¿Por qué el aborto es la cuestión moral más importante?
Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Vida Humana Internacional.
Publicado originalmente en inglés el 13 de octubre del 2025 en: https://www.hli.org/2025/10/why-abortion-is-the-pre-eminent-moral-issue/
Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.
El reconocimiento de la dignidad personal de todo ser humano exige el respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona humana. Se trata de derechos inherentes, universales e inviolables. Nadie, ningún individuo, ningún grupo, ninguna autoridad, ningún Estado, puede modificarlos, y mucho menos eliminarlos, porque tales derechos tienen su fuente en Dios mismo. ― Papa San Juan Pablo II, Christifideles Laici.
En el evento Formando la Conciencia para una Ciudadanía Fiel, los obispos estadounidenses ofrecen orientación ética sobre las responsabilidades políticas de los católicos. Ayuda a los católicos, a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, a formar su conciencia y a aprender sobre la doctrina social católica en cuestiones morales fundamentales que configuran los problemas políticos, culturales y sociales.
Como líder provida, me complace el lenguaje contundente de esta guía sobre el grave problema del aborto. “La amenaza del aborto sigue siendo nuestra principal prioridad”, afirma la introducción de la versión más reciente de la guía, “porque ataca directamente a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables y sin voz, y destruye más de un millón de vidas al año solo en nuestro país”.
A algunas personas les incomoda este lenguaje. Argumentan que existen muchas amenazas a la santidad de la vida en Estados Unidos, y no solo al aborto. Esto incluye cuestiones como el auge de la eutanasia, el trato degradante a los inmigrantes, el uso de la pena de muerte, la explotación laboral, entre otras. ¿No deberían estos asuntos también ser tratados como temas “preeminentes” para los votantes y políticos católicos?
No cabe duda de la gran importancia de estos temas y de la gran sabiduría que la Iglesia Católica puede aportar al respecto. De hecho, sus enseñanzas son extraordinariamente completas y matizadas, ofreciendo la comprensión más coherente de la ética que se pueda encontrar: todas ellas basadas en el principio fundamental de la dignidad de la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Génesis 1,27; Catecismo de la Iglesia Católica, 1700).
Lamentablemente, aún encontramos mucha confusión entre los fieles (¡e incluso entre muchos clérigos!) sobre por qué algunos temas tienen mayor peso que otros. Una de las mayores fuentes de confusión es la designación del aborto por parte de los obispos estadounidenses como el tema “preeminente”.
“¿Por qué?”, preguntan muchos, “¿debería ser así?”. ¿Acaso un legislador católico no puede dedicar su vida a algo tan importante como servir a los pobres y, por lo tanto, ser considerado un “católico fiel”, incluso si tiene opiniones “pro-elección” sobre el tema del aborto?
Después de todo, Cristo exhortó repetidamente a sus seguidores a cuidar de los pobres, sugiriendo que esta preocupación amorosa por los oprimidos es la esencia misma de su enseñanza ética.
Este es el argumento que se escucha constantemente en los medios de comunicación. También se lo oye decir a católicos y clérigos cómodos que quieren congraciarse con el mundo codeándose y alzándolos para su adulación, y que están más que felices de hablar de “los pobres” mientras invierten sus miles de millones de dólares en apoyar a algunas de las organizaciones pro-aborto más virulentas del planeta, como Planned Parenthood.
Comentario del Editor: Hay algunos clérigos que “justifican” el sacrilegio de darles la Comunión a políticos “católicos” proaborto diciendo que ellos “no pueden convertir la Eucaristía en un arma política si les niegan la Comunión”. Este argumento es totalmente ridículo y gravemente pecaminoso. No se dan cuenta de que dándoles la Comunión también están convirtiendo la Eucaristía en un arma política a favor de ese político o candidato proaborto. En todo caso, no tiene por qué preocuparles el hecho de que negar la Comunión pueda tener ramificaciones políticas. Lo que tiene que preocuparles es el no cometer sacrilegio dando la Comunión a alguien quien objetiva y públicamente contradice el sentido profundo de la Eucaristía, Cristo mismo en su Cuerpo y en su Sangre.
Una falsa dicotomía
Lo primero que hay que destacar es que esta distinción entre cuidar a los pobres y ser provida es falsa. Después de todo, ¿quién es más pobre que el niño no nacido?
El niño no nacido no solo no posee nada material, sino que también es completamente impotente. Depende completamente del cuidado amoroso de su madre y otras personas para su propia vida. No puede defenderse a sí mismo. No puede responder a las siniestras mentiras de personas poderosas que lo acusan de ser solo una “masa de tejido”.
Es por esta razón que Santa Teresa de Calcuta (Madre Teresa) habló con gran pasión sobre la difícil situación de los no nacidos en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, donde habló de cómo el mundo puede mejorar en el cuidado de los “más pobres entre los pobres”.
“Si una madre puede asesinar a su propio hijo en su vientre, ¿qué nos queda a ti y a mí para matarnos?”, dijo la Madre Teresa. “Incluso en las Escrituras está escrito: Aunque una madre pudiera olvidar a su hijo, yo no te olvidaré; te he grabado en la palma de mi mano. Aunque una madre pudiera olvidar, hoy millones de niños no nacidos están siendo asesinados”.
Añadió: “Para mí, los países que han legalizado el aborto son los más pobres. Temen al pequeño, temen al niño no nacido, y el niño debe morir porque no quieren alimentar a un niño más, educar a un niño más; el niño debe morir”.
Comentario del Editor: Ni la Madre Teresa ni el Padre Boquet están condenando con estas palabras a las madres que han caído en el grave pecado del aborto. Tanto ellos, como Vida Humana Internacional y el auténtico movimiento provida no condenan a nadie, sino que llaman a todos a la conversión y al siempre necesario Sacramento de la Confesión, donde Dios nos espera para derramar sobre nosotros su infinita misericordia. La Iglesia Católica también cuenta con ministerios de reconciliación y sanación post aborto. ¡Que nadie pierda la esperanza ni la convicción de que Dios nos ama y solo espera nuestro sincero arrepentimiento y cambio de vida!
El primer principio de la Doctrina Social Católica
El primer e inviolable principio de la Doctrina Social Católica es la dignidad intrínseca de toda persona humana. Este principio fundamenta el compromiso católico de defender la vida humana, desde la fecundación (concepción) hasta la muerte natural.
La insistencia de la Iglesia en la dignidad intrínseca de la persona humana la convierte en una anomalía en la historia de la civilización humana. Antes de la llegada de Cristo, la norma en casi todas las culturas era que ciertas personas “de moda” eran consideradas poseedoras de ciertos derechos, mientras que todos los demás eran esencialmente no humanos, o seres humanos inferiores.
Incluso el gran Aristóteles, cuyas enseñanzas se adelantaron a su tiempo en muchos aspectos por su compasión, generosidad, brillantez y rigor, defendió la esclavitud como una institución “natural”. En este sentido, era simplemente un producto del paganismo, la cosmovisión imperante en la época.
Y ahora, trágicamente, a medida que nuestra sociedad se aleja de la cosmovisión judeocristiana que la guio durante 2000 años, asistimos a una regresión a la antigua ética pagana. Ahora vemos que se enseña abiertamente que algunas personas son más o menos valiosas, dependiendo de ciertas características extrínsecas que poseen, en lugar de ser igualmente valiosas debido a la única característica intrínseca que nunca pueden ganar ni perder: la de ser un ser humano.
Como escribió la Congregación para la Doctrina de la Fe en Dignitas Personae: “La dignidad de la persona debe reconocerse en todo ser humano desde la concepción hasta la muerte natural. Este principio fundamental expresa un gran sí a la vida humana” (Nro. 1).
El compromiso inquebrantable de la Iglesia con este principio la ha situado a la vanguardia de la defensa de los derechos humanos a lo largo de sus dos mil años de historia. Como escribió el Papa San Juan Pablo II, en un pasaje que se enorgullece con acertado orgullo de las contribuciones de la Iglesia a lo largo de la historia:
La Iglesia nunca ha cedido ante todas las violaciones que el derecho a la vida de todo ser humano ha recibido, y sigue recibiendo, tanto por parte de individuos como de las autoridades. El ser humano tiene derecho a estos derechos en todas las fases de su desarrollo, desde la concepción hasta la muerte natural; y en cualquier condición, ya sea sano o enfermo, completo o discapacitado, rico o pobre (Christifideles Laici, Nro. 38).
El derecho a la vida como fundamento de todos los derechos
El Papa San Juan Pablo II reiteró con frecuencia la idea de que el fundamento de la doctrina social católica es la correcta comprensión y valoración de la persona humana, en la medida en que “el hombre es la única criatura sobre la tierra que Dios ha amado por sí misma”. Dios ha impreso su propia imagen y semejanza en el hombre (Genesis 1,27), otorgándole una dignidad incomparable (Centesimus Annus, Nro. 11).
El aborto, y su mentalidad, sigue siendo preeminente porque atenta directamente contra la vida misma.
Además, el aborto a menudo se lleva a cabo en el santuario de la familia, contradiciendo y socavando así la naturaleza y la vocación de la familia.
De nuevo, esto no significa que deban ignorarse otras amenazas a la vida y la dignidad de la persona humana, como la eutanasia y la trata de personas. Lo que se afirma es que el aborto supera a todos los demás en importancia.
El aborto se distingue de otros males sociales porque el niño inocente en el vientre materno carece de protección legal. Es preeminente porque ataca directamente el derecho humano fundamental del que dependen todos los demás derechos.
Después de todo, si un niño no nacido es asesinado, nunca podrá ejercer ningún otro derecho humano. Tener presente este asunto fundamental contribuye a formar conciencias individuales que contribuyen a moldear la sociedad y la cultura.
La Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el Aborto Provocado declara que “el primer derecho de la persona humana es su vida. Tiene otros bienes, algunos más preciados, pero este es fundamental: la condición de todos los demás. Por lo tanto, debe ser protegido por encima de todos los demás”.
Al defender la idea de que el aborto es el problema fundamental de nuestro tiempo, tampoco podemos ignorar la enorme cantidad de niños asesinados a nivel mundial cada año por aborto: se estima que alrededor de 60 millones (más de un millón en Estados Unidos).
Si no reconocemos que el aborto es un problema fundamental, la gente tenderá a creer que es solo un problema entre muchos y no debería prestarle atención especial. Esta mentalidad devaluaría aún más la dignidad humana en la conciencia de la sociedad.
SJPII: Ser “obsesivos” en la lucha contra el aborto
El Papa San Juan Pablo II, en Cruzando el Umbral de la Esperanza, comentó una vez, al ser preguntado sobre si era “obsesivo” con el tema del aborto: “Es difícil imaginar una situación más injusta, y es muy difícil hablar de obsesión en un asunto como este, cuando se trata de un imperativo fundamental de toda buena conciencia: la defensa del derecho a la vida de un ser humano inocente e indefenso”.
Comentario del Editor: Ningún provida auténtico está “obsesionado” con el aborto, sino que está preocupado, y con toda la razón del mundo, por este gravísimo problema. Los que están obsesionados con el aborto son los “médicos” abortistas y las organizaciones abortistas, como la ONU y Planned Parenthood, así como ciertos políticos y medios de difusión. Esas personas se pasan la vida promoviendo o cometiendo este mal e incluso ganan millones de dólares haciéndolo.
La firme postura provida de la Iglesia nos proporciona una perspectiva a través de la cual analizamos cada asunto político, cultural, social y económico. Debería orientar cada aspecto de nuestra participación en la sociedad.
Cuando vemos nuestras obligaciones sociales y políticas desde esta perspectiva, nos motivamos a trabajar por una transformación radical en nuestra sociedad. No basta con simplemente “modificar” esta o aquella ley. Más bien, debemos, como voces que claman en el desierto, llamar a la sociedad a recuperar las verdades profundas que ha olvidado.
La Iglesia nos proporciona todo lo necesario para lograrlo. Si bien apoya con entusiasmo todos los esfuerzos por defender a los pobres y oprimidos, se necesita un profundo cambio de paradigma espiritual, ético y antropológico en la sociedad. Esto se debe a que, si queremos proteger a los no nacidos, debemos cambiar todo, desde nuestras actitudes hacia la sexualidad humana hasta la familia y el papel de la religión en la vida pública, para así crear un muro protector alrededor de los más inocentes.
Y, como hemos visto a lo largo de las décadas, cuando nuestras vidas se moldean desde una visión moral adecuada, podemos alcanzar un poder que va mucho más allá de nuestra limitada capacidad individual. Motivados por un compromiso profético con la santidad de toda vida, incluso podemos ver la revocación de la sentencia Roe v. Wade y el cierre de cientos de centros de aborto.
En definitiva, cuando señalamos que el aborto es el problema más importante que enfrenta nuestra sociedad, nos referimos al problema de una vida dividida. Como dijeron los Padres del Concilio Vaticano II: “Esta división entre la fe que muchos profesan y su vida cotidiana merece ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo” (Gaudium et Spes, Nro. 43).
Esto significa que existe una división entre la fe de una persona y su vida y prácticas cotidianas, lo que puede conducir a desequilibrios y a una devoción fuera de lugar. Sin embargo, al vivir como Cristo enseña, nos sentimos atraídos a una fe viva, consciente y activa. Esto nos ayuda a fundamentar nuestras decisiones, que se toman tras considerar el impacto en la dignidad de la persona humana.
Los políticos católicos, al igual que cualquier otra persona, están llamados a integrar su fe en su trabajo. Ciertamente, no hay excusa para minimizar el aborto como un asunto más, en lugar de considerarlo como uno de singular trascendencia, ya que amenaza la vida de incontables millones de niños no nacidos y, por lo tanto, envenena a gran parte del resto de la sociedad con el veneno de la “cultura” de la muerte.
Comentario del Editor: Ningún político, especialmente los que son “católicos”, debe promover o tolerar el aborto, sino luchar con todas las medidas a su alcance para acabar de una vez por todas con la legalización de este gravísimo mal. La excusa de decir “Yo me opongo personalmente al aborto, pero no puedo imponer mis creencias personales” es totalmente ridícula, grotesca y cruel. Todo político debe defender los derechos de todos, empezando por los más débiles e indefensos.
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