.

 

Le pregunto: ¿cómo transmitirá usted ese espíritu de renovación y esperanza? Les pregunto a todos: ¿cómo lograrán infundir en su hogar ese espíritu enriquecedor de silencio en la oración y de amor mutuo?

 

Quizás sea tan simple como priorizar el hecho de comer juntos en familia, si actualmente no lo hacen. Y si ya lo hacen, ¿por qué no seguir el consejo de tantos santos y rezar el rosario juntos en familia?

 

Estas acciones quizás no parezcan suficientes para “salvar el mundo”. Pero quizás nunca estuvimos destinados a salvar el mundo. Quizás solo debamos hacer nuestra pequeña parte, cuidando de nosotros mismos y de nuestra familia. Al menos, ese es el primer paso. ¿Quién sabe qué impacto tendrá en la sociedad el redescubrimiento de valores espirituales profundos dentro de la familia? Sospecho que será mayor de lo que podamos imaginar.

 

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