La disminución de la población está destruyendo el futuro de la civilización
Por el Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Vida Humana Internacional.
Publicado originalmente en inglés el 29 de abril del 2024 en: https://www.hli.org/2024/04/population-decline-destroys-civilization/
Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.
La película de 2006 Children of Men (“Los hijos de los hombres”, traducción libre), basada en una novela del mismo nombre, imagina un mundo en el que toda la raza humana ha sufrido infertilidad durante más de dos décadas. El resultado es una civilización totalmente desprovista de bebés y niños, y en la que el ser humano más joven tiene más de veinte años. El estado de ánimo en general de la raza humana, ante la perspectiva de su extinción, es de inutilidad y desesperación. El resultado es que el mundo está desgarrado por la guerra y la violencia.
Sin embargo, en medio de esta oscuridad surge un milagro: una mujer embarazada, la única mujer embarazada conocida en el mundo. De repente, hay una luz. Hay esperanza. Hay algo por lo que vale la pena vivir, algo por lo que vale la pena luchar.
Si bien la película es una fantasía distópica, a través de la exageración llama nuestra atención sobre el milagro, a menudo poco apreciado, de la llegada de una nueva vida humana, y el impacto que este evento tiene no sólo en la mujer que espera que nazca el hijo, sino en todos los que la rodean y en la sociedad en su conjunto. Es instructivo observar a una nueva madre mientras carga a su bebé recién nacido.
Si el bebé está en un cochecito en la calle, incluso completos extraños se detendrán y tomarán el dedo meñique del bebé en sus manos, le sonreirán y hablarán como el bebé. Es probable que una nueva madre caminando por el pasillo de la iglesia capte la atención embelesada de la mitad de la congregación, algunos de los cuales saludarán en voz baja al bebé, tratando de obtener una reacción.
Las personas mayores a veces sienten que se han vuelto diez años más jóvenes cuando se enteran por primera vez de que van a convertirse en abuelos. De repente, no es sólo el declive de la vejez lo que tienen que esperar, sino más bien el amor que pueden derramar sobre un nieto y una especie de revivir sus propios años de juventud y paternidad.
Esa es la alegría que puede traer un bebé. Y esa es, al parecer, la alegría a la que toda nuestra civilización ha dado la espalda.
Las tasas de natalidad en EEUU caen a su nivel más bajo jamás registrado
Hace unos días, el Centro para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del gobierno de Estados Unidos publicó datos sobre los nacimientos en 2023. El informe revela que la tasa de natalidad de Estados Unidos ha caído a su nivel más bajo en toda su historia.
La caída es decepcionante, dado el aumento temporal que se produjo en 2021 y 2022. Este aumento temporal había sido el primero desde 2014. Sin embargo, en 2023, la caída de décadas de las tasas de fertilidad renovó su curso implacable. Los científicos del CDC descubrieron que en 2023 la tasa general de fertilidad cayó a poco más de 1.6 bebés nacidos por cada mujer, muy por debajo de la tasa de fertilidad de reemplazo de 2.1.
He abordado este tema muchas veces en el pasado. Y, sin embargo, cada vez que vuelvo a hacerlo, descubro que cada vez más países informan registros cada vez más dramáticos en términos de cuán rápido y bajo están cayendo las tasas de natalidad. ¡Grecia, por ejemplo, informó recientemente el número más bajo de nacimientos en noventa y dos años! En respuesta, el gobierno entra en pánico y busca algo, cualquier cosa, que pueda hacer para revertir esta tendencia.
En un artículo reciente publicado en Bloomberg, el historiador Niall Ferguson analiza muchas de las consecuencias de este declive global. Un punto que señala destaca por su importancia. Ferguson señala que todas las proyecciones indican que, en algún momento dentro de este siglo, la población humana alcanzará su punto máximo y luego comenzará a disminuir. Sin embargo, señala Ferguson, las tasas de colapso demográfico no serán la caída suave y gradual que algunas personas podrían anticipar.
“La mayoría de los expertos luchan por comprender que, cuando la población humana comience a disminuir, no lo hará de manera gradual, sino casi tan abruptamente como antes aumentó”, escribe.
Ferguson cita a Dean Spears, quien escribió en el New York Times: “La humanidad no alcanzará una meseta y luego se estabilizará. Comenzará un declive sin precedentes. Si la tasa de fertilidad mundial después del año 2100 fuera la misma que la actual en los Estados Unidos, entonces la población mundial caería de un máximo de alrededor de 10 mil millones de personas a menos de 2 mil millones unos 300 años después, quizás durante 10 generaciones. Y si el tamaño de las familias siguiera siendo pequeño, la población [global] seguiría disminuyendo.”
En otras palabras, si bien no necesariamente enfrentaremos el tipo de escenario imaginado en Children of Men, el mundo enfrentará un cambio monumental, con consecuencias monumentales. En el espacio de unas pocas generaciones, los edificios construidos para albergar a una población mucho mayor quedarán vacíos. Como ya está sucediendo en Japón, barrios enteros quedarán abandonados y las casas se convertirán en ruinas. Se cerrarán las escuelas.
Es difícil de comprender y de imaginar.
El Padre Paul Marx, fundador de VHI, predijo esta situación
En el artículo de Bloomberg, Ferguson observa: “No mucha gente previó el colapso de la fertilidad global. Tampoco nadie esperaba que esto sucediera en todas partes”.
Puede que eso sea cierto. A raíz de la publicación del disparatado libro La bomba demográfica, del proabortista Paul Ehrlich, y otros tratados alarmistas y neomalthusianos que lanzaban predicciones apocalípticas falsas sobre el impacto de una presunta pero falsa “superpoblación”, la atención de la mayoría de la gente se centró por completo en la supuesta “necesidad urgente” de reducir las tasas de fertilidad.
Después de décadas de propaganda y políticas gubernamentales a favor de la anticoncepción, la esterilización y el aborto, financiadas con incontables miles de millones de dólares de los contribuyentes, la comprensión de que podemos estar enfrentando una reducción potencialmente cataclísmica de la población mundial está surgiendo de repente, y aparentemente demasiado tarde para cambiar de rumbo.
Entre los pocos que predijeron y advirtieron sobre los peligros del colapso global de la fertilidad se encontraban algunos activistas provida y a favor de la familia. Activistas como el fundador de Vida Humana Internacional, el Padre Paul Marx, entendió que cuando una civilización hace la guerra a su futuro al presentar descabelladamente la fertilidad como una “enfermedad” que debe curarse, habrá consecuencias de mayor alcance de lo que cualquiera de los controladores demográficos anticipó.
Como señala Ferguson, muchos países han reaccionado con alarma ante la magnitud de la caída de la fertilidad y han intentado contrarrestarla ofreciendo diversos incentivos a los matrimonios para que tengan más hijos. Sin embargo, señala, “no conozco ningún ejemplo en el que las políticas pro-natales hayan funcionado realmente”. Pone el ejemplo de Rusia, donde Putin ha instado firmemente a los matrimonios a tener más hijos. Putin está tan decidido a aumentar la tasa de natalidad que incluso ha dado a las matrimonios un día libre en el trabajo con el objetivo expreso de animarlos a utilizar ese tiempo para intentar concebir. Y, sin embargo, a pesar de llegar a extremos tan absurdos, Rusia no ha logrado cambiar el rumbo. La tasa de fertilidad rusa se sitúa actualmente en 1.5 hijos nacidos por mujer y sigue cayendo.
Un ministro griego expresó recientemente el sentimiento común entre los muchos gobiernos que han intentado revertir las tendencias de natalidad. “Si les dijera que cualquier ministro en cualquier ministerio puede revertir la tendencia, sería una mentira”, dijo a Reuters Sofia Zacharaki, ministra griega de cohesión social y asuntos familiares. Pero añadió: “Tenemos que seguir intentándolo”.
Ferguson concluye su artículo con una cruda predicción. El mundo avanza hacia una tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo y una rápida disminución de la población, afirma. “Está viniendo. Y no hay nada que podamos hacer para detener esta tendencia”.
Los matrimonios no quieren tener hijos
Por supuesto, no hay resultados ciertos cuando se trata del comportamiento humano. Es completamente posible que los seres humanos cambien de rumbo. Sin embargo, al evaluar si esto es probable o no, debemos reconocer que hay muchas razones para creer que, salvo una conversión radical del corazón o algún acontecimiento imprevisto, la raza humana seguirá eligiendo el camino hacia una infertilidad cada vez mayor.
Desde hace décadas, los gobiernos han invertido miles de millones de dólares en la promoción del aborto, la anticoncepción y la esterilización. Esto se defendió en nombre del “feminismo” y de una ideología de “libertad” radical. La mayoría de las naciones occidentales están tan arraigadas a esta visión del mundo en contra de la vida que incluso ante una disminución potencialmente catastrófica de la natalidad, no se atreven siquiera a sugerir que tal vez haya buenas razones para desincentivar el aborto y la esterilidad.
Tal es el caso de Francia, que recientemente añadió el acceso al aborto a su Constitución nacional. Esto, al mismo tiempo que el presidente francés, Emmanuel Macron, advierte que Francia necesita tomar medidas drásticas para aumentar su tasa de natalidad. Semejante contradicción es nada menos que perversa y totalmente desquiciada.
Además, la reducción gradual del tamaño de las familias, junto con los rápidos aumentos de la riqueza global, ha remodelado por completo los estándares y expectativas sobre la crianza de los hijos. Como señala Ferguson en su informe, una de las razones más comunes que dan los matrimonios para no tener hijos es las dificultades económicas. “Para tener una familia hoy en día, es necesario convertirse en un héroe”, dijo un padre griego a Reuters. “Para tener un segundo hijo, es necesario que entre más dinero a la casa”, siguió diciendo el despistado ciudadano.
Si bien sería un serio error el descartar las dificultades financieras legítimas que enfrentan muchos matrimonios, esta actitud me parece fundamentalmente absurda. Durante milenios, los matrimonios han dado la bienvenida a sus hijos al mundo en circunstancias mucho, mucho más difíciles que las que enfrentan los matrimonios en las naciones occidentales ricas. Sin embargo, las expectativas de muchos matrimonios sobre el nivel de vida y la seguridad financiera son tan altas que se considera un acto de “heroísmo” tener un solo hijo en una nación occidental desarrollada con atención médica y educación financiadas con fondos públicos. Desgraciadamente, ésta es la nueva norma adoptada por muchos jóvenes. Casarse y dar la bienvenida a los hijos ya no se considera una parte normal de una vida significativa, sino más bien un paso extraordinario que debe darse sólo cuando las circunstancias sean “perfectas” y la seguridad financiera esté garantizada. Frente a estándares tan poco realistas, ¡ningún matrimonio tendría más que un hijo! Y, de hecho, muchos no lo tendrán.
Cómo dar esperanza a un mundo que está en contra de la familia
Una de las frases más tristes que he leído jamás se encuentra en el informe de Reuters sobre el declive demográfico en Grecia. “Solíamos reunirnos en bodas, en bautizos. Ahora nos reunimos en los funerales”, dijo Chrysoula Ioannidos, de 61 años, residente en Grecia. “Hay muy pocos nacimientos”, concluyó.
Esta es la realidad en muchas naciones occidentales y asiáticas ricas. La reducción de los nacimientos en muchas naciones es tan significativa que muchas comunidades simplemente no tienen un número significativo de bebés o niños. Los pueblos están vacíos. Sus escuelas están cerradas.
De hecho, la realidad vivida en ciertas partes del mundo está empezando a parecerse al mundo distópico de Children of Men.
Reuters informa que hay pueblos griegos que no han visto un solo nacimiento en años. Una escuela que atiende a 17 aldeas tiene sólo cuatro niños en primer grado. Un terapeuta del habla griego dijo a Reuters que tiene que lidiar con problemas de aprendizaje infantil causados por el hecho de que hay menos niños y esos pocos niños están socialmente aislados de otros niños. Un niño de trece años dijo a Reuters que pasa el fin de semana jugando videojuegos dentro de su casa porque no hay niños de su edad con quienes jugar. Qué mundo tan triste nos han creado los controladores demográficos que infunden miedo. Un mundo desesperado, inconexo, triste y sin alegría, en el que los matrimonios jóvenes carecen de la valentía y la esperanza para hacer lo más normal del mundo: formar una familia.
Nos corresponde, pues, anunciar con alegría el Evangelio de la vida: no sólo con nuestras palabras, sino también con nuestras acciones. ¡Estemos abiertos a la vida! ¡Seamos generosos y acojamos a los niños! ¡Mostrémosle al mundo cuánto disfrutamos a nuestros hijos! Animemos a nuestros propios hijos a estar abiertos a engendrar hijos y ayudémoslos en todo lo que podamos. Colmemos a nuestros nietos de amor y afecto.
El fracaso de las intervenciones gubernamentales muestra claramente que no podemos depender de soluciones tecnocráticas a este problema. La ansiedad ante la transmisión de la vida parece hereditaria. Lo que se transmite de generación en generación no son hijos, sino esta ansiedad ante la posibilidad de tenerlos. Los padres que sólo tienen unos pocos hijos, por miedo, contagian este miedo a sus hijos, quienes a su vez tienen aún menos hijos.
Debemos contrarrestar este prejuicio contra la vida creando una Cultura de la Vida dentro de nuestras propias familias: un entusiasmo por la vida que sea contagioso y que contagie a nuestros propios hijos y, a través de nuestras familias, a nuestros vecinos, comunidades y naciones. La renovación cultural no es obra de un año, ni de una década, sino de generaciones. Pongamos nuestras manos en el arado y cultivemos la vida en medio de una generación antivida.
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