La “educación” sexual antinatural y sus consecuencias mortales

 

Padre Shenan J. Boquet

Presidente

Vida Humana Internacional

 

Adolfo J. Castañeda, Director de Educación de VHI, contribuyó significativamente a la versión en español de este artículo.

 

VHI agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.

 

Publicado originalmente en inglés el 22 de mayo de 2023 en: https://www.hli.org/2023/05/unnatural-sex-education-its-deadly-consequences/

 

Y también en español en el Boletín Electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional, el 26 de mayo de 2023.

Vol. 07.

No. 25.

 

Y en vidahumana.org en Temas/Educación sexual vs. Castidad/Visión general de la educación sexual hedonista.

 

 

*Algunos de los temas de este artículo incluyen material explícito que puede no ser adecuado para lectores más jóvenes u otras personas vulnerables.*

 

 

Pocas cosas me provocan más una justa indignación que la visión cada vez más común de adultos con una ideología depravada que hipersexualizan a los niños, ya sea para su propia gratificación o con el fin de difundir la ideología de la revolución sexual.

 

Uno ve esto quizás más abiertamente en el creciente movimiento “drag queen”, que ha pasado de ser un fenómeno confinado a los bares de adultos de mala muerte, a algo en lo que se invita a los niños a participar y competir. Los “drag queens” son hombres que se visten estrafalariamente de mujeres para realizar espectáculos en los cuales se contorsionan de forma provocativa.

 

Un ejemplo entre muchos fue el espectáculo desgarrador en el canal de televisión CBC, la cadena financiada por el gobierno de Canadá, de un programa llamado “Drag Kids” (“Niños Drag”). Lo que es más mortificante es la absoluta desvergüenza de los activistas detrás del programa.

 

Un artículo promocional sobre el programa declara: “Un nuevo tipo de reina está surgiendo en la escena: es feroz, vive en una época de acceso sin precedentes a la cultura queer (homosexual) y es más joven que nunca. Ella es una niña travesti”.

 

Un niño, “más joven que nunca”, que vive en una “cultura queer”. ¡Y la cadena CBC está celebrando esto!

 

El mismo artículo promocional celebra el hecho de que un “niño drag” de nueve años que aparece en el programa vende productos temáticos en una “tienda local de fetiches” (en otras palabras, un sex shop con clasificación para adultos).

 

Otra de las estrellas fue una niña de 11 años que supuestamente está buscando “oportunidades para conectarse en el mundo de los espectáculos de drag para mayores de 19 años” (en otras palabras, ¡el mundo adulto de las actuaciones drag sexualmente explícitas!).

 

Mientras tanto, uno no necesita buscar muy lejos para encontrar clips de niños pequeños en la “Marcha del Orgullo Gay” o eventos de drag, bailando de una manera que solía limitarse a los clips de striptease, mientras los adultos los animan, incluso arrojándoles dinero.

 

Hace unas semanas, mencioné brevemente un nuevo programa de televisión mal llamado “educativo” en la televisión holandesa, en el que participantes adultos (incluidas personas “transgénero” que se han sometido a cirugías para mutilar el cuerpo) se desnudan y exhiben sus cuerpos frente a los niños.

 

No hay otra palabra para todo esto que “diabólico”.

 

 

“Educación” sexual hipersexualizada

 

Sin embargo, mientras que las demostraciones abiertamente sexuales como las mencionadas anteriormente se están volviendo más comunes, hay una forma aún más influyente en la que los adultos están inculcando a los niños sus perversas visiones sexuales del mundo, a saber, la financiación masiva del despliegue sexualmente explícito por medio de programas de “educación” sexual moralmente libertinos en todo el mundo.

 

Tomemos, por ejemplo, el artículo reciente en Fox News sobre cómo la Fundación Bill y Melinda Gates financia la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF) por una suma de decenas de millones de dólares. Sin embargo, como señala el reportero de Fox, la IPPF ha estado comprometida con la sexualización de los niños desde hace muchos años. Por ejemplo, lanzó un kit de herramientas de “educación” sexual en 2017 en el que la organización afirma que se debe enseñar a los niños menores de diez años que “la actividad sexual puede ser parte de diferentes tipos de relaciones”, incluido el “trabajo sexual comercial” (es decir, la prostitución).

 

El kit de herramientas también establece que a los niños se les debe enseñar que, “A medida que crezcas, podrías comenzar a interesarte en personas con diversas identidades de género”. Además, los “educadores” sexuales deben tener una “comprensión de los jóvenes como seres sexuales”. “Todas las personas son seres sexuales con derechos sexuales, independientemente de su edad”, afirma el documento de IPPF, y agrega: “Los derechos sexuales incluyen… el derecho a decir sí o no a las relaciones sexuales; el derecho a expresar la sexualidad, incluido el derecho a buscar placer; el derecho a disfrutar de la autonomía corporal…”

 

Todo esto es un lenguaje muy perturbador, que enfatiza la naturaleza “sexual” de los niños mucho antes de que hayan llegado a la pubertad. Uno se pregunta, ¿qué razón podría haber para hablarles a los niños preadolescentes sobre la prostitución, o sobre la “naturaleza sexual” de los niños y el “derecho a buscar placer”, aparte de plantar semillas de lujuria en su cabeza?

 

Se puede encontrar un lenguaje igualmente preocupante en las recientes “pautas” de “educación” sexual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la ONU, que sugieren que los niños deben recibir “educación” sexual “desde el nacimiento”. En todo el documento, la palabra “matrimonio” solo aparece un puñado de veces, y ni una sola vez en el contexto de sugerir que la sexualidad podría desempeñar un papel especial en el matrimonio. En cambio, el énfasis del documento está en cosas como negociar límites sexuales, consentimiento, aprender a usar anticonceptivos, respetar la privacidad y elegir tener “experiencias sexuales”.

 

En última instancia, este tipo de “educación” sexual absolutamente depravada está diseñado para adoctrinar a niños, adolescentes y jóvenes en una comprensión profundamente inmoral de la sexualidad. La atención se centra en gran medida en el placer sexual como el valor más importante (a veces el único), siendo el consentimiento y el disfrute el criterio de lo que es aceptable. El amor conyugal y la procreación son meramente características periféricas de la sexualidad, y esta última (es decir, la procreación) se ve a menudo como un efecto secundario desafortunado y lamentable del comportamiento sexual, que generalmente debe evitarse como la peste por medio de un arsenal completo de métodos anticonceptivos.

 

Tenemos que entender de una vez por todas que la ONU, la OMS, la IPPF y otras organizaciones antivida, no solo promueven el aborto en sus diferentes formas, sino que también son pervertidoras de menores de edad y de jóvenes o al menos, como es el caso de la Fundación Gates, contribuyen con su financiamiento a la promoción de estos males.

 

 

Los derechos de los padres

 

En muchos casos, es bastante claro que los diseñadores de estos programas saben perfectamente que los padres de los niños a los que enseñan no apoyarían muchas de las lecciones que se imparten. Sin embargo, estos ideólogos creen que es su responsabilidad “moral” anular los deseos de esos padres que piensan “de manera anticuada” además de adoctrinar a los niños en el nuevo credo del libertinaje sexual. Y así, siguen adelante y enseñan puntos de vista muy controvertidos sobre el género y la sexualidad, a menudo sin ni siquiera informar a los padres o brindarles la oportunidad de retirar a sus hijos de las clases objetables.

 

Esto es profundamente contrario a la doctrina de la Iglesia Católica no solo sobre la moralidad sexual, sino también sobre la primacía fundamental de los padres como educadores de sus hijos.  Los derechos de los padres son derechos primarios, es decir, son anteriores a la autoridad del estado sobre los niños. Esta primacía se basa en la naturaleza misma de la relación padre-hijo, y no se deriva de ninguna manera de la autoridad del estado.

 

Dado que los padres han dado a los hijos su vida, están obligados por la más grave obligación de educar a su descendencia y, por tanto, deben ser reconocidos como el primer y principal educador” (Gravissimum Educationis, Nro. 3).

 

Como también establece el Artículo V de la Carta de los Derechos de la Familia del Vaticano: “Por haber conferido la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho original, primario e inalienable de educarlos; por lo que deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos…”

 

De ninguna manera esto significa que los niños no deban recibir una educación en la sexualidad que sea delicada respetuosa y guiada por los valores morales. Todo lo contrario. Significa simplemente que cualquier educación de este tipo debe ser impartida o guiada por los padres y aprobada por ellos. Como comienza un documento del Consejo Pontificio para la Familia, titulado “Sexualidad humana: Verdad y significado”: “Entre las muchas dificultades que los padres encuentran hoy, a pesar de los diferentes contextos sociales, se destaca ciertamente una: preparar a los niños adecuadamente para su vida adulta, particularmente en lo que se refiere a la educación en el verdadero sentido de la sexualidad”.

 

Lamentablemente también, cuando un maestro o maestra cierra la puerta del aula y comienza su clase de “educación” sexual, los padres no tienen ningún control sobre lo que el docente les enseña o les muestra a sus hijos, por más que la escuela haya prometido a los padres hacer caso de sus exigencias respecto de una educación en la sexualidad que fomente la castidad y los valores de la sexualidad en el matrimonio verdadero.

 

El documento continúa denunciando que la escuela, al impartir “educación” sexual, ha sobrepasado de manera arbitraria a la familia como fuente de información sobre la sexualidad, y muchas veces de un tipo que “conduce a la deformación de las conciencias”. Lamentablemente, continúa el documento, esto es a menudo el resultado de que los padres “renunciaron a su deber” de tomar la iniciativa “debido a la dificultad y su propia falta de preparación”.

 

Fundamentalmente, señala el documento, la educación sexual debe ser una educación en la verdad y la virtud, formando hombres y mujeres jóvenes capacitados para vivir la virtud de la castidad, ya sea en la vida soltera o religiosa, o dentro del matrimonio. Si bien “otros educadores pueden ayudar en esta tarea”, agrega, “solo pueden tomar el lugar de los padres por razones graves de incapacidad física o moral”. Esto es lo único que tiene sentido. No podemos esperar que los sistemas de escuelas públicas enseñen la sexualidad de una manera integrada que sea consistente con las enseñanzas de la Iglesia, la ley natural y una comprensión correcta de la persona y la dignidad humanas.

 

El Estado tiene un interés legítimo en el bienestar de los niños. Sin embargo, debido a que los padres tienen la responsabilidad más directa de sus hijos, el papel del Estado en la promoción del bienestar de los niños es secundario al papel de los padres y debe consistir en proporcionar servicios y recursos que ayuden a los padres a cumplir con sus responsabilidades, no usurparlas.

 

 

Consecuencias terribles

La información sexual sin valores morales o incluso en contra de dichos valores, como la que promueven la OMS, la IPPF y la Fundación Bill y Melinda Gates, junto con la disponibilidad ilimitada de anticonceptivos, ha llevado a una explosión de la promiscuidad. Muchos jóvenes, saturados de la propaganda de la “educación” sexual, se involucran tempranamente en la actividad sexual, confiando ingenuamente en la “protección” de las tecnologías anticonceptivas que les han proporcionado como una “gran” herramienta de una falsa “liberación”.

 

Sin embargo, muchos aprenden rápidamente, para su consternación, que no existe un método anticonceptivo a prueba de fallas. Incluso cuando los anticonceptivos se usan “perfectamente” (lo que los estudios muestran que rara vez se hace), algunas veces resultan en “embarazos no deseados”. Los estudios muestran consistentemente que la mayoría de las mujeres que buscan abortar estaban usando anticonceptivos en el momento en que quedaron embarazadas. Como confesó el proaborto Instituto Guttmacher en 2018, el 51% de las mujeres que buscaron abortar en 2014 estaban usando anticonceptivos durante el mes en que quedaron embarazadas.

 

Sin embargo, las organizaciones a favor del aborto exageran constantemente la eficacia de la anticoncepción en los materiales de “educación” sexual, y basan sus estadísticas en los escenarios más favorables, con el resultado de que los niños crecen pensando que las relaciones sexuales no son nada más que un “buen momento, sin consecuencias” siempre que se use “protección”.

 

Sin embargo, cuando las niñas y las adolescentes se encuentran inesperadamente embarazadas después de adoptar el estilo de vida sexualmente promiscuo que la IPPF y Planned Parenthood promovieron con tanto entusiasmo para ellos, la IPPF y Planned Parenthood vuelven a estar disponibles con la oferta de otra solución falsamente “fácil y sin consecuencias”: el aborto.

 

Como dijo una vez el Dr. Alan Guttmacher, expresidente de Planned Parenthood:

 

Como se ha señalado, es más probable que las personas que usan anticonceptivos recurran al aborto inducido que las que no lo hacen, la evidencia que se ha examinado en este capítulo y en los anteriores apunta al hecho de que los servicios de aborto inducido son más necesarios para quienes adoptan cualquier forma de la regulación de la fecundidad.  Ningún país desarrollado ha reducido su tasa de natalidad sin un recurso considerable al aborto y parece poco probable que los países en desarrollo puedan esperar ver una disminución en su fecundidad sin un recurso a gran escala al aborto inducido, legal o ilegal.

 

Y así, la “educación” sexual “integral” conduce inevitablemente a la destrucción de la inocencia y la modestia natural que sobre todo caracterizan a los niños menores de 11 años, lo que conduce al libertinaje sexual y a la matanza de bebés inocentes por medio del aborto. Y esto ni siquiera toma en cuenta el dolor y el sufrimiento emocional y físico, desproporcionadamente sufrido por las mujeres a manos de hombres depredadores, cuando la sexualidad se aparta de las normas morales que, en una sociedad sana, dirigen la energía sexual hacia la auténtica autoestima dando amor a través de la formación de matrimonios y la generación de familias.

 

La Iglesia también se preocupa por las mujeres y los hombres que sufren por un aborto del cual se han arrepentido. La Iglesia les ofrece el siempre imprescindible Sacramento de la Confesión, donde Dios les espera con Su infinita misericordia, siempre que haya un sincero arrepentimiento. La Iglesia también les ofrece los ministerios de reconciliación y sanación postaborto, como el Proyecto Raquel, los Viñedos de Raquel y Entrando en Canaán. ¡Nadie debe perder la esperanza!

 

 

Una pandemia mundial

 

Nuestra juventud está siendo victimizada por individuos y grupos perversos, que no tienen ningún interés en el verdadero florecimiento humano. Los promotores de la revolución sexual y a los ideólogos obsesionados con la sexualidad, que no pueden encontrar un propósito más elevado en la vida que la búsqueda del placer sexual indiscriminado promueven lecciones de “educación” sexual cada vez más explícitas, más propaganda para confundir a nuestra juventud, decisiones libres de consideraciones morales, más identidades sexuales, más hormonas y más cirugías para mutilar el cuerpo. Para ellos, los niños son simplemente medios para un fin: deformar el mundo de los niños a su corrompida imagen y semejanza.

 

Sabemos que la mal llamada “educación” sexual integral es la puerta que lleva a transformar los anclajes morales y culturales de la sociedad en instituciones decadentes. La aceptación generalizada de tales formas de “educación” sexual ha llevado al colapso moral en la cultura moderna. Uno no necesita mirar más allá del espectáculo de incluso los niños más pequeños siendo sexualizados por adultos obsesionados con el sexo, incluso en la televisión nacional, para darse cuenta de que hay algo que está terriblemente mal.

 

La Iglesia no es, ni nunca ha sido, “anti-sexualidad”. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, la unión sexual de marido y mujer es “noble y honorable” y “enriquece a los cónyuges en alegría y gratitud”. Sin embargo, a diferencia del mundo, la Iglesia siempre ha recordado con insistencia a la gente el inmenso poder de una sexualidad desviada de los fines para los cuales Dios la ha creado (el amor conjugal y la procreación), la herida de la naturaleza humana producto del pecado original y el terrible desfile de miseria que se sigue cuando la sexualidad se saca del contexto del matrimonio y se utiliza indebidamente para fines egoístas.

 

La hipersexualización de los niños, que conduce a la ruptura de las normas morales fundamentales con todas las consecuencias prácticas negativas que se derivan, es una pandemia mundial. Debemos oponernos a ella. Debemos estar dispuestos a luchar sin miedo por la inocencia de los niños, por su derecho a desarrollar sus personalidades, intereses y objetivos lejos de la influencia depredadora de los adultos sexualmente depravados que no encuentran mejor uso para su tiempo que atraer a los niños a su mundo oscuro.

 

Ahora, más que nunca, los padres deben tener el coraje de tomar la iniciativa en la educación de sus hijos, sobre todo en el tema de la sexualidad. Ya no es posible lograr resultados dándole a su hijo una “charlita” una vez que llega a la pubertad, y luego dejarlo así. El mundo está inundado de propaganda sexual. Los padres cristianos deben oponerse concertadamente a esta propaganda educándose a sí mismos sobre las ricas enseñanzas de la Iglesia sobre la sexualidad, buscando capacitación y asesoramiento sobre cómo iniciar y mantener una conversación abierta, moralmente fundamentada y fructífera con sus hijos, con el objetivo de crear confianza y el conocimiento correcto y respetuoso de la castidad que puedan dirigir su sexualidad de manera que produzca vida, amor y santidad. Deben, además, unirse a otros padres, para proteger más eficazmente a sus hijos de la “educación” sexual en las escuelas y exigir que ésta sea retirada completamente de las escuelas y dejada en manos de los padres.

 

En este contexto quisiera pedir a los padres que lean y estudien el documento de la Iglesia “Sexualidad humana: Verdad y significado”, que se encuentra en: Sexualidad Humana: Verdad y Significado (1995) (vatican.va). Este documento está específicamente dirigido a los padres. Les ofrece pautas concretas de cómo formar a sus hijos en la castidad de manera individual y según la edad y desarrollo personal de cada hijo.

 

Vida Humana Internacional también tiene artículos muy buenos sobre este tema en su página www.vidahumana.org en la sección “Educación sexual vs. Castidad” en: Educación Sexual vs. Castidad – Vida Humana Internacional.

 

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