El poliamor: Un ataque a la santidad del matrimonio

 

Padre Shenan J. Boquet

Presidente de Vida Humana Internacional.

 

Publicado originalmente en inglés el 5 de febrero del 2024 en: https://www.hli.org/2024/02/polyamory-attack-marriage/.

 

Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.

 

La hermana Lucía, una de las tres videntes de Fátima, dijo al cardenal Carlo Caffarra que la “batalla final” entre el reino de Dios y Satanás sería sobre el matrimonio y la familia. No debería sorprendernos, entonces, que el matrimonio haya sido objeto de tantos ataques en las últimas décadas. Esto incluye la explosión del divorcio express, el aumento de la cohabitación, el colapso de las tasas de matrimonio, el anticoncepcionismo, la pornografía, la infidelidad desenfrenada y el mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo.

Sin embargo, un artículo reciente en The Atlantic ha confirmado una creciente sospecha mía sobre la repentina explosión de un nuevo ataque al matrimonio o, al menos, un viejo ataque en una nueva forma. “La clase charlatana tiene una nueva fijación: el poliamor”, comienza el artículo. “Lo que comenzó como un hilo de discurso hace unos años se ha convertido en una verdadera inundación.”

De hecho, en las últimas semanas, los lectores de los principales periódicos han leído una serie de artículos que claramente buscan normalizar la práctica del mal llamado “poliamor”, es decir, la práctica de las “relaciones abiertas” en las que las parejas, casadas o que simplemente están juntos, acuerden permitirse mutuamente tener relaciones sexuales con otras personas.

Un artículo reciente en el New York Times, por ejemplo, describe con aprobación los esfuerzos de Molly, una madre de dos hijos de 50 años, por “encontrarse” a sí misma a través de una “gran aventura sexual”, que incluye tener numerosas relaciones sexuales con otros hombres, a lo que su marido supuestamente consiente.

Mientras tanto, el autor de otro artículo en el Business Insider afirma que practicar el poliamor de alguna manera “hizo a mi familia más fuerte”. En un artículo reciente del New York Post, una mujer afirma que sólo viviendo con su marido y un novio podrá permitirse una casa.

Otro artículo del The Guardian se pregunta si el poliamor es “más divertido” que buscar una persona con quien sentar cabeza. Mientras que otro artículo reciente en la revista New York Magazine explora, en gran detalle, por qué el poliamor se ha vuelto tan “popular”.

“Últimamente el matrimonio ha tenido problemas”, afirma el artículo del New York Magazine, señalando numerosos libros y programas de televisión recientes que presentan el poliamor como parte de la trama. “Dondequiera que mires, las puertas que las parejas cierran detrás de ellos cuando entran al santuario del matrimonio quedan entreabiertas”.

 

Comentario del Editor: El “poliamor” no es amor ni cosa que se le parezca, sino un poli-relajo, es decir, un relajo múltiple.

 

 

La superficialidad del poliamor

Por supuesto, no es ningún gran secreto por qué el poliamor se ha vuelto tan “popular”. Después de todo, el atractivo de la novedad sexual es tan antiguo como las colinas.

Para los cristianos, esto siempre se ha entendido como uno de los efectos desafortunados del pecado original, y algo a lo que hay que rechazar, no normalizar y alentar. Esto se hizo enseñando y cultivando la virtud personal, así como salvaguardando las numerosas prácticas y valores sociales que dirigen a hombres y mujeres a elegir la exclusividad y la madurez sexual dentro de la institución del matrimonio.

Las razones para esto son innumerables. Por supuesto, existen innumerables beneficios sociales para una sociedad establecida sobre matrimonios permanentes y exclusivos. Después de todo, los hombres y mujeres casados tienen muchas menos probabilidades de sufrir todo tipo de males sociales, incluida una pobreza grave. Lo mismo se aplica también a sus hijos, quienes tienen muchas menos probabilidades de sufrir pobreza, enfermedades mentales y encarcelamiento que los niños que crecen en hogares fracturados.

Sin embargo, también existen los beneficios personales y espirituales del control y la exclusividad sexual. A pesar de todas las promesas entrecortadas de los predicadores modernos de la llamada “libertad” sexual, la experiencia común de la raza humana es que la búsqueda de novedades infinitas es una de las formas más efectivas de ser miserable.

Una de las grandes paradojas de la revolución sexual es que, si bien los revolucionarios sexuales han predicado la promiscuidad sexual como el camino hacia la satisfacción sexual, los estudios encuentran consistentemente que los casados disfrutan de las tasas más altas de satisfacción sexual. En términos de sus propias prioridades (es decir, maximizar el placer sexual), la revolución sexual ha fracasado.

Y eso sin tener en cuenta las muchas, y a menudo mucho más importantes, prioridades que han motivado en primer lugar la defensa cristiana del matrimonio: es decir, la maximización del bienestar personal, físico, emocional, espiritual y social, no sólo de un marido y mujer, sino también sus hijos y la comunidad y nación más amplia a la que pertenecen.

En todos estos aspectos, los matrimonios estables, fieles y exclusivos obtienen puntuaciones muy por encima de cualquiera de las alternativas de moda, como el groseramente mal llamado “poliamor”.

Comentario del Editor: Cuando una sociedad pierde la fe, lo próximo que pierde es la razón, es decir, la sanidad mental y moral.

 

 

El fracaso que resulta de no vivir el amor verdadero

Etimológicamente, poliamor significa “muchos amores”. Pero al leer las diversas descripciones de “poliamor” en los artículos recientes sobre el tema, queda claro que el poliamor tiene muy poco que ver con el término “amor” y mucho más que ver con el término “poli” (es decir, muchos y mal llamados “amores”).

De hecho, si bien uno podría sentirse tentado a pensar que el poliamor es sólo una nueva y elegante palabra para la “poligamia”, en realidad lo que está claro es que el poliamor es un “estilo de vida” sexual peculiarmente moderno e incluso más degradado que la poligamia.

En el caso de la poligamia, al menos hay un esfuerzo por mantener una cierta fachada de exclusividad y estabilidad del matrimonio, aunque con múltiples “esposas”. Sin embargo, en el llamado “poliamor”, las llamadas parejas parecen simplemente intercambiar un compañero o compañera sexual por otra, como si estuvieran intercambiando un par de calcetines, en una búsqueda interminable de novedades y emociones.

Las diversas parejas novedosas son simplemente tratadas como medios que se valoran siempre que sean excitantes y sirvan a la búsqueda inquieta de la “realización personal”, pero que se abandonan en el momento en que ya no intrigan o proporcionan suficiente placer.

Tomemos, por ejemplo, el artículo sobre “Molly” en el New York Times. El artículo es sórdido (y por eso no recomiendo leerlo). Pero, aún más revelador, es que es profundamente triste. Molly se muestra completamente desvinculada de cualquier sentido básico de autoestima o decencia.

Es inquietante que parezca completamente indiferente al bienestar de sus hijos (quienes accidentalmente, para su horror, descubrieron sus relaciones sexuales con otros hombres cuando eran adolescentes).

Aún más extraño es su aparente descuido de su propio bienestar. Confiesa que la compleja gimnasia emocional y física a la que ella y su esposo se sometieron mientras buscaban imprudentemente relaciones sexuales con otras personas la dejaron sintiéndose “agotada” y consumida por los celos.

Como escribió un crítico de Amazon del libro de Molly: “A lo largo del libro, a menudo Molly llora o siente que está sufriendo un ataque de nervios. Seguí pensando, si esto es un ‘autocrecimiento’ o una ‘autorrealización’ positiva, el poliamor o matrimonio abierto es un camino muy difícil de tomar”.

Una de las mejores medidas de la madurez de un individuo (así como de una sociedad) es el grado en que ese individuo (o sociedad) es capaz de ver más allá de las superficialidades para acceder a los significados más profundos, sutiles y a menudo ocultos de las cosas. Sobre todo, los verdaderamente sabios son aquellos que han aprendido a ver más allá del atractivo superficial del pecado y a reconocer que el brillante plumaje de la tentación esconde un veneno amargo e incluso fatal.

Sin embargo, Molly y los de su calaña (todos los hombres y mujeres inquietos, buscadores y promiscuos de la era posterior a la revolución sexual) parecen poco más que niños perdidos, en comparación con aquellos hombres y mujeres que han cultivado con éxito una identidad profunda y significativa. Matrimonio fiel y sacrificado, que ha servido como base para establecer una familia que perdurará a través de las generaciones.

¿Qué tiene que ver esta célebre moda del “poliamor” con un amor auténtico que encuentra su libertad más profunda no en la pueril búsqueda de la novedad sexual, sino en sacrificarse por el bien del amado?

Esta es la gran sabiduría que se resume y protege en la rica enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, la enseñanza por la cual nuestra cultura a menudo se burla rotundamente de Ella, pero que nuestra cultura necesita tan desesperadamente: ¡Es en la abnegación que encontramos alegría! ¡Es en la entrega de uno mismo donde encontramos la realización personal! ¡Es eligiendo libremente vincularnos a algo bueno que encontramos la auténtica libertad!

Comentario del Editor: La peor tragedia del mal llamado “poliamor” es el daño que les hace a los niños. Los niños son los que pagan los platos rotos de las irresponsabilidades y estupideces de los adultos.

 

G.K. Chesterton y el Cardenal Sarah reflexionan sobre el amor

Esta noción de que la auténtica libertad se encuentra en abrazar libremente relaciones de amor que, por su propia naturaleza, unen a los amantes entre sí en una relación exclusiva, está en el centro de uno de los capítulos más reveladores del profundo libro del cardenal Sarah “Se hace tarde y anochece”.

Como escribe el cardenal Sarah en el capítulo titulado “Odio al hombre”:

Para establecer una vida sólida en este mundo, debemos conectarnos con los demás. Nuestra libertad se hace, no tanto para decir un No asustado y receloso a los demás, como para decirles Sí, para comprometernos con vínculos duraderos de confianza y de amor. El arquetipo de esta interrelación personal es el matrimonio a través del cual un hombre y una mujer, aceptando su naturaleza profunda como seres sexuados, se dan cuenta de que se necesitan el uno al otro y eligen entregarse el uno al otro para siempre. Es significativo que el hombre moderno se haya vuelto casi incapaz de un compromiso total. Está literalmente paralizado por el miedo ante esta perspectiva, que implica confianza en sí mismo y en el otro.

Uno de los tratados más famosos sobre esta idea se encuentra en G.K. Chesterton. Se trata de su ensayo “Una defensa de los votos precipitados”. Los animo a leer el ensayo completo. Como escribe Chesterton,

La rebelión contra los votos se ha llevado en nuestros días incluso hasta el punto de ser una rebelión contra el voto típico del matrimonio. Es muy divertido escuchar a los que se oponen al matrimonio sobre este tema. Parecen imaginar que el ideal de constancia era un yugo impuesto misteriosamente a la humanidad por el diablo, en lugar de ser, como es, un yugo impuesto consistentemente por todos los amantes a sí mismos. Han inventado una frase, una frase que es una contradicción en blanco y negro en dos palabras “amor libre” como si un amante alguna vez hubiera sido, o pudiera ser, libre. La naturaleza del amor es obligarse a sí mismo, y la institución del matrimonio simplemente le rindió al hombre promedio el cumplido de tomarle la palabra.

En otras palabras, el punto de vista de Chesterton es el mismo que el del cardenal Sarah. De hecho, el hombre es creado libre, en el sentido de que tiene la libertad de elegir un curso de acción u otro. Sin embargo, el objetivo de la libertad no es permanecer en un perpetuo estado de no elección, libre de todos los compromisos y obligaciones, sino elegir libremente comprometerse eligiendo relaciones de amor verdadero.

Los seres humanos modernos, por otra parte, parecen pensar que el objetivo de la libertad es permanecer suspendido permanentemente en un estado de indecisión y no acción: flotar sin sentido, sin sentido de dirección, sin propósito. Sólo así el hombre moderno piensa que puede proteger su libertad.

Sin embargo, mientras que la clase charlatana moderna puede hablar una y otra vez sobre el “poliamor”, el verdadero amante no quiere muchos “amantes”. El verdadero amante anhela unirse a la persona amada y, al hacerlo, elige experimentar la mayor libertad de permitir que este amor florezca, se profundice y crezca, revelando así profundidades de alegría y significado que el amante nunca elegiría si permaneció distante y revoloteando superficialmente de un “socio” a otro.

El amor es celoso. El amor es exclusivo. Como escribe Chesterton: “Los sabios modernos ofrecen al amante, con una sonrisa desfavorable, las mayores libertades y la más absoluta irresponsabilidad; pero no lo respetan como lo respetaba la antigua Iglesia; no escriben su juramento en los cielos, como registro de su momento más elevado. Le dan todas las libertades excepto la de vender su libertad, que es la única que quiere”.

Frente a este alto estándar de amor, consagrado y protegido en las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, el llamado “poliamor” tiene toda la apariencia de un pasatiempo infantil.

No es más que uno más de los ataques del diablo contra el matrimonio, todos los cuales, como era de esperar, prometen traer mayor placer, felicidad y realización personal, y que en cambio sólo producen amargura, ansiedad, odio, división, tristeza y (como en el caso del aborto) la muerte.

Como cristianos, debemos oponernos resueltamente a este atractivo infantil del pecado. Debemos defender la dignidad del matrimonio y de la familia, la iglesia doméstica, que no es sólo el campo de formación de los santos, sino también la base de una sociedad sana y funcional.

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