La Resurrección de Jesús, EEUU y el mundo
Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Vida Humana Internacional
Publicado originalmente en inglés el 10 de abril de 2023 en: https://www.hli.org/2023/04/resurrection-of-jesus-america-and-the-world/.
Este artículo fue publicado en español en el Boletín Electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional el
13 de abril de 2023.
Vol. 07.
No. 19.
Y también en la página web de Vida Humana Internacional www.vidahumana.org en Temas\Cultura de la Vida
Kristós anésti! – Alithós anésti!
Christus surréxit! – Surréxit vere!
¡Cristo ha resucitado! ¡Ciertamente, Él ha resucitado!
Estas palabras, dadas anteriormente en griego, latín y español, son el saludo y la respuesta tradicional de la Pascua, intercambiadas durante siglos por cristianos de todo el mundo. En estas pocas palabras encontramos sucintamente expresado el misterio central y el mensaje de la fe cristiana: la realidad histórica de la resurrección de Cristo. Es fácil imaginar la confianza y la alegría con la que la primera generación de cristianos, algunos de los cuales pueden haber visto con sus propios ojos a Cristo Resucitado, se exclamaban unos a otros mientras celebraban aquellas primeras Pascuas después de la ascensión de Cristo: “Cristo ha resucitado!”
Ciertamente, Él ha resucitado. ¡Ojalá también nosotros intercambiemos este saludo pascual con nuestra familia y amigos con no menos confianza y no menos alegría!
La importancia central de la Resurrección
San Pablo es famosamente inequívoco al enfatizar cuán crucial es la realidad de la Resurrección para los cristianos. Sin la Resurrección, afirma en 1 Corintios, todo el mensaje cristiano se derrumba. “Porque si los muertos no resucitan”, escribe allí, “tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; todavía estáis en vuestros pecados. Entonces también perecieron los que durmieron en Cristo” (15:16-17).
El Catecismo de la Iglesia Católica se hace eco de San Pablo, señalando que la realidad histórica de la Resurrección es “la verdad suprema de nuestra fe en Cristo, una fe creída y vivida como verdad central por la primera comunidad cristiana; entregada como fundamental por la Tradición; establecida por los documentos del Nuevo Testamento; y predicada como parte esencial del misterio pascual junto con la cruz” (No. 638).
Sin la Resurrección, Cristo podría haber pasado a la historia simplemente como otro gran maestro moral. Pero con su Resurrección, todo cambia: se demuestra a sí mismo como Dios encarnado y derriba el dominio del pecado y de la muerte. Mientras que antes de la venida de Cristo parecía que Satanás y el pecado habían ganado, la Resurrección de Cristo expone el espejismo. ¡La muerte no es la última palabra! “Oh muerte, ¿dónde está tu victoria? ¿Oh muerte, dónde está tu aguijón?” (1 Corintios 15:55)
Como San Pablo continúa declarando en 1 Corintios, “Pero Cristo ciertamente ha resucitado de entre los muertos, las primicias de los que durmieron. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Porque, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vivificados” (15:20-22). Es decir, con Su resurrección, Cristo le da la vuelta a la más aterradora de todas las invenciones de Satanás, la muerte, la cual se convierte en el medio mismo por el cual Cristo devuelve la vida a toda la raza humana.
La revocación de Roe vs. Wade: Una resurrección estadounidense
Mientras celebramos esta Pascua, no puedo dejar de pensar con alegría en cómo nuestro país acaba de experimentar una especie de resurrección propia. Durante cinco décadas, Estados Unidos vivió bajo el dominio del pecado y la muerte. Nuestra nación ostensiblemente “libre”, cuyos documentos fundacionales proclaman la “igualdad” de todos, vivió bajo una infame decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos (Roe vs. Wade) que permitió la matanza directa por medio del aborto de los más débiles e inocentes entre nosotros. Bajo este régimen murieron decenas de millones de inocentes bebés y millones de mamás sufrieron y sufren las consecuencias. Pero la Iglesia no se cansa de defender la vida y de ofrecerles el perdón y la sanación de nuestro Dios misericordioso a todas y todos los que se han involucrado en el aborto y sufren sus terribles consecuencias espirituales y psicológicas, pero que están sinceramente arrepentidos.
“Nadie tiene mayor amor que este: dar la vida por sus amigos”, afirma Cristo en el Evangelio de Juan (15:13). Durante cinco décadas, innumerables activistas provida vivieron estas palabras, dedicando sus vidas a anular esta horrible decisión, para que otros pudieran vivir. Dando la espalda a carreras lucrativas y a una vida cómoda, lucharon por la justicia con determinación.
Muchos de los que dieron todo de esta manera para derrocar a Roe nunca vivieron para ver llegar ese día glorioso. Y, sin embargo, su sacrificio no fue en vano.
En el Evangelio de Juan, Cristo nos asegura: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, una semilla, no cae en tierra y muere, queda como un grano de trigo; pero si muere, da mucho fruto” (12:24). Todos esos actos de autosacrificio realizados por activistas provida durante décadas fueron como semillas que se sembraron en tierra oscura. Incluso si estos activistas nunca vivieron para ver cómo estas semillas cobraban vida, la semilla de su sacrificio yacía dormida en la tierra, esperando la llegada de las lluvias que dan vida.
Esta es la realidad profunda expuesta por la muerte y Resurrección de Cristo, es decir, en un giro de 180 grados, que debe haber enfurecido a Satanás, Cristo nos mostró que la muerte, abrazada voluntariamente por amor al otro, es la puerta misma que conduce a la resurrección y a la vida. ¡Lo mismo que Satanás pensó que había acabado con nosotros, se convierte en el medio de nuestra salvación!
Es cierto que a veces uno puede ser llamado a sacrificar literalmente su vida por otro, y así reflejar el gran acto de amor abnegado de Cristo. Sin embargo, la mayoría de las veces lo que estamos llamados a hacer es sacrificar una parte de nosotros mismos en una especie de muerte: trascender nuestros egos o mezquinos deseos egoístas, para aprender a tratar al otro como un segundo yo. Esto, como nos lo muestra la vida, muerte y Resurrección de Cristo, es la esencia misma del amor.
A través de sus actos de amor, los héroes provida de nuestra nación participaron en la gran resurrección de Cristo y provocaron una especie de resurrección dentro de nuestra nación. Por primera vez en décadas, muchos estados ya no permiten el asesinato de niños no nacidos casi por ningún motivo. Como resultado, decenas de miles de niños no nacidos nacerán en el próximo año, que de otro modo podrían haber sido asesinados, asesinados dentro del útero de su madre. El día que Roe se convirtió en ley, una parte de nuestra nación murió. El día que Roe fue anulado, se le dio una nueva oportunidad a la vida.
El siguiente objetivo: Una resurrección global
Y esto puede ser solo el comienzo. Esa, al menos, es mi más preciada esperanza y oración.
Una cita incluida en el título de un artículo reciente en el periódico The Guardian captura perfectamente esta esperanza: “Si podemos hacerlo, usted puede hacerlo”. La cita es de Sean Carney, el CEO de la exitosa organización 40 Days for Life, dirigida a los provida del Reino Unido. Todo el artículo trata sobre cómo los grupos provida con sede en EEUU están esparciendo la esperanza entre los activistas provida a nivel global de que ellos también pueden cambiar el curso de sus naciones y hacer que el impulso histórico vuelva a la vida.
Por supuesto, los propios Estados Unidos aún tienen un largo camino por recorrer. Hay muchos estados que aún permiten el aborto, y es probable que cientos de miles de abortos ocurran cada año. La labor provida que tenemos por delante es como un menú a la carta. Sin embargo, no hay duda de que la revocación de Roe es un momento decisivo, que muestra que la historia no está del lado de la “cultura” de la muerte. Naturalmente, los periodistas de The Guardian están lejos de estar encantados de que los provida de EEUU alienten a los provida del Reino Unido a trabajar con confianza hacia su propia resurrección nacional provida. Sin embargo, es agradable leer lo preocupados que están los activistas proaborto del Reino Unido por la nueva confianza infundida en el movimiento provida por esta inesperada, pero largamente esperada, victoria estadounidense.
Neil Datta, director ejecutivo del Foro Parlamentario Europeo para la Salud Sexual y Reproductiva, por ejemplo, le dijo a The Guardian, hablando de los activistas provida estadounidenses: “Podemos esperar que los éxitos que han tenido en los EEUU en estas áreas sean adaptados al contexto del Reino Unido en los próximos años”.
De hecho, ¡sí podemos! Para lograr una “resurrección” global que proteja la vida humana antes de nacer, este tipo de cooperación internacional es absolutamente esencial. Al compartir experiencias, mejores prácticas y marcos legales, los países pueden aprender unos de otros y trabajar hacia el objetivo colectivo de salvaguardar los derechos de los niños no nacidos. Y como muestra The Guardian, ¡esto es exactamente lo que está sucediendo! Como Katherine O’Brien, portavoz proaborto de la organización sin fines de lucro British Pregnancy Advisory Services, le dijo a The Guardian: “Nuestro temor de que Roe v Wade sea revocado consiste no solo en que ello inspire a los activistas antiaborto en todo el mundo, sino que también motive a los estadounidenses antiaborto y sus organizaciones que pueden tener una reserva de dinero que no necesitarán gastar en EEUU, a que la envíen aquí y a todo el mundo”.
¡La vida lleva a la vida!
La Pascua es la culminación de la Navidad
La Navidad y la Pascua son las dos grandes fiestas dentro del calendario litúrgico cristiano.
De alguna manera, es más fácil establecer las conexiones entre la Navidad y este gran movimiento por la vida. Después de todo, dentro de la escena navideña vemos a Dios encarnado en el niño recién nacido, viniendo a este mundo en la oscuridad, la humildad y la pobreza como el más pequeño entre nosotros. Dios mismo expone el valor inconmensurable de cada vida humana, incluidos los miembros más vulnerables de la raza humana: los no nacidos.
Sabemos que la razón principal de la Encarnación es la Redención. “Desde el primer momento de su Encarnación, el Hijo abraza el plan de salvación divina del Padre en su misión redentora” (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 606). Por eso, al igual que con la Encarnación, la Pascua expone el inmenso e indecible valor de la vida humana. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). El Hijo de Dios vino a vencer la muerte, para que tengamos vida en plenitud.
El que, por obra del Espíritu Santo, fue engendrado en el seno de la Virgen María, ahora, por el mismo Espíritu, es “el primogénito de entre los muertos” (Col 1:18), y por su propia Resurrección da nueva vida a toda la humanidad. El que aceptó la “muerte sobre un madero” nos ofrece así la vida en su plenitud. Como escribió el Papa San Juan Pablo II en Evangelium Vitae, “En el misterio del nacimiento de Cristo se realiza el encuentro de Dios con el hombre y comienza el camino terrenal del Hijo de Dios, camino que culminará en el don de su vida en la Cruz. Cristo, con su muerte, vencerá a la muerte y se convertirá para toda la humanidad en fuente de vida nueva” (n. 102). En otras palabras, la Navidad es el comienzo, pero la Pascua es la culminación.
Además, en su acto de abnegación, Cristo nos da un ejemplo concreto de lo que debemos hacer, aquí y ahora. Como escribió el Papa San Juan Pablo II en una oración en Evangelium vitae, reflexionando sobre la Pascua y su relevancia para la causa provida:
También nosotros estamos llamados a dar la vida por nuestros hermanos y hermanas, y así realizar en la plenitud de la verdad el sentido y el destino de nuestra existencia. Seremos capaces de hacer esto porque tú, Oh Señor, nos has dado el ejemplo y nos has otorgado el poder de tu Espíritu. Esto lo podremos hacer si todos los días, con vosotros y como vosotros, somos obedientes al Padre y hacemos Su voluntad.
Concédenos, Oh Señor, que podamos escuchar con corazones abiertos y generosos toda palabra que sale de Tu boca. Así, aprenderemos no sólo a obedecer el mandamiento de no matar la vida humana, sino también a venerar la vida humana, amarla, defenderla y cuidarla.
Amén.
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