Familia unida, cultura provida (IV): Deberes de los miembros de la familia

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

www.vidahumana.org

 

23 de enero de 2025

 

 

Introducción

 

En el artículo anterior abordamos el tema de qué dice el Catecismo sobre la familia y la sociedad. En este último artículo vamos a tratar los deberes de los miembros de la familia. Reiteramos que los números más importantes sobre la familia que se encuentran en el Catecismo son: 1652-1658, 2197-2233.

 

Estamos convencidos de que es importante que todos los católicos y personas de buena voluntad, pero, sobre todo, los padres de familia y los jóvenes adultos que están pensando en casarse conozcan el Catecismo, sobre todo en cuanto a un asunto tan importante como la familia. Recordemos que para poder defender la vida con eficacia también hay que defender la familia, la cual se funda en el matrimonio verdadero entre un hombre y una mujer, estable, duradero y abierto a la vida, que los hijos necesitan.

 

Si el Catecismo les parece muy largo y denso, recomendamos el Compendio del Catecismo, el cual es mucho más corto y fácil de entender. Para los jóvenes recomendamos el YOUCAT en español. Es muy bueno. ¡Todos los jóvenes y católicos adultos tienen el grave deber de conocer la doctrina de la Iglesia! ¡Sobre todo los padres de familia!

 

 

III. Deberes de los miembros de la familia

 

Deberes de los hijos

 

2214 La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (ver Efesios 3:14-15); es el fundamento del honor debido a los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (ver Proverbios 1:8; Tobías 4:3-4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (ver Éxodo 20:12).

 

Efesios 3:14-15: Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. 

 

Proverbios 1:8: Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la lección de tu madre.

 

Tobías 4:3-4: Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: “Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo.”

 

Éxodo 20:12: Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh, tu Dios, te va a dar.

 

2215 El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. “Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?” (Eclesiástico 7:27-28).

 

2216 El respeto filial se expresa en la docilidad y la obediencia verdaderas. “Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre […] en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar” (Proverbios 6:20-22). “El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión” (Proverbios 13:1).

 

Comentario: En este bellísimo pasaje, el Catecismo nos recuerda todo lo mucho que nuestros padres se han sacrificado por nosotros sus hijos. Desde las noches en vela por un bebé con cólicos que no para de llorar, hasta las visitas al médico o incluso al hospital debido a una emergencia, siguiendo por horas extra de trabajo para completar un salario y poder alimentarnos y enviarnos a estudiar la carrera que anhelábamos, etc.

 

Observemos también el llamado de atención a los hijos o hijas arrogantes que desprecian la edad y sabiduría de sus padres, creyendo que saben más que los demás. No pocos adolescentes hoy en día, deslumbrados ante las nuevas tecnologías – tabletas y teléfonos inteligentes, etc. – se creen superiores a sus padres y abuelos porque a éstos les cuesta trabajo entender estos nuevos aparatos. Y no se dan cuenta de que eso es una falta de respeto y una actitud de ingratitud ante tantos gigantes inventores del pasado que descubrieron las bases para las nuevas tecnologías. Olvidan que a Dios no les gusta para nada los arrogantes, pero sí se inclina con benevolencia ante el humilde, el que respeta a sus mayores y está dispuesto a aprender de la sabiduría de ellos o, al menos, a escucharlos con humildad.

 

2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia. “Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor” (Colosenses 3:20; ver Efesios 6:1). Los niños deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el niño está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.

 

Comentario: En esta última oración, el Catecismo pone sobre aviso, no solo a los niños, sino más aún a sus padres, quienes deben siempre estar al tanto de lo que la escuela les enseña a sus hijos. Esto cobra gran importancia sobre todo ante la “educación” sexual inmoral y otras ideologías dañinas, como la de género y del transgenerismo, así como la teoría de la crítica racial, que es de corte marxista. Los padres tienen el derecho, anterior al Estado y al sistema educativo, de retirar a sus hijos de esas clases o incluso de la escuela, si ésta está corrompida por estas ideologías perversas. Incluso, tienen el derecho y el deber de unirse a otros padres para cambiar los planes de estudio que no se ajusten a sus valores verdaderos.

 

Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.

 

2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (ver Marcos 7:10-13).

 

Marcos 7:10-13: Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre y el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte.” Pero, vosotros decís: “Si uno dice a su padre o a su madre: ‘Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán – es decir: ofrenda’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre”, anulando así la Palabra de Dios por su tradición que se han transmitido.

 

[Jesús se está refiriendo aquí a una tradición puramente humana que no tiene nada que ver con la verdadera Tradición Apostólica, la cual también transmite la Palabra de Dios como enseña el Catecismo nos. 81 y 82.]

 

Luego el Catecismo cita otra vez la Biblia:

 

“El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre” (Eclesiástico 3: 2-6).

 

«Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor […] Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre» (Eclesiástico 3:12-13,16).

 

2219 El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar; atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas. El respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar. “Corona de los ancianos son los hijos de los hijos” (Proverbios 17:6). “[Soportaos] unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y paciencia” (Efesios 4:2).

 

2220 Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores, de los catequistas, de otros maestros o amigos. “Evoco el recuerdo […] de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti” (2 Timoteo 1:5).

 

Deberes de los padres

 

2221 La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación “tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse” (documento Gravissimum educationis sobre la educación cristiana, no. 3, del Concilio Vaticano II GE 3). El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables (ver Familiaris consortio FC 36).

 

2222 Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas. Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre de los cielos.

 

2223 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. La familia es un lugar apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones “materiales e instintivas a las interiores y espirituales” (S. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus sobre la doctrina social de la Iglesia en conmemoración del centenario de la primera de estas encíclicas del Papa León XIII, publicada en 1891 CA 36). Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos:

 

«El que ama a su hijo, le corrige sin cesar […] el que enseña a su hijo, sacará provecho de él» (Eclesiástico 30:1-2). «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor» (Efesios 6:4).

 

2224 La familia constituye un medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias. Los padres deben enseñar a los hijos a guardarse de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.

 

Comentario: Una vez más, el Catecismo recuerda a los padres que ellos son los primeros y principales educadores de sus hijos, inclusos en cuanto a las virtudes sociales, económicas y políticas.

 

2225 Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su primera edad, deberán iniciarlos en los misterios de la fe, de los que ellos son para sus hijos los “primeros […] heraldos de la fe” (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium o “Luz de los pueblos”, sobre la Iglesia LG 11). Desde su más tierna infancia, deben asociarlos a la vida de la Iglesia. La forma de vida en la familia puede alimentar las disposiciones afectivas que, durante toda la vida, serán auténticos cimientos y apoyos de una fe viva.

 

Comentario: Esto último sobre las “disposiciones afectivas” es muy importante. La vida moral no es simplemente un conjunto de reglas frías y abstractas, sino mandamientos de amor dados por Dios que deben tocar el corazón y suscitar emociones y sentimientos de amor, justicia, honestidad, generosidad y en fin toda una vida interior afectiva que sirva de apoyo al ejercicio de las virtudes, especialmente en los momentos difíciles o de prueba.

 

2226 La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la familia se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida cristiana de acuerdo con el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (ver LG 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres.

 

Comentario: Una vez más reiteramos que la parroquia debe desarrollar una pastoral no de la sustitución de los padres, sino de la potenciación de los padres. Es decir, el párroco y los encargados de la catequesis y formación de adultos deben ayudar, con mucho respeto y humildad, a los padres a formarse bien en la doctrina cristiana, para que ellos a su vez formen a sus hijos. Esto no debe restar para nada a la importancia de la catequesis parroquial, complemento de la catequesis familiar.

 

2227 Los hijos, a su vez, contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad (ver GS 48, 4). Todos y cada uno deben otorgarse generosamente y sin cansarse el mutuo perdón exigido por las ofensas, las querellas, las injusticias y las omisiones. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige (ver Mateo 18:21-22; Lucas 17:4).

 

Mateo 18:21-22: Pedro se acercó entonces y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Dícele Jesús: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” [Es decir, siempre.]

 

Lucas 17:4: Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, le perdonarás.

 

2228 Durante la infancia, el respeto y el afecto de los padres se traducen ante todo en el cuidado y la atención que consagran para educar a sus hijos, y para proveer a sus necesidades físicas y espirituales. En el transcurso del crecimiento, el mismo respeto y la misma dedicación llevan a los padres a enseñar a sus hijos a usar rectamente de su razón y de su libertad.

 

  1. 2229. Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuelaque corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos (ver GE6). Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.

 

Comentario: También la educación en el hogar, para aquellos padres que puedan llevarla a cabo, es una buena opción. En EEUU y en otros países, se está llevando a cabo con éxito y con el apoyo de organizaciones católicas dedicadas a ello y de la comunidad católica circundante.

 

2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Esta indispensable prudencia no impide, sino al contrario, ayuda a los hijos con consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.

 

2231 Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Estas personas pueden contribuir grandemente al bien de la familia humana.

 

 

  1. La familia y el reino de Dios

 

2232 Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús (ver Mateo 16:25): “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10: 37).

 

2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: “El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mateo 12:49).

 

Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.

 

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