Revocar el Informe Kissinger y pedir disculpas por el mal cometido
Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Vida Humana Internacional
Publicado originalmente en inglés el 10 de febrero del 2025 en: https://www.hli.org/2025/02/revoke-nssm-200-and-apologize-for-evil-done/.
Aviso: Como siempre hacemos al abordar el tema del aborto, aclaramos que no estamos condenando que haya caído en este grave pecado. Invitamos a estas personas a la conversión y al Sacramento de la Confesión, absolutamente necesario para obtener la infinita misericordia de Dios, Quien nunca ha dejado de amarlos. La Iglesia Católica también cuenta con ministerios de reconciliación y sanación post aborto. Comuníquese con nosotros al (305) 260-0525.
Introducción
La semana pasada escribí sobre el admirable trabajo que está haciendo el gobierno del presidente Trump para promover la causa provida. La gran cantidad de actividad provida que ha llevado a cabo el gobierno de Trump en las primeras semanas a través de órdenes ejecutivas y directivas administrativas ha sido verdaderamente notable. Es sumamente alentador ver a este gobierno contraatacar la mentalidad anti-vida (como las ideologías que no respetan la dignidad humana) y revertir varias políticas nacionales e internacionales proaborto y anti familia que dominaron el gobierno antivida de Biden.
Como alguien que trabaja en un apostolado provida global, me alegró especialmente ver la orden ejecutiva del presidente Trump que restablece la Política de la Ciudad de México que prohíbe el uso de dólares de los contribuyentes para financiar organizaciones que promuevan o realicen abortos en el extranjero, ofrezcan asesoramiento sobre abortos o defiendan el aborto. Recortó, por ejemplo, todos los fondos al Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) que apoya el aborto coercitivo y la esterilización forzada. La política también es aplicable a lo que queda de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), al Departamento de Estado y a todos los departamentos y agencias.
La orden del presidente revoca el memorando del gobierno anterior de Biden que autorizaba la financiación con fondos de los contribuyentes a los proveedores de servicios de aborto, incluidos Planned Parenthood y Marie Stopes International. La política restablecida ha ampliado su influencia, abarcando la gran mayoría de la asistencia sanitaria global bilateral de Estados Unidos, como se expresa en el encargo dado al secretario de Estado:
Tomar todas las medidas necesarias, en la medida permitida por la ley, para garantizar que el dinero de los contribuyentes estadounidenses no financie organizaciones o programas que apoyen o participen en la gestión de un programa de aborto coercitivo o esterilización involuntaria.
Ese mismo día, el presidente Trump emitió una segunda orden ejecutiva que restablecía las directivas de su gobierno anterior con respecto a la Enmienda Hyde, garantizando que su norma se incorporara a las políticas y programas federales. La administración Biden eludió la Enmienda Hyde (se puede llegar a decir que la administración Biden ignoró la ley), que es una política estadounidense que prohíbe el uso del dinero de los contribuyentes para financiar el aborto dentro de EEUU. Las dos órdenes ejecutivas de Biden, que se referían al aborto falsamente como “atención médica”, intentaron incorporar la financiación federal del aborto dentro de los programas gubernamentales, facilitando a las mujeres el acceso al aborto quirúrgico, así como a la píldora abortiva.
Las órdenes del presidente Trump rectificaron estos graves problemas y restablecieron el compromiso de los Estados Unidos con la protección de la vida y las familias en el escenario nacional e internacional. Este es un paso hacia la restauración de nuestro papel como líderes en la cuestión de la promoción y defensa de la dignidad humana. Por supuesto, hay mucho más por hacer en este sentido, pero las órdenes ejecutivas de Trump están implementando políticas y directivas provida que han tenido y tendrán un impacto tremendo.
Estados Unidos ejerce una enorme influencia global y es apropiado que utilice ese poder para ofrecer medios éticos de atención médica a las mujeres y proteger los derechos de los niños no nacidos, los más inocentes e indefensos, de la industria del aborto. Asegurarse de que el dinero de los contribuyentes no promueva o pague abortos salva vidas. Los estadounidenses no deberían verse obligados a financiar la industria del aborto ni ser obligados por el gobierno a exportarla y promoverla en el extranjero.
El hecho de que Estados Unidos adopte una política exterior que se comprometa explícitamente a luchar de manera proactiva contra la matanza de niños no nacidos inocentes y a promover un enfoque holístico y verdaderamente provida de la salud de las mujeres marca un cambio radical. De hecho, demasiadas personas siguen ignorando el hecho de que gran parte de la política exterior estadounidense está envenenada por el compromiso de exportar un control demográfico coercitivo, basado en la contracepción y el aborto legal, para “proteger” los intereses estadounidenses.
Todo esto está explicado de forma bastante explícita en el Informe Kissinger, adoptado por el Consejo de Seguridad Nacional de la administración Nixon en 1974. Este nefasto documento de alto secreto, también conocido como Memorándum de Estudio de Seguridad Nacional 200 (NSSM-200), estuvo clasificado hasta finales de los años 80. Su título es “Implicaciones del crecimiento demográfico mundial para la seguridad de Estados Unidos y sus intereses en el extranjero”. El documento fue el resultado de la colaboración entre la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y los Departamentos de Estado, Defensa y Agricultura.
Este documento antivida se encuentra en la página web de la USAID: NSSM-200-the-Kissinger-Report.pdf (secureservercdn.net). Sin embargo, como la USAID está bajo revisión por parte del gobierno de Trump, es posible que este enlace no esté disponible en estos momentos. Sin embargo, el que desee obtenerlo solo tiene que escribir a adolfo@vidahumana.org.
El Informe Kissinger nunca ha sido revocado. Todo lo contrario: está bastante claro que sus principios han calado profundamente en la política exterior estadounidense, así como en la “filantropía” liderada por Occidente en general. Ya es hora de que el gobierno estadounidense rechace formalmente este malvado documento, con su visión racista y proaborto apenas disimulada y su aceptación de un colonialismo ideológico condescendiente y destructivo.
El Informe Kissinger y la obsesión con el control de la población
El Informe Kissinger fue escrito y adoptado en 1974 en un momento en que la histeria por el mito de la “superpoblación” estaba en su apogeo. Paul Ehrlich había publicado La bomba poblacional en 1968, prediciendo hambrunas generalizadas y muertes por inanición en las próximas décadas si no se reducía drásticamente la población mundial. La apocalíptica frase inicial del disparatado libro de Ehrlich, “La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado”, ha pasado a la historia como una de las predicciones más ridículas y equivocadas de la historia. Lo mismo ha sucedido con muchas de las otras predicciones de Ehrlich.
Ehrlich creía que el planeta ya no podía sustentar a la población humana. Como resultado, predijo que cientos de millones de personas morirían de hambre en la década de 1970, incluidos 65 millones de estadounidenses. Incluso llegó a predecir que la India estaba esencialmente condenada y que “Inglaterra no existirá en el año 2000”. Como respuesta a este presunto “problema”, Ehrlich recomendó que el gobierno de Estados Unidos estableciera el Departamento Federal de Población y Medio Ambiente (DPE), que tendría el poder legal de dictar cuántos hijos podrían tener los matrimonios.
Dos años después, en la revista Ecoscience, Ehrlich escribió:
Se ha llegado a la conclusión de que las leyes de control demográfico obligatorio, incluso las que exigen el aborto obligatorio, podrían mantenerse en virtud de nuestra Constitución actual si la crisis demográfica se volviera lo suficientemente apremiante como para poner en peligro a la sociedad. Muchos consideran que la situación ya es lo suficientemente grave como para justificar algunas formas de coacción.
Basándose en las terribles y falsas predicciones de Ehrlich, se consideró necesario tomar medidas drásticas para evitar la “catástrofe”. Ehrlich recomendó medidas que incluían el aborto y la esterilización obligatorios y el establecimiento de una fuerza armada internacional con el poder de hacer cumplir estas medidas.
Otros defensores del control de la población se sumaron a las predicciones apocalípticas de Ehrlich. Entre ellos se encontraban el presidente del Population Council, Bernard Berelson, y Alan F. Guttmacher, exdirector médico de la Planned Parenthood Federation of America. En 1969, Berelson creó un programa detallado que incluía la adición de agentes esterilizantes en los suministros de agua de los Estados Unidos, la esterilización obligatoria de todos los hombres con tres o más hijos y el aborto obligatorio para todos los embarazos ilegítimos (“Beyond Family Planning”, Studies in Family Planning, febrero de 1969, páginas 1-16). Guttmacher afirmó:
Cada país tendrá que decidir su propia forma de coerción y determinar cuándo y cómo debe emplearse. En la actualidad, los medios disponibles son la esterilización y el aborto obligatorios. Tal vez algún día sea factible una manera de imponer el control de la natalidad obligatorio (Medical World News, 6 de junio de 1969).
Debería resultar sorprendente que, después de haberse equivocado tan terriblemente en cada una de sus predicciones, Ehrlich todavía se las arregle para mantener una reputación de “experto” cuyos pronósticos son buscados rutinariamente por los medios de comunicación. Incluso en 2013, Ehrlich seguía impulsando su agenda antivida, afirmando que “nadie tiene derecho a tener tantos hijos como quiera”.
Inevitablemente, la presión para aplicar medidas de control demográfico forzado encontró su camino hacia la política exterior oficial de los Estados Unidos que condujo al NSSM-200 o Informe Kissinger, que está impregnado del pensamiento de La bomba demográfica. La nueva estrategia de control demográfico tenía como objetivo inspirar “una mayor motivación para tener familias más pequeñas” en los países en desarrollo por todos los medios posibles, así como reducir sus tasas de crecimiento demográfico.
El Informe Kissinger comienza haciéndose eco de predicciones dramáticas sobre la tasa de crecimiento demográfico, y concluye: “El crecimiento demográfico tendrá un impacto grave en la necesidad de alimentos, especialmente en los países menos desarrollados más pobres y de más rápido crecimiento”. Y añade: “La consecuencia más grave a corto y medio plazo es la posibilidad de hambrunas masivas en ciertas partes del mundo, especialmente en las regiones más pobres”.
El documento está claramente mucho menos preocupado por los supuestos efectos nefastos de sus políticas en estos países mal llamados “superpoblados”. En cambio, los autores están claramente más preocupados por cómo la “crisis demográfica” y el malestar social que causa, afectarán el acceso de Estados Unidos a los recursos naturales necesarios para garantizar su prosperidad y seguridad continuas. El Informe Kissinger utiliza un lenguaje contundente:
La economía de los Estados Unidos requerirá cada vez más de mayores cantidades de minerales del exterior, especialmente de los países menos desarrollados. Ese hecho hace que los Estados Unidos se interesen más por la estabilidad política, económica y social de los países proveedores. En los casos en que una disminución de las presiones demográficas mediante la reducción de las tasas de natalidad pueda aumentar las perspectivas de esa estabilidad, la política demográfica se vuelve relevante para el suministro de recursos y para los intereses económicos de los Estados Unidos…
En otras palabras, el hecho de que la gente de los países pobres esté recibiendo más niños de lo que el gobierno de Estados Unidos considera prudente es una amenaza para ese país y se debería hacer algo al respecto.
La siniestra solución del Informe Kissinger
La solución propuesta por el Consejo de Seguridad Nacional es de una sencillez austera. “Para que las cifras futuras se mantengan dentro de límites razonables, es urgente que se inicien y se hagan efectivas las medidas para reducir la fertilidad en los años 1970 y 1980”, afirma el documento.
La cuestión, por supuesto, es cómo hacerlo. En lo que respecta a los autores, Estados Unidos puede y debe invertir enormes recursos en ese esfuerzo. En primer lugar, dentro de los programas de asistencia exterior de Estados Unidos, se debería dar un “trato preferencial” a “los programas rentables para reducir el crecimiento demográfico, incluidas las actividades de planificación familiar y las actividades de apoyo en otros sectores”. En otras palabras, en lugar de proporcionar las necesidades básicas a los países necesitados, Estados Unidos debería centrarse en exportar el control de la natalidad y, por supuesto, el aborto.
Cuando se trata de los métodos más controvertidos para reducir el crecimiento demográfico, incluida la coerción y el aborto, los autores recurren a un doble discurso. Pero a pesar de sus esfuerzos, está bastante claro cuál es su postura: si pueden salirse con la suya mediante la coerción, lo harán, y cuanto más abortos, mejor.
Por un lado, los autores afirman que las diversas agencias involucradas en la redacción del documento “no tienen recomendaciones específicas que proponer sobre el aborto”. Pero inmediatamente añaden que hay “ciertos hechos sobre el aborto que deben ser tomados en cuenta”. El primero de estos hechos es que “Ningún país ha reducido su crecimiento demográfico sin recurrir al aborto”. Dado que todo el documento trata de la urgencia imperiosa de reducir el crecimiento demográfico en los países en desarrollo, esta declaración apenas deja dudas sobre lo que al gobierno de Estados Unidos le gustaría ver en los países en desarrollo en lo que respecta a un mayor acceso a la anticoncepción y al aborto.
El Informe Kissinger habla de evitar las medidas coercitivas (lo que el documento denomina eufemísticamente “influencia”), y teme que cualquier apariencia de obligar a los países a reducir su tasa de natalidad pueda conducir a una reacción local. “Existe”, advierten los autores, “el peligro de que algunos líderes de los países menos adelantados consideren las presiones de los países desarrollados a favor de la planificación familiar como una forma de imperialismo económico o racial; esto podría muy bien generar una reacción negativa grave”.
Es posible que los líderes de los países menos adelantados lo vean de esa manera. Y podría conducir, con toda razón, a una reacción negativa grave.
Para evitar críticas, en el párrafo siguiente los autores proponen inmediatamente formas en que las naciones desarrolladas podrían presionar a los gobiernos del tercer mundo para que adopten sus medidas de control demográfico de todos modos. Como escriben:
También existen algunos precedentes establecidos para tener en cuenta el desempeño en materia de planificación familiar al evaluar las necesidades de asistencia por parte de la AID y los grupos consultivos. Dado que el crecimiento demográfico es un factor determinante de los aumentos en la demanda de alimentos, la asignación de los escasos recursos de la PL 480 [Alimentos para la Paz] debe tener en cuenta las medidas que está adoptando un país en materia de control demográfico y de producción de alimentos. Sin embargo, en estas relaciones tan delicadas es importante, tanto en el estilo como en el fondo, hay que evitar que parezca que se está ejerciendo coerción.
Lo que están tratando de decir es: les daremos comida, pero sólo si demuestran que han tomado medidas para reducir el número de personas en su país que necesitan comer la comida que les estamos dando. Pero esto no es realmente coerción, parecen pensar los autores, aunque pueda tener la “apariencia” de serlo.
Se trata de la coerción del tipo más cínico: utilizar como arma la pobreza de los países en desarrollo y su dependencia de la ayuda extranjera para los elementos esenciales de la vida para imponer una agenda ideológica particularmente siniestra con un motivo oculto. Naturalmente, la provisión del control de la natalidad y la promoción del aborto se presentarán envueltas en preocupaciones humanitarias, como si se tratara de satisfacer las necesidades de la gente de esos países. Pero en realidad, el motivo subyacente es la preocupación de Estados Unidos por su propia seguridad nacional y el acceso a recursos escasos.
Es hora de revocar el Informe Kissinger
Desafortunadamente, el Informe Kissinger y su mentalidad se arraigaron profundamente en los departamentos y programas del gobierno de los Estados Unidos. Los ciudadanos de los países del tercer mundo que literalmente se están muriendo de hambre y sed a menudo viven con la realidad paradójica de tener acceso a una superabundancia de condones y otros anticonceptivos (así como abortos legales e ilegales), que no pidieron, mientras que carecen de alimentos, agua, atención médica y otras necesidades por las que están suplicando.
En algunos casos, las políticas defendidas en el Informe Kissinger han llevado a los Estados Unidos a convertirse en cómplices de atrocidades horribles.
Felicito al presidente Trump y a su gobierno tanto por abordar la situación como por ofrecer políticas y directivas que aboguen por las mujeres y los no nacidos. Necesitamos desesperadamente claridad, coraje, liderazgo y un esfuerzo arduo para promover de manera proactiva los valores provida y familia tanto en Estados Unidos como en nuestras políticas exteriores. Después de todo, no basta con objetar u oponerse a la agenda proaborto; necesitamos trabajar para proteger proactivamente a los no nacidos, a las mujeres y a los niños mediante la implementación de una agenda positiva.
En su Encíclica Caritas in veritate, el Papa Benedicto XVI lamenta específicamente las prácticas de control demográfico, la promoción de la contracepción, la imposición del aborto, la práctica de la esterilización y el esfuerzo cínico de “exportar esta mentalidad a otros Estados como si fuera una forma de progreso cultural”. Para el Papa y la Iglesia, esto es inaceptable, porque “la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo”. Sin esta apertura, toda la sociedad se marchita.
El Papa Benedicto XVI expuso los principios que deben guiar los esfuerzos auténticos de desarrollo. “La caridad en la verdad es la fuerza principal detrás del verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”, escribió. “Sólo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valores humanos y humanizadores”.
Como mencioné, el Informe Kissinger nunca ha sido revocado. Todavía representa la política formal del gobierno de los Estados Unidos sobre cuestiones de población. En un momento en que muchos países, incluido Estados Unidos, se enfrentan a un invierno demográfico, algunos gobiernos están empezando a darse cuenta de que no es la falsa “superpoblación”, sino la implosión demográfica, lo que plantea un grave riesgo para la seguridad nacional y la estabilidad social.
Pero, independientemente de las consideraciones prácticas, los principios morales muestran claramente que el hecho de que un país presione, e incluso exija, que otro país reduzca su población utilizando medios inmorales es una grave injusticia. Es para nuestra eterna vergüenza que la política exterior de Estados Unidos incluya principios tan perversos, basados en tal falta de respeto por la soberanía y la integridad cultural de las naciones en desarrollo.
Expreso mi gratitud al gobierno de Trump por empezar a cambiar el tenor de nuestra política exterior y los insto a revocar formalmente el Informe Kissinger, a disculparse por el mal que nuestro país perpetró bajo su influencia y a fomentar políticas y programas que respeten la dignidad humana y contribuyan al auténtico florecimiento humano.
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