Familia unida, cultura provida (III): La familia y la sociedad

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

www.vidahumana.org

 

31 de enero de 2025

 

 

Introducción

 

En el artículo anterior sobre este tema abordamos la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la familia acerca del subtema: La familia en el plan de Dios. (En el primer artículo tratamos el subtema sobre la familia, también del Catecismo: el don de la fecundidad.) En este tercer artículo continuamos con este tema de la familia en el Catecismo, pero ahora abordamos el subtema: La familia y la sociedad. Reiteramos que los números más importantes sobre la familia que se encuentran en el Catecismo son: 1652-1658, 2197-2233. Donde sea conveniente aportaremos comentarios y reproduciremos los textos bíblicos a los cuales el Catecismo se refiere, pero no cita directamente. (Cuando un texto bíblico es muy largo, lo reproduciremos parcialmente.)

 

Estamos convencidos de que es importante que todos los católicos y personas de buena voluntad, pero, sobre todo, los padres de familia y los jóvenes adultos que están pensando en casarse conozcan el Catecismo, sobre todo en cuanto a un asunto tan importante como la familia. Recordemos que para poder defender la vida con eficacia también hay que defender la familia, la cual se funda en el matrimonio verdadero entre un hombre y una mujer, estable, duradero y abierto a la vida, que los hijos necesitan.

 

Si el Catecismo les parece muy largo y denso, recomendamos el Compendio del Catecismo, el cual es mucho más corto y fácil de entender. Para los jóvenes recomendamos el YOUCAT en español. Es muy bueno. ¡Todos los jóvenes y católicos adultos tienen el grave deber de conocer la doctrina de la Iglesia! ¡Sobre todo los padres de familia!

 

 

La familia y la sociedad

 

2207 La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.

 

Comentario: Decir que la familia es la célula original de la sociedad pareciera a muchos buenos católicos y demás personas de buena voluntad como un tema gastado y evidente por sí mismo. Es cierto que debiera ser evidente para todos. Pero, lamentablemente, no lo es. Ya todos sabemos lo atacada que está siendo la familia verdadera, aquella que se funda en el matrimonio verdadero entre un hombre y una mujer, de cuya unión provienen los hijos, ya sea por vía natural o por adopción legal.

 

Pero notemos el punto importante de este número del Catecismo: la familia no solamente es la primera escuela de la fe cristiana, sino también la primera escuela de formación de los hijos para que sean buenos miembros de la sociedad. La familia es la primera comunidad de formación en los valores cívicos y sociales. Esto implica una gran responsabilidad para los padres, los abuelos y los hermanos mayores respecto de sus hermanos menores: la de ser buen ejemplo de palabra y de obra para una buena ciudadanía. El Estado y la sociedad que no respetan este rol de la familia cometen un suicidio social y político.

 

2208 La familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres. Numerosas son las familias que en ciertos momentos no se hallan en condiciones de prestar esta ayuda. Corresponde entonces a otras personas, a otras familias, y subsidiariamente a la sociedad, proveer a sus necesidades. “La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (Santiago 1:27).

 

Comentario: Este número viene a completar y a añadir al tema del número anterior. La familia no es solamente el lugar privilegiado donde se aprenden los valores cívicos y sociales, sino también donde se les enseña a sus miembros, sobre todo a los hijos, a servir a los más necesitados de la Iglesia y la sociedad. Es donde se enseña el gran principio moral y espiritual de que toda persona humana por débil o pequeña que sea posee una dignidad incomparable y por tanto merecedora de respeto y ayuda cuando la necesite. De nuevo, el Estado y la sociedad que no respetan este rol de la familia cometen un suicidio social y político.

 

2209 La familia debe ser ayudada y defendida mediante medidas sociales apropiadas. Cuando las familias no son capaces de realizar sus funciones, los otros cuerpos sociales tienen el deber de ayudarlas y de sostener la institución familiar. En conformidad con el principio de subsidiariedad, las comunidades más numerosas deben abstenerse de privar a las familias de sus propios derechos y de inmiscuirse en sus vidas.

 

Comentario: El principio de subsidiariedad, columna de la doctrina social de la Iglesia e incluso de la democracia misma, indica que todo cuerpo social o político más grande, por ejemplo, los gobiernos nacionales o locales, deben respetar los principios por los cuales se rigen los cuerpos sociales más pequeños y solo intervenir cuando estos cuerpos sociales más pequeños, por razones de peso, no pueden valerse por sí mismos. Pero esa ayuda, también llamada subsidio, debe respetar y no suplantar o anular a dichos cuerpos sociales más pequeños. Por ejemplo, los sistemas educativos, privados o públicos deben siempre respetar el derecho-deber de los padres a ser los primeros y principales educadores de sus hijos. La escuela, ya sea pública o privada, está ahí para ayudar a los padres, no para sustituirlos. Ni muchos menos está ahí para violar los principios y valores que los padres quieren inculcarles a sus hijos.

2210 La importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad (ver Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes (Gozo y esperanza, GS), sobre la Iglesia ante el mundo contemporáneo, no. 47, par. 1) entraña una responsabilidad particular de ésta en el apoyo y fortalecimiento del matrimonio y de la familia. La autoridad civil ha de considerar como deber grave “el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica” (ver de nuevo GS 52, 2).

 

Comentario: Este número amplía más aún las enseñanzas anteriores sobre el rol del Estado respecto de la familia. Observemos cómo aquí el Catecismo añade que el Estado o autoridad civil tiene el grave deber de reconocer la auténtica naturaleza del matrimonio y la familia, así como protegerla con sus leyes. Lamentablemente, la mayoría de los Estados contemporáneos, aun los que se consideran estados democráticos y de derecho, han tenido la insolencia de violar el orden natural creado por Dios redefiniendo el matrimonio y por tanto la familia, para incluir los mal llamados “matrimonios” entre personas del mismo sexo. El daño tan grande que esta falsa e ilícita redefinición les está causando al concepto mismo del matrimonio, la familia y los niños es verdaderamente catastrófico.

 

2211 La comunidad política tiene el deber de honrar a la familia, asistirla y asegurarle especialmente:

 

— la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas;

 

— la protección de la estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar;

 

— la libertad de profesar su fe, transmitirla, educar a sus hijos en ella, con los medios y las instituciones necesarios;

 

— el derecho a la propiedad privada, a la libertad de iniciativa, a tener un trabajo, una vivienda, el derecho a emigrar;

 

— conforme a las instituciones del país, el derecho a la atención médica, a la asistencia de las personas de edad, a los subsidios familiares;

 

— la protección de la seguridad y la higiene, especialmente por lo que se refiere a peligros como la droga, la pornografía, el alcoholismo, etc.;

 

— la libertad para formar asociaciones con otras familias y de estar así representadas ante las autoridades civiles (ver San Juan Pablo II, Exhortación pastoral Familiaris Consortio, sobre la familia cristiana en el mundo actual, no. 46.)

 

No necesita comentarios.

 

2212 El cuarto mandamiento ilumina las demás relaciones en la sociedad. En nuestros hermanos y hermanas vemos a los hijos de nuestros padres; en nuestros primos, los descendientes de nuestros antepasados; en nuestros conciudadanos, los hijos de nuestra patria; en los bautizados, los hijos de nuestra madre, la Iglesia; en toda persona humana, un hijo o una hija del que quiere ser llamado “Padre nuestro”. Así, nuestras relaciones con el prójimo se deben reconocer como pertenecientes al orden personal. El prójimo no es un “individuo” de la colectividad humana; es “alguien” que, por sus orígenes, siempre “próximos” por una u otra razón, merece una atención y un respeto singulares.

 

Comentario: el Catecismo continúa expandiendo sus previas enseñanzas. Pero esta vez pone el acento sobre la dimensión personal. Los principios morales y sociales no son principios abstractos ni impersonales ni divorciados de la realidad. Son principios universales, pero al mismo tiempo muy concretos e intensamente personales. La dignidad o valor intrínseco e infinito de cada persona humana, principio en el que se funda toda la moralidad y la vida social, es una realidad muy concreta y evidentemente personal.

 

2213 Las comunidades humanas están compuestas de personas. Gobernarlas bien no puede limitarse simplemente a garantizar los derechos y el cumplimiento de deberes, como tampoco a la sola fidelidad a los compromisos. Las justas relaciones entre patronos y empleados, gobernantes y ciudadanos suponen la benevolencia natural conforme a la dignidad de personas humanas deseosas de justicia y fraternidad.

 

Comentario: en otras palabras, no solo se trata de respetar derechos y deberes, sino más aún, de fomentar verdaderas relaciones interpersonales, caracterizadas por el respeto y el amor social al prójimo, es decir, el espíritu de solidaridad. En este sentido la enseñanza evangélica de Jesús ha causado una verdadera revolución antropológica. Es decir, de las enseñanzas del Señor se desprende un principio acerca del ser humano totalmente nuevo y que dio al traste con la mentalidad elitista antigua, que no reconocía la dignidad de toda persona humana, especialmente la de los más pequeños y necesitados. Con el tiempo y la expansión del cristianismo fue desapareciendo la esclavitud y surgiendo el fundamento del actual reconocimiento universal de los derechos humanos. Cierto, todavía muchos de esos derechos no son respetados, pero por lo menos la humanidad tiene delante de sí este reconocimiento, con la posibilidad de un día convertirse y abandonar su arrogancia y egoísmo.

 

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