Los niños no son productos ni mercancías

 

Padre Shenan J. Boquet

Presidente de Vida Humana Internacional

Publicado originalmente en inglés el 30 de septiembre del 2024 en: https://www.hli.org/2024/09/ivf-children-are-not-products/.

 

Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de ese artículo.

 

Hace unos días, un artículo en la revista The Atlantic tenía un titular bastante llamativo: “Los activistas antiabortistas que quieren impedir que la gente tenga hijos”.

 

Ahora bien, como alguien que ha trabajado en el movimiento provida durante décadas, no puedo decir que alguna vez me haya encontrado con activistas que estén especialmente interesados ​​en impedir que los matrimonios tengan hijos. Sin embargo, un vistazo rápido al artículo reveló que, como era de esperar, el titular es un ejemplo flagrante de editorialización sesgada. Resulta que el artículo trataba sobre las preocupaciones morales del movimiento provida con respecto a la práctica de la fertilización in vitro (FIV).

 

En algún momento, alguien debe haberse quejado a The Atlantic por su titular inexacto (e insultante), porque cuando volví a leer el artículo un par de días después, el titular había sido cambiado a uno un poco menos flagrante, pero aún engañoso, “Quién debería tener hijos”.

 

Una vez más, este titular sugiere que el debate sobre la ética de la FIV tiene que ver con si a ciertas personas se les “permitirá” o no tener hijos.

 

 

Confusión generalizada sobre la fecundación in vitro (FIV)

 

Si bien incluso el titular actualizado es un encuadre totalmente injusto de este tema complejo e importante, el artículo llama la atención sobre un hecho importante: mucha gente está extremadamente confundida sobre el tema de la FIV. En particular, mucha gente está confundida sobre por qué el movimiento provida y la Iglesia Católica se oponen a la FIV.

 

Esta confusión se convirtió en un asunto de interés nacional recientemente. El expresidente Donald Trump hizo el anuncio sorpresa de que, si era elegido presidente nuevamente, tenía la intención de obligar a las compañías de seguros a pagar la FIV o hacer que el propio gobierno pagara el costoso procedimiento. Claro, los candidatos demócratas son peores en este mismo asunto, pero eso no justifica lo que Trump prometió que va a hacer.

 

Como señala el artículo en The Atlantic, muchos activistas provida se horrorizaron con este anuncio y lo dijeron públicamente. Sin embargo, como también señala el artículo de The Atlantic, esta oposición de los activistas provida ha dejado a bastantes personas confundidas.

 

“Después de todo”, dirán estas personas, “¿no es cierto que la FIV ayuda a los matrimonios infértiles a tener hijos? ¿No es esa una de las cosas más ‘provida’ imaginables? Además, ¿no son ustedes los mismos que se preocupan por las bajas tasas de natalidad? ¿No deberían estar celebrando el hecho de que los matrimonios que de otra manera no podrían tener hijos puedan hacerlo gracias a la FIV?”

 

En cierto modo, es fácil entender por qué algunas personas podrían pensar de esta manera. Dado lo común que se ha vuelto la FIV, mucha gente ahora conoce, o al menos ha oído hablar de, algún matrimonio que se emociona al dar la bienvenida a un nuevo hijo, a menudo después de años de desgarradoras luchas contra la infertilidad. A nivel emocional, es comprensible que alguien con un conocimiento superficial de las cuestiones en juego pueda pensar que, al oponerse a la FIV, el movimiento provida está violando de alguna manera su postura fundamental de celebrar el milagro de la vida humana.

 

 

La FIV y la destrucción de la vida

 

Las palabras clave en las oraciones anteriores son “con una comprensión superficial”.

 

El titular del artículo de The Atlantic se contentaba con transmitir la idea de que la oposición del movimiento provida a la FIV está motivada por un prejuicio ciego, o que al oponerse a la FIV el movimiento provida de alguna manera se está apropiando del poder de determinar quién “tiene” derecho a tener hijos.

 

La realidad no podría estar más lejos de la verdad. Si bien la cuestión de la FIV es compleja, la oposición del movimiento provida a la FIV es, en un sentido, extremadamente simple. En primer lugar, la FIV daña la unión marital y al matrimonio mismo. Va en contra del plan de Dios sobre la forma en que los niños deben ser concebidos: exclusivamente a través del abrazo amoroso de un esposo y una esposa, para ser “engendrados, no creados”. En lugar de ayudar al acto marital a lograr su fin natural, en la FIV, los médicos y los técnicos toman el lugar de los cónyuges para generar una vida. El embarazo se logra mediante acciones que se realizan en un laboratorio, en una placa de Petri, donde se combinan las células reproductivas (espermatozoides y óvulos) del marido y la esposa (o de un donante).

 

La vida humana comienza en la concepción, en el momento en que un espermatozoide masculino fecunda un óvulo femenino, y es sagrada, pues lleva la imagen y semejanza de Dios. A partir de ese momento, lo que existe es un ser humano genéticamente distinto, vivo, que es igual en dignidad a sus padres y que siempre debe ser respetado. Nunca se debe utilizar a un ser humano como medio para un fin. Por lo tanto, una segunda razón para la oposición del movimiento provida a la FIV es que conduce a la muerte de seres humanos embrionarios que, por la razón que sea, no son deseados después de haber sido engendrados, a menudo sujetos a las decisiones arbitrarias de quienes los han creado.

 

En vista de esto, la Iglesia y el movimiento provida han establecido la visión científica y éticamente consistente de que, desde el momento de la concepción en adelante, un ser humano debe ser tratado con el mayor grado de respeto y nunca asesinado intencionalmente o tratado de una manera imprudente que pueda producir su muerte.

 

No estamos condenando a nadie que haya caído en este grave pecado de la FIV. Condenamos la FIV, no a las personas. Pero sí las urgimos con mucho amor al arrepentimiento y al Sacramento de la Confesión, donde Dios les espera para derramar sobre ellas toda su misericordia y sanación.

 

Invitamos también a los matrimonios que erróneamente buscan una falsa “solución” a su problema de infertilidad en la FIV, a que consideren la adopción. Hay muchos niños pobres en el mundo sin padres que necesitan un hogar amoroso, donde un padre y una madre los acojan y los eduquen en la fe y en las buenas costumbres.

 

También existe la alternativa provida de la Naprotecnología: un conjunto de técnicas respetuosas de la vida humana y del matrimonio entre un hombre y una mujer, que sirven para diagnosticar los problemas subyacentes de infertilidad y lograr su curación, lo cual tiene lugar en un 80% de los casos. Recordemos que la FIV no cura nada, el matrimonio sigue siendo infértiles y, además de ello, fracasa en por lo menos un 80% de las veces, dejando embriones humanos muertos y matrimonios desgastados emocional y económicamente, por lo costosa que es esta depravada tecnología. Visite, para más información, www.naprotechnology.com.

 

Los dos problemas fundamentales con la FIV son 1) que daña la unión marital y a los cónyuges mismos y 2) destruye a los seres humanos y/o los trata imprudentemente de tal manera que su destrucción es previsible.

 

La realidad es que, en la mayoría de los procedimientos de FIV, se crean más embriones humanos de los que se implantarán en el útero de la madre. Los embriones “excedentes” luego se destruyen o se congelan en un banco de embriones por un período de tiempo indefinido, con su destrucción final probable.

 

También es extremadamente relevante aquí la conexión extremadamente estrecha entre la FIV y el aborto electivo. Es una práctica común maximizar el “éxito” de un procedimiento de FIV, con el fin de ahorrar dinero, implantando múltiples embriones en el útero de una mujer al mismo tiempo. Sin embargo, en los casos en que varios de estos embriones se implantaron en el útero de la madre, es común que los matrimonios “redujeran selectivamente” (es decir, abortaran) los embriones “no deseados”.

 

Por lo tanto, apoyar la FIV es apoyar una industria que daña a los matrimonios y destruye a incontables millones de seres humanos en estado embrionario en todo el mundo, y que está íntimamente relacionada con la industria del aborto.

 

 

La FIV y la mercantilización de la vida humana

 

Sin embargo, incluso si fuera cierto que la FIV nunca condujera a la destrucción de un embrión humano (lo que claramente no es el caso), seguiría habiendo graves preocupaciones éticas con respecto a la práctica.

 

La Iglesia Católica, en su sabiduría, ha insistido enérgicamente en el hecho de que la reproducción humana siempre debe tener lugar a través de la unión sexual natural de un esposo y una esposa (es decir, el acto conyugal), y que cualquier cosa que viole este orden de cosas es moralmente incorrecta.

 

Esto parece una línea dura para nuestra época permisiva. Sin embargo, hay una serie de razones por las que la Iglesia enseña esto, y una de las más importantes es que esta enseñanza erige un fuerte muro protector alrededor de la familia, que es la piedra angular de cualquier civilización saludable. Si se promueve la reproducción en cualquier otro contexto, la institución de la familia en sí misma inevitablemente se debilita.

 

Igualmente, importante es la forma en que la FIV ataca la santidad de la vida humana al tratarla como una mercancía que se puede comprar y vender. El bioeticista católico Dr. John Haas explica esto con admirable claridad en un artículo publicado en el sitio web de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB). Como él escribe,

 

Los seres humanos llevan la imagen y semejanza de Dios. Deben ser reverenciados como sagrados. Nunca deben ser utilizados como un medio para un fin, ni siquiera para satisfacer los deseos más profundos de una pareja infértil. Los esposos y las esposas “hacen el amor”, no “hacen bebés”. Expresan su amor mutuo, y un niño puede o no ser engendrado por ese acto de amor. El acto marital no es un proceso de fabricación, y los niños no son productos. Como el Hijo de Dios mismo, somos el tipo de seres que son “engendrados, no creados” y, por lo tanto, de igual estatus y dignidad que nuestros padres.

 

En este punto, el Dr. Haas señala el documento del Vaticano Donum Vitae (El don de la vida), que señala la conexión común, y de hecho lógica, entre la FIV y el aborto. Como señala Donum Vitae, “a través de estos procedimientos, con propósitos aparentemente contrarios, la vida y la muerte quedan sujetas a la decisión del hombre, que así se erige en dador de vida y muerte por decreto”.

 

El Dr. Haas continúa señalando que “los aspectos deshumanizantes de algunos de estos procedimientos son evidentes en el lenguaje mismo asociado con ellos. Existe la ‘industria de la tecnología reproductiva’. Se dice que los niños son los ‘productos’ de la concepción. Es inherente a la FIV el tratamiento de los niños, en su mismo nacimiento, como menos que seres humanos”.

 

Una vez que la vida se trata como un producto que se puede comprar y vender, parece que no hay límites éticos sobre lo que se vuelve aceptable. El autor del artículo de The Atlantic parece horrorizado de que los activistas provida se opongan a la idea de que las parejas homosexuales puedan simplemente comprar un niño.

 

Y, sin embargo, ¿por qué no debería preocuparnos que ahora sea posible privar deliberadamente a un niño de conocer a uno o ambos de sus padres biológicos y, en su lugar, comprar un niño como si fuera un “derecho”?

 

Al final, una vez que erradiquemos la idea de que un niño humano solo debe ser el fruto de la unión natural y amorosa entre un esposo y una esposa, parece que no habrá límites a lo que se vuelve aceptable. Tomemos, por ejemplo, este artículo del Daily Mail que expone el hecho de que una cantidad significativa de hombres mayores han comprado hijos mediante FIV y una madre sustituta, y que nadie está investigando la cuestión de por qué querrían hacerlo y quiénes son.

 

 

Aferrémonos a la verdad

 

Si vamos a ser honestos, tenemos que admitir que la Iglesia y el movimiento provida han perdido en gran medida la batalla educativa en lo que respecta a la FIV. Una encuesta de Pew de principios de este año descubrió que un 70% de los estadounidenses dice que el acceso a la FIV es algo bueno, un 22% adicional dice que no está seguro y solo un 8% dice que es algo malo.

 

Con un apoyo público tan fuerte, no es difícil ver por qué cualquier político en una democracia occidental moderna querría salir a apoyar la financiación pública de la FIV.

 

A la vista de tales cifras, puede ser fácil desesperar de lograr algún progreso en el tema. Y, sin embargo, la verdad sigue siendo la verdad. Y la verdad nunca es una cuestión de encuestas públicas. Si ese fuera el caso, ¡la Iglesia habría alterado una gran cantidad de sus enseñanzas hace siglos!

 

Si se acepta el hecho científico objetivo de que la vida humana comienza en la concepción, sólo puede haber algo moralmente horrible en el hecho de que nuestra época haya aceptado abrumadoramente una práctica que produce embriones a escala industrial en laboratorios, con el pleno conocimiento de que un gran porcentaje de ellos serán destruidos o congelados indefinidamente en animación suspendida.

 

Como la Iglesia siempre se esfuerza en enfatizar, de ninguna manera su oposición a la FIV significa que emita un juicio sobre el valor de los niños concebidos mediante FIV. El niño es tan valioso y tiene la misma dignidad que cualquier otro ser humano. Y la alegría de los padres que han concebido mediante FIV está claramente justificada y es buena en sí misma.

 

Sin embargo, los especialistas en ética se han esforzado en señalar durante siglos que no se pueden utilizar medios malos para obtener un buen resultado. La FIV no es una tecnología moralmente neutral. Se inserta en las partes más íntimas de la familia y cambia la forma en que pensamos sobre el valor y la santidad de la vida humana.

 

Toda tecnología tiene una lógica interna a la que hay que prestar atención. La lógica interna de la FIV es tal que reduce el valor de la familia y mercantiliza la vida humana. Las consecuencias de este cambio son mucho más trascendentales y perniciosas de lo que la mayoría de la gente reconoce.

 

Sin embargo, la Iglesia vio venir esto y nos advirtió de las consecuencias. Como católicos, debemos estar orgullosos de la sabiduría de nuestra Iglesia y sentirnos confiados de proclamar con valentía la verdad, siempre con un espíritu de amor y compasión, pero sin miedo y sin pedir disculpas.

___________________________________