¿Qué dice la Biblia acerca del transgenerismo?

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

www.vidahumana.org

 

Este artículo fue publicado en el Boletín Electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional el

19 de enero de 2023.

Vol. 7.

No. 04.

 

También fue publicado en la página web de Vida Humana Internacional www.vidahumana.org en Cultura de la muerte\07 – Homosexualidad e ideología de género\03 – Daños y refutaciones de esta ideología\04.

 

Antes de abordar este tema tan delicado, quisiéramos aclarar que nuestra intención no es denigrar a ninguna persona, no importa qué actitud respecto de su sexualidad pueda tener. Nuestro propósito es iluminar con la verdad de la Palabra de Dios el tema del transgenerismo y no el de juzgar o condenar a ninguna persona.

 

Sin embargo, Dios nos dio Su Palabra para que podamos juzgar las acciones humanas desde una perspectiva moral y espiritual. De otro modo no sabríamos cómo Él quiere que vivamos y alcancemos la salvación. La Biblia tiene amplia evidencia de esta verdad. Dios nos dio Sus Diez Mandamientos (ver Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:1-21). Jesús llevó a plenitud la enseñanza de la Ley de Dios (ver Mateo 5:17) por medio sus sermones, especialmente el Sermón de la Montaña (ver Mateo capítulos 5 al 7).

 

Por consiguiente, nuestro propósito es compartir lo que Dios nos enseña en la Biblia acerca del transgenerismo desde una perspectiva objetiva, sin caer en juicios personales acerca de la culpa subjetiva o falta de ella que puedan tener las personas.

 

Una vez que hemos delineado nuestro objetivo, debemos abordar los siguientes puntos:

 

  • ¿Qué es el transgenerismo?
  • ¿Qué es el género?
  • ¿Qué dice la Biblia acerca del transgenerismo?
  • ¿Cómo logramos obtener una interpretación correcta de la Biblia?
  • ¿Qué principios bíblicos podemos aplicar al tema del transgenerismo?
  • ¿Cómo podemos responder al argumento del biologismo?
  • ¿Cómo debemos tratar a las personas que dicen ser transgéneras?

 

 

 

¿Qué es el transgenerismo?

 

El transgenerismo se refiere a la ideología que dice que existen personas transgéneras. Según esta ideología las personas transgéneras son personas que dicen que su experiencia interior acerca de su identidad sexual no coincide con su sexo biológico. Estas personas dicen que experimentan una marcada ansiedad y malestar interior debido a esta experiencia. Muchas de ellas expresan su deseo de identificarse con el sexo opuesto e, incluso, de ser sometidas a “tratamientos” para “cambiar de sexo”.

 

Entre las personas que dicen ser transgéneras hay algunas que llegan a decir que no se identifican con ninguno de los dos sexos (masculino o femenino) ni con ningún otro “género”. Muchas de estas personas dicen ser “no-binarias”, es decir, no son de ninguno de los dos (bi) sexos.

 

¿Qué es el género?

 

Es importante aclarar desde el principio que el término “género” tal y como es usado por los que promueven esta ideología no es un término científico. Es un término que estos ideólogos han creado para referirse a la identidad sexual interna que la persona dice tener independientemente de su sexo biológico: lesbiana, homosexual, bisexual, transgénero, etc. De ahí surgen las siglas LGBT, las cuales no se limitan a estas letras, ya que pueden existir tantos “géneros” como personas haya que digan tenerlos. Por ejemplo, hay personas que dicen ser “inter-sexo” (I) o “queer” (“extraño”) (Q). La letra “Q” también se usa en inglés para significar “questioning”, que en ese idioma significa “cuestionarse”, es decir, la persona todavía está buscando con qué “género” identificarse.

 

Por consiguiente, el término “género” es un término ideologizado. Ha sido vaciado de su significado original. Como tal no tiene ninguna base en las ciencias biológicas o antropológicas (las que tratan el tema de qué es la persona humana). De hecho, hasta la década de los 1950, la palabra “género” se utilizaba solamente para las cosas y no para las personas, al menos en las lenguas europeas. En español tenemos una amplia experiencia con el género de las cosas – por ejemplo, “el lápiz” (género masculino), “la mesa” (género femenino), etc.

 

Sin embargo, a partir de la década de los 1950, ciertos sexólogos decidieron infundirle al término “género” un nuevo significado: el de la experiencia interna de una identidad sexual independiente del sexo real biológico. Uno de estos sexólogos fue John Money, profesor de la Universidad Johns Hopkins, en EEUU. De hecho, el Profesor Money fue el primero en acuñar el término “género” para referirse, según él, “al desempeño social que indica una identidad interna sexuada”.[1]

 

Los sexólogos como Money rechazaron el término “transexual” para referirse a las personas que se identificaban como transgéneras. Este rechazo tuvo lugar porque este término compuesto, al usar el vocablo “sexual”, presuponía la existencia de solamente dos sexos: masculino y femenino, cosa que ellos rechazaban. Estos sexólogos querían precisamente promover la idea de que las personas pueden tener diferentes identidades sexuales – o, según ellos, identidades de género – más allá de los dos sexos. Al mismo tiempo querían que el término “género” fuese una identidad interna (subjetiva) independiente del sexo biológico y objetivo de la persona.

 

 

¿Qué dice la Biblia acerca del transgenerismo?

 

La verdad es que la Biblia no dice nada explícitamente acerca del transgenerismo. Hay muchos otros temas importantes acerca de los cuales la Biblia no dice nada – por ejemplo, el tema del aborto. Los que están a favor del aborto utilizan este hecho de que la Biblia no dice nada acerca de este tema, para entonces alegar que el aborto es un tema que debe ser dejado a la conciencia de cada persona.

 

Pero ese “argumento” es absurdo. Si bien la Biblia no dice nada explícitamente acerca del aborto, podemos aplicar sus principios para concluir que el aborto es un gravísimo mal porque destruye la vida de un ser humano inocente que no ha nacido todavía. En la Biblia encontramos precisamente dos verdades aplicables al tema del aborto. Primeramente, la Biblia prohíbe tajantemente matar a un ser humano inocente: “No causes la muerte del inocente” (Éxodo 23:7). En segundo lugar, hay munchos pasajes bíblicos que expresan la existencia de un ser humano en el seno de una mujer embarazada. Uno de los más emblemáticos y que se caracteriza por una profunda belleza poética es el Salmo 139:13-16,

 

Porque tú formaste mis entrañas;

Tú me hiciste en el vientre de mi madre.

Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;

Estoy maravillado,

Y mi alma lo sabe muy bien.

No fue encubierto de ti mi cuerpo,

Bien que en oculto fui formado,

Y entretejido en lo más profundo de la tierra.

Mi embrión vieron tus ojos,

Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas

Que fueron luego formadas,

Sin faltar una de ellas.

 

Como siempre aclaramos cuando tocamos el tema del aborto, no estamos condenando a nadie que se haya involucrado en un aborto. Al contrario urgimos humildemente a esas personas a que se reconcilien con Dios y con ellas mismas a través del siempre imprescindible Sacramento de la Confesión. Dios es infinitamente misericordioso y solamente está esperando que la persona se arrepienta sinceramente para derrochar sobre ella todo Su Amor inquebrantable. La Iglesia Católica también cuenta con los ministerios de reconciliación y sanación postaborto, como el Proyecto Raquel y los Viñedos de Raquel, entre otros.

 

Volviendo al tema que nos ocupa podemos aplicar al tema del transgenerismo ciertos principios bíblicos que nos ayudarán a clarificar qué dice la Palabra de Dios acerca de este asunto. Sin embargo, hoy en día nos encontramos con cristianos que creen en la Biblia y sin embargo dicen que la Palabra de Dios no condena la actividad homosexual ni el transgenerismo. Esto nos conduce a la pregunta de cómo podemos lograr una interpretación correcta de la Biblia.

 

 

¿Cómo logramos obtener una interpretación correcta de la Biblia?

 

Hay una cosa con la cual muchos de los cristianos que creen en la Biblia están de acuerdo: que la Biblia no contiene ningún error en cuanto a su enseñanza acerca de la salvación. La Iglesia Católica enseña que el Espíritu Santo inspiró a los autores sagrados de la Biblia y, por lo tanto, ésta no contiene ningún error en cuanto a nuestra salvación:

 

Los libros inspirados enseñan la verdad. Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra (Catecismo, no. 107).

 

Sin embargo, el problema persiste. La Biblia es infalible, pero nosotros no lo somos. Podemos errar en nuestra interpretación. El problema entonces es: ¿De qué nos sirve un documento infalible si nosotros somos falibles?

 

La respuesta lógica es que la Biblia por sí sola no es suficiente para encontrar la verdad que nos enseña la Palabra de Dios acerca de temas como el transgenerismo que no se encuentran explícitamente en ella. Necesitamos una autoridad cristiana establecida por Dios que tenga la interpretación correcta de la Biblia para ayudarnos a todos en nuestro proceso de aprender de la Palabra de Dios.

 

Cristo Nuestro Señor nos ha provisto de esa autoridad. Cuando Él fundó la Iglesia le dio autoridad a Pedro como cabeza visible de la Iglesia y a los demás Apóstoles, así como a los sucesores de éstos, los papas y los obispos, para interpretar la Biblia infaliblemente y poder así continuar Su enseñanza de salvación a través de los tiempos. En efecto, la Biblia nos dice que,

 

Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.  Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca, edificaré mi Iglesia; y las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella.  Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los Cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los Cielos (Mateo 16:15-19).

 

Luego, el Señor extendió esa autoridad, bajo Pedro, a los demás Apóstoles, cuando les dijo: “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros rechace, a mí me rechaza; y el que me rechace a mí, rechaza al que me envió” (Lucas 10:16). En otras palabras, el que rechace la enseñanza de la autoridad apostólica que Cristo nos dejó rechaza al mismo Cristo, el Hijo de Dios.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge esta enseñanza y nos dice que debemos obedecer la doctrina del Magisterio de la Iglesia, el Papa y los obispos que están en comunión con él:

 

El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. (Catecismo, no. 85.)

 

Es lógico que Cristo haya establecido que Pedro y los demás Apóstoles tuvieran sucesores que continuaran Su enseñanza. Esto está ampliamente demostrado en la historia de la Iglesia primitiva como lo atestiguan los pasajes bíblicos a los cuales se refiere la siguiente enseñanza del Catecismo, no. 1556:

 

Para realizar estas funciones tan sublimes, los Apóstoles se vieron enriquecidos por Cristo con la venida especial del Espíritu Santo que descendió sobre ellos. Ellos mismos comunicaron a sus colaboradores, mediante la imposición de las manos, el don espiritual que se ha transmitido hasta nosotros en la consagración de los obispos (ver Hechos 1:8; 2:4; Juan 20:22-23; 1 Timoteo 4:14; 2 Timoteo 1:6-7).

 

Solamente la Iglesia Católica puede demostrar que sus papas y obispos en cualquier momento dado de su historia, incluyendo el presente, son descendientes por imposición de manos para el Sacramento del Orden Sagrado de Pedro y los Apóstoles. Por ello, la Biblia también nos enseña que La Iglesia del Dios vivo, es columna y fundamento de la verdad. (1 Timoteo 3:15).

 

Algunos cristianos, incluyendo católicos, podrían protestar y decir que entonces el Magisterio es el único que puede interpretar la Biblia. Pero eso no es cierto. Precisamente lo contrario es la verdad. Gracias a que Dios ha establecido una autoridad en Su Iglesia que entonces todos podemos leer e interpretar la Biblia libres de error y aplicarla correctamente a nuestras vidas e, incluso, compartir con los demás lo que hemos aprendido.

 

Por otra parte, si Cristo había prometido que Su Iglesia no sería vencida por el Infierno, ¿cómo iba a permitir que sus seguidores cayeran en el error por falta de una guía segura? ¿Qué clase de amor sería ése de parte de Jesús? Pero no, el Señor nos ama tanto que no quiere que nadie se pierda y que pueda conocer el camino de salvación que está en Su Palabra: Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. (1 Timoteo 2:4).

 

Además, la Biblia misma nos pone en guardia ante una interpretación individualista de la Sagrada Escritura que no tiene en cuenta la enseñanza de la Iglesia que nos ha llegado por medio de los Apóstoles y sus sucesores:

 

Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para nuestra salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. (1 Pedro 3:15-16. El énfasis es nuestro.)

 

Con la guía segura del Magisterio de la Iglesia podemos encontrar los principios bíblicos que se pueden aplicar al tema del transgenerismo.

 

 

¿Qué principios bíblicos podemos aplicar al tema del transgenerismo?

 

El principio bíblico más evidente que podemos aplicar al problema del transgenerismo es el hecho de que Dios nos creó hombre y mujer desde el principio. Dios también estableció desde el principio el verdadero matrimonio el cual está compuesto exclusivamente de la unión de por vida y abierta siempre a la vida entre un hombre y una mujer. En efecto, la Biblia nos enseña que:

 

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.  Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:26-28)… Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:4.)

 

En ningún lugar de la Biblia ni tampoco en toda la enseñanza de la Iglesia a través de su historia hasta el presente ha enseñado Dios otra cosa que no sea que el ser humano ha sido creado por Él en dos y solo dos modalidades sexuales o sexos: hombre y mujer. Tampoco ha sido otra la enseñanza de que el matrimonio ha sido creado por Dios como la unión entre un hombre y una mujer.

 

Incluso, Cristo, Nuestro Señor elevó el matrimonio entre cristianos a la dignidad de sacramento, es decir, de signo eficaz de la unión entre Él y Su Esposa la Iglesia:

 

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por Ella,  para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,  a fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.  Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia,  porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.  Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia. (Efesios 5:25-32.)

 

La ideología LGBT y la del transgenerismo son concepciones falsas del hombre y la mujer, y del matrimonio. Niegan el dato bíblico fundamental de que Dios creó a la persona humana hombre y mujer, y también niegan el dato bíblico fundamental de que Dios creó el matrimonio entre un hombre y una mujer. Cuando decimos que se trata de datos bíblicos fundamentales, estamos diciendo que son enseñanzas bíblicas que fundamentan otras enseñanza de la Biblia sobre estos mismos temas. Esta aseveración queda demostrada por el contexto de estos pasajes, así como por su propio contenido. La creación del hombre y la mujer se encuentra en el contexto de la creación original y definitiva de Dios en el Libro del Génesis. Nadie, ni siquiera los fariseos enemigos de Cristo, disputaba el carácter fundamental de estos pasajes. Con respecto al pasaje de Efesios, observemos que San Pablo se refiere a un “gran misterio” que él afirma está en relación directa con Cristo mismo y su Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y, por tanto, realidad intrínseca del cristianismo.

 

Pero también la ideología LGBT y la del transgenerismo son concepciones falsas del ser humano como unidad de cuerpo y alma. En este sentido estas ideologías son dualistas. Consideran el cuerpo como algo irrelevante a la hora de afirmar la identidad sexual de la persona. En efecto, para esta forma de pensar, lo que vale es la decisión interna y subjetiva del ser humano, basada en sus sentimientos, de que la identidad sexual o de “género”, como ellos la llaman, no tiene nada que ver con el cuerpo. No aceptan que la persona sea una unidad tan profunda de alma y cuerpo que se puede decir que el alma, como principio vital del cuerpo, es la forma (sustancial, no accidental) del cuerpo. La enseñanza de la Iglesia, que se deriva de la Biblia y de la recta razón, es muy clara en esto. En efecto el Catecismo nos enseña que,

 

362 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida [el alma] y resultó el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

 

364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado [vitalizado] por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu Santo (ver 1 Corintios 6:19-20 y 15:44-45).

 

365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo (ver Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu o alma y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza [la naturaleza humana].

 

De esta concepción de la unidad de la persona humana se deduce que el cuerpo es parte intrínseca de la persona. Y si el cuerpo es parte intrínseca de la persona, entonces la manera en que el cuerpo humano ha sido diseñado por Dios, masculino o femenino, tiene una importancia insoslayable. De hecho, como señaló San Juan Pablo II en sus catequesis sobre la teología del cuerpo, el cuerpo humano expresa a la persona, el cuerpo humano expresa materialmente lo que la persona es en su ser. Ahora bien, en la naturaleza humana solo encontramos cuerpos masculinos o femeninos. Por consiguiente, la persona humana, en su mismo ser, solo puede ser hombre o mujer.

 

Podemos entonces concluir que la ideología LGBT (que incluye el transgenerismo) es una ideología errónea desde la perspectiva antropológica, es decir, desde una correcta comprensión de la persona humana.

 

 

 

 

¿Cómo podemos responder al argumento del biologismo?

 

Pero entonces algunos podrían acusarnos de biologismo. El biologismo es la errónea teoría que reduce toda consideración acerca de la persona humana a su dimensión biológica. En su forma más extrema el biologismo coincide con el materialismo: la persona humana es reducida a su dimensión corporal. Esta segunda forma de biologismo es totalmente inaceptable para los cristianos.

 

La acusación de biologismo de los cristianos que niegan que la Biblia y sus principios rechazan la actividad homosexual y el transgenerismo no consiste en una acusación de materialismo. Estos cristianos que creen en la Biblia no niegan la existencia de un alma espiritual en la persona humana. Lo que ellos alegan es que decir que el sexo real de la persona es su sexo biológico es caer en el biologismo, es reducir la identidad sexual de la persona a su dimensión biológica.

 

Pero este último argumento es falso. Se basa en una concepción errónea de la relación del alma y el cuerpo. El alma es una entidad espiritual y como tal no está limitada al espacio o algún lugar específico del cuerpo. Algunos pensadores de la época moderna, que comenzó después del Renacimiento, es decir, a partir más o menos de los 1600, eran dualistas. El principal representante de esta corriente de pensamiento fue el filósofo francés René Descartes. Descartes creía erróneamente que el alma “residía” en algún lugar del cerebro. Esta teoría es falsa y creó la falsa dicotomía dualista de la mente versus el cuerpo.

 

Pero la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia no es esa. La Biblia, la Iglesia y la recta razón nos enseñan que el alma, principio vital de todo el cuerpo, está presente completamente en todo el cuerpo. Sin embargo, el alma actúa de manera diferente según la parte u órgano del cuerpo que está vitalizando. Las funciones generativas del cuerpo humano, por ejemplo, no se reducen a funciones biológicas. Gracias al principio vitalizador que es el alma estas funciones cobran vida y llevan a cabo los fines para las cuales Dios las ha creado. No hay ninguna función corporal de un cuerpo humano viviente que no esté puesta en acto por el alma como principio vital del cuerpo.

 

Por consiguiente, es imposible acusar de biologismo a los que creemos que el sexo biológico de la persona es su sexo real. Detrás de este sexo biológico está el principio vital espiritual que es el alma. Todo actuar de la persona humana es, al mismo tiempo, un actuar corporal y espiritual. Cuando decimos que el sexo biológico de la persona humana es su sexo real, simplemente estamos enfatizando la realidad objetiva del sexo de la persona. La corporeidad de la persona humana es lo que hace posible que percibamos la objetividad tanto del cuerpo mismo, cuya existencia real es imposible negar, como la del alma espiritual, cuya existencia real es más difícil de probar (pero no imposible) por medio de un uso recto de la razón y que está claramente atestiguada en la Biblia, como ya vimos (ver de nuevo, por ejemplo, Génesis 2:7).

 

Los que sí caen el biologismo son los que proponen la ideología LGBT. Esto se percibe claramente en los que insisten en que “el cambio de sexo” es la “solución” al problema de la “disforia de género”. Esta anomalía consiste en la marcada discordancia, que se experimenta como una gran ansiedad y malestar emocional, entre la identidad sexual que se experimenta internamente y el sexo real biológico de la persona. En vez de tratar este problema emocional por medio de tratamientos de salud mental, los ideólogos del transgenerismo insisten en el suministro de dañinas hormonas artificiales de por vida, comenzando desde la prepubertad, y siguiendo luego, desde la adolescencia, con mutilaciones de órganos saludables, tanto masculinos como femeninos: castraciones en los varones y extirpaciones de senos en las muchachas.

 

El tratar el cuerpo de esta manera, como si fuese un simple conjunto de órganos, tejidos y huesos, cuya apariencia se puede manipular a voluntad, es una de las formas más groseras de biologismo en las que se puede caer. La ideología LGBT y la del transgenerismo, como ya hemos señalado, son ideologías profundamente dualistas y dañinas, sobre todo para menores de edad. El espectáculo que estamos presenciando de miles y miles de menores y jóvenes sexualmente confundidos que están siendo víctimas de ideólogos, académicos, maestros de escuelas, políticos, medios de difusión de información, redes sociales y médicos es verdaderamente vergonzoso y grotesco.

 

 

¿Cómo debemos tratar a las personas que dicen ser transgéneras?

 

A través de las redes sociales y otros medios nos estamos enterando de que hay un creciente y alarmante número de pre-adolescentes, adolescentes y jóvenes que están pidiendo la mal llamada “transición de género” o “cambio de sexo”. La realidad es que el sexo no se puede cambiar, está codificado genéticamente en lo más profundo de nuestro organismo: XX para las mujeres; XY para los hombres. Lo único que se puede cambiar es la apariencia de la persona, pero no su sexo real.

 

Estos menores de edad y jóvenes, si no se les convence antes del error en el cual están cayendo, se convertirán en víctimas para el resto de sus vidas de los efectos dañinos de peligrosas hormonas y de horribles mutilaciones de órganos sanos. Por ello, debemos tratarlos con amor y compasión. Debemos convencerlos del peligro que corren y animarlos, con mucho respeto y humildad (ver 1 Pedro 3:15) a someterse a tratamientos de salud mental y a la poderosa oración cristiana. “La oración ferviente del justo tiene mucho poder”. (Santiago 5:16.)

 

El número de personas, a veces ya adultas, que se han arrepentido de sus “transiciones de género” también está aumentando considerablemente. Incluso, no pocas de estas personas ya están concediendo entrevistas en medios de difusión y también están radicando demandas judiciales contra aquellos, educadores o médicos, que los engañaron al proponerles como “solución” a su problema de disforia de género las mal llamadas “transiciones de género”.

 

Pidamos a Dios y actuemos para que todos puedan comprender lo malo que son estas ideologías que rechazan el don que Dios nos ha hecho al crearnos hombres y mujeres, y que, en vez de una humilde aceptación de este don divino, pretenden deshacer lo que Dios ha creado para sustituirlo con destructivas manipulaciones. Esa pretensión, consciente o inconscientemente, no es otra cosa que intentar “ser como dioses” (Génesis 3:5). Dios sí quiere que avancemos en todos los campos humanos de la medicina y de la tecnología médica, pero siempre en favor del bien integral de la persona humana y no de su destrucción.

 

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[1] American College of Pediatricians – November 2018, “Gender Dysphoria in Children,” Gender Dysphoria in Children | American College of Pediatricians (acpeds.org), with reference to Jeffeys, S. Gender Hurts: A feminist analysis of the politics of transgenderism. NY: Routledge, 2014 (p. 27).