El uso de los ancianos como chivos expiatorios
Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Vida Humana Internacional
Publicado originalmente en inglés el 4 de Septiembre de 2023 en: https://www.hli.org/2023/09/scapegoating-of-the-elderly/
Y publicado en español en el boletín electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional, el
7 de septiembre de 2023
Vol. 07.
No. 34.
Y también en www.vidahumana.org en Temas/Eutanasia y Suicidio Asistido/La ideología de la eutanasia.
Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.
“Señalaría que siempre se debe dar prioridad al derecho a la atención y al tratamiento para todos, de modo que nunca se descarte a los más débiles, en particular a los ancianos y a los enfermos. De hecho, la vida es un derecho, no la muerte. La vida debe ser bienvenida, no administrada. Y este principio ético se aplica a todos, no sólo a los cristianos o creyentes”.
─ Papa Francisco, Audiencia General del 9 de febrero de 2022.
Hace unos días, en la Universidad Católica Argentina en Buenos Aires, representantes de las tres religiones “abrahámicas” es decir, el cristianismo, el judaísmo y el islam firmaron una declaración conjunta sobre la situación de las personas mayores en el mundo moderno.
La declaración fue firmada en presencia del arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida. En las primeras líneas, la declaración advierte sobre un “envejecimiento de la población mundial” general que es resultado de “la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida”.
Como señalan los autores de la declaración, esta tendencia “plantea desafíos en todos los sectores de la sociedad, desde el trabajo y las finanzas, la demanda de bienes y servicios, la protección social y sanitaria, hasta la estructura urbana y los vínculos familiares intergeneracionales”.
Sin embargo, el tema general de la declaración es que uno de los grupos más amenazados por estas tendencias son los ancianos. Dado que cada vez más personas mayores reciben el apoyo de cada vez menos personas en edad de trabajar, y que las personas mayores viven más que nunca, existe el riesgo de que el paradigma predominante trate la vejez “como una negación y una etapa superflua de la vida”.
Aunque la declaración no menciona específicamente la eutanasia o el suicidio asistido, hace referencia inequívoca a esta amenaza inminente (y, en muchos casos, ya presente) cuando hace referencia a las soluciones buscadas en “las etapas más oscuras del siglo XX”. Ninguna categoría de seres humanos, advierten los firmantes, debe ser “tratada como desechable o prescindible bajo un criterio de obsolescencia productiva e irrelevancia para la sociedad”.
El mundo despierta
Esta declaración es sólo la última prueba de que el mundo está despertando a la realidad de la crisis demográfica que enfrenta el mundo y las amenazas que plantea a ciertos grupos de personas.
La repentina y generalizada ansiedad por las bajas tasas de natalidad y el envejecimiento de la población marca un repentino cambio de rumbo después de décadas de alarmismo sobre la “superpoblación”. Este alarmismo, célebremente resumido en libros [plagados de falsedades] como La bomba demográfica de Paul Ehrlich, a menudo lleva a las autoridades a implementar medidas drásticas y a menudo profundamente inhumanas para controlar a la población humana.
Ahora, sin embargo, muchos países se están dando cuenta de que en su esfuerzo por evitar un supuesto desastre (una posición mal informada), en realidad han creado uno mucho peor. En las últimas semanas, por ejemplo, las noticias han estado llenas de informes alarmantes sobre la dramática “desaceleración” de la economía de China.
Durante décadas, mucha gente había predicho que China se convertiría en la economía más grande del mundo. Ahora, sin embargo, parece que esa economía se ha topado con un muro. Si bien las causas de la precaria situación económica de China son innumerables (los prolongados confinamientos por el COVID ciertamente no ayudaron), muchos economistas señalan que la fertilidad bajísima del país, consecuencia de la política de hijo único brutalmente aplicada, es una causa importante.
Un científico social dijo recientemente al New York Times que los problemas demográficos de China probablemente sean mucho peores de lo que el país admite. Como señala el Times, uno de los libros de Yi Fuxian, que predice una grave crisis demográfica, fue prohibido en China. Más recientemente, el gobierno chino desestimó las afirmaciones de Yi de que la población del país había comenzado a disminuir en 2018. En cambio, el gobierno emitió oficialmente proyecciones que afirmaban que la población no comenzaría a disminuir hasta 2031.
Sin embargo, el gobierno ahora ha admitido que, de hecho, la población ha comenzado a disminuir y que la tasa de fertilidad se está estabilizando en la sorprendente cifra de 1,0 niños nacidos por mujer, asombrosamente muy por debajo de la tasa de reemplazo, que es de 2,1 nacimientos por mujer. El problema fatal de una tasa de natalidad tan baja, y la crisis económica que ahora está produciendo, es que la crisis económica, a su vez, hace menos probable que los matrimonios den la bienvenida a más hijos, debido al temor de que no puedan permitírselo. Esto es lo que se llama un “bucle fatal”, es decir, un ciclo que se refuerza a sí mismo, en el que una cosa mala refuerza a otra, sin ninguna salida obvia. La baja tasa de natalidad de China está contribuyendo a una crisis económica, que está empeorando aún más la tasa de natalidad. Un círculo vicioso similar se está manifestando en muchos países, incluidos Japón, Corea del Sur e Italia.
Ancianos: del respeto al problema
La reciente declaración de los representantes de las religiones abrahámicas es un intento muy necesario de salir adelante de una de las consecuencias más siniestras de esta pesadilla demográfica: convertir a los ancianos en chivos expiatorios.
En el pasado muy reciente, la mayoría de las parejas casadas darían la bienvenida a más (a menudo, significativamente más) de dos hijos. Un resultado práctico es que cuando envejecieran, tendrían varios niños más jóvenes y sanos que los cuidarían y les proporcionarían una vejez digna.
Sin embargo, ahora que muchas parejas dan la bienvenida a uno, y a veces a ningún niño, lo que están descubriendo es que cuando llega el momento en que más necesitan ayuda, no hay nadie que los cuide. Si bien en el pasado quienes no tenían hijos podían haber confiado en que el gobierno les proporcionara pensiones generosas, muchos gobiernos se están viendo afectados por los problemas económicos de una población trabajadora más pequeña, con el resultado de que hay menos dinero para gastar en los ancianos.
Al final, el resultado es que las personas mayores, en lugar de ser (como lo eran en el pasado), una clase de personas que eran vistas con respeto, depositarias de historias y sabiduría sociales y familiares, y que se habían ganado la oportunidad de descansar, en algunos casos se reducen a un “problema” a resolver.
En países como Japón, que tiene una de las peores situaciones demográficas del mundo, ya se está produciendo un cambio siniestro: muchos jóvenes están expresando abiertamente un profundo resentimiento hacia las personas mayores, que no pueden o no quieren seguir trabajando, pero que, sin embargo, necesitan importantes recursos.
Y si hay algo que nos ha enseñado el siglo XX es que cuando cualquier grupo de personas pasa a ser visto como un “problema”, siempre hay personas que están dispuestas a proponer una “solución final” a ese problema. Cada vez más escuchamos a “filósofos” y “eticistas” proponer la idea de que los mayores pueden tener una “responsabilidad” de irse, de “hacer espacio” a los jóvenes.
Y así, la trayectoria de la “cultura” de la muerte se vuelve inquietantemente clara. Una mentalidad fundamental contra la vida, expresada a través de la supresión generalizada de la fertilidad y la masacre de los inocentes vulnerables al comienzo de la vida, al final dirige su atención sedienta de sangre hacia los vulnerables al final de la vida.
Debemos aclarar, como siempre lo hacemos cuando abordamos el tema del aborto, que si bien el aborto es la matanza directa de un bebé no nacido e inocente, ni la Iglesia ni Vida Humana Internacional ni el resto del auténtico movimiento provida estamos condenando a la mujer que ha abortado ni a ninguna otra persona que haya practicado o cooperado con un aborto, como el hombre que dejó embarazada a la mujer y no se responsabilizó por la criatura en gestación. Condenamos el aborto, pero no a las personas. A las personas que se han involucrado en un aborto, especialmente la mujer que ha abortado, las invitamos al arrepentimiento sincero y a recurrir lo más pronto posible al siempre imprescindible Sacramento de la Confesión, donde Jesús las espera para darles su infinito perdón, misericordia y amor. La Iglesia también les ofrece a estos hermanos y hermanas nuestras que sufren por un aborto sus ministerios de reconciliación y sanación post aborto, como “Entrando en Canaán” de los Obispos de EEUU, “Viñedos de Raquel” y “Rama de María” (ramademaria@gmail.com, a cargo de Teresa Martínez en Nueva Jersey y Nueva York, EEUU). En Vida Humana Internacional-Miami, pueden contactar a Adriana Thurdekoos llamando a (305) 260-0525.
Canadá: una advertencia para el mundo
Esto es lo que siempre han advertido los éticos provida sobre la eutanasia y el suicidio asistido.
Estas prácticas siempre se venden como promoción de una muerte “digna” para unos pocos excepcionales que sufren dolores intolerables debido a las etapas avanzadas de enfermedades mortales. Sin embargo, lo que siempre ha estado claro para la Iglesia, y para cualquiera capaz de ver lo que hay debajo de la propaganda, es que la tentación de la muerte como “solución” rápidamente resultaría demasiado para muchos gobiernos y sistemas de atención médica con problemas de liquidez en Estados Unidos y en medio de una crisis demográfica.
En todos los países donde se ha legalizado la eutanasia, sólo ha sido cuestión de tiempo hasta que se demuestre que las críticas tienen razón. Todas las promesas de “salvaguardias” que supuestamente garantizarían que la eutanasia fuera un evento “infrecuente” y restringido a los casos más horrendos han resultado carentes de sentido.
En países como Bélgica y Países Bajos, las muertes por eutanasia y suicidio asistido han aumentado año tras año, constituyendo una proporción cada vez mayor del total de muertes. Sin embargo, un país que parece haber superado rápidamente a todos los demás, como una advertencia sobre la forma en que otorgar una licencia para matar a los médicos conduce a abusos atroces contra los vulnerables, y especialmente los ancianos, es Canadá.
Canadá legalizó la eutanasia en 2016, supuestamente sólo para casos raros de enfermedades letales. Desde entonces, el gobierno, con la ayuda de los tribunales, ha ampliado rápidamente la “elegibilidad” para la eutanasia. Ahora mismo, el gobierno lucha por el “derecho” de los enfermos mentales y los menores de edad a pedir a los médicos que los maten. Es espantoso más allá de las palabras.
Un resultado ha sido un aumento sorprendentemente rápido en el número de muertes por eutanasia y suicidio asistido. En Quebec, el porcentaje de muertes totales que se deben al suicidio asistido o la eutanasia ya ha superado al de Bélgica y los Países Bajos, donde las prácticas son legales desde hace mucho tiempo. En 2022, unas 13.500 personas fueron asesinadas legalmente por médicos en Canadá.
Incluso muchos de los que apoyan el suicidio asistido y la eutanasia, en teoría, están consternados por las espeluznantes historias que surgen de Canadá: una letanía de horrores, en la que, a los enfermos, los pobres, los vulnerables y los ancianos se les ofrece proactivamente la eutanasia por parte de un sistema que no se molesta en encontrar una solución real y humana a sus problemas.
Un nuevo paradigma
Pero los partidarios de la eutanasia y el suicidio asistido no deberían sorprenderse. Los éticos provida reconocieron y advirtieron hace mucho tiempo sobre la lógica interna de la “cultura” de la muerte, descrita anteriormente en esta columna. La muerte lleva a la muerte. Cuando los niños son vistos como una amenaza que debe ser eliminada, la progresión lógica es que los ancianos serán vistos también como una amenaza que debe ser eliminada.
Sin embargo, si bien es cierto que nuestros problemas demográficos crean incentivos perversos para deshumanizar y convertir a los ancianos en chivos expiatorios, no hay nada que diga que cualquier sociedad deba seguir ese camino. Con suficiente convicción moral y creatividad, podemos encontrar maneras de integrar la creciente proporción de personas mayores en nuestra sociedad de manera que respete su dignidad inmutable y nos beneficiemos de su sabiduría y experiencia.
Este es el énfasis de la reciente declaración de los representantes de las religiones abrahámicas, y de muchas declaraciones del Papa Francisco y funcionarios de la Iglesia en los últimos años.
Como señala la reciente declaración, haciéndose eco de una frase común utilizada por el Papa Francisco, “la humanidad aún debe demostrar que ha superado esa ‘cultura del descarte’, comprometiéndose a cambiar, a través de políticas efectivas, su actitud y mentalidad donde las personas, así como los bienes y recursos, no son tratados como desechables o prescindibles bajo un criterio de obsolescencia productiva e irrelevancia para la sociedad”.
El comunicado denuncia el “edadismo que discrimina, excluye, infantiliza, viola e invisibiliza a las personas mayores, que durante siglos han sido los guardianes de la historia viva de una sociedad, los portadores de tradiciones y valores que se han transmitido de generación en generación”. En lugar de permitir la deshumanización de las personas mayores simplemente porque no pueden “producir” económicamente, los firmantes instan a avanzar hacia un espíritu de “inclusión, protección y mejora del valor de la vejez”.
Ellos están en lo correcto. Como sociedad, debemos abrazar concertadamente el principio fundamental de la dignidad intrínseca de la persona humana. Debemos, plenamente conscientes de los desafíos que enfrentamos como sociedad y de los sacrificios que puede requerir abordarlos de manera ética, explorar soluciones ahora, para abordar las dificultades económicas y sociales que plantea una sociedad que envejece.
Sin un esfuerzo concertado para enfrentar el tsunami demográfico autoimpuesto por políticas y propaganda miopes e inhumanas, es muy posible que simplemente enfrentemos el mal con más maldad, agravando nuestra culpa y una vez más convirtiendo a los más vulnerables en chivos expiatorios. Para afrontar este desafío, es fundamental que renovemos nuestro compromiso con los principios fundamentales de una civilización cristiana del amor. En primer lugar, de la cual es la dignidad intrínseca de la persona humana desde la concepción hasta la muerte natural.
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