Un cambio en el paradigma del desarrollo internacional. La gente no es el problema.
Alguien de la industria de la ayuda internacional para el desarrollo tendrá que dar explicaciones. En un análisis de datos económicos de la década que terminó en 2010, la revista The Economist presenta una lista compuesta por las dos naciones más pobladas del mundo y seis naciones africanas cuya tasa total de fertilidad está entre las más altas del mundo, cuyas economías son las que están creciendo con mayor rapidez. Para 2015, según datos del Fondo Monetario Internacional, esta lista élite incluirá a las dos naciones más pobladas del mundo y a siete del África [1].
¿Cómo podría suceder esto, cuando durante años se nos ha asegurado que las poblaciones grandes y los elevados índices de fertilidad hacen imposible el crecimiento económico? De hecho, toda la industria de la ayuda internacional para el desarrollo funciona en base a esta “incuestionable” premisa. En una declaración a la Conferencia Internacional sobre Planificación Familiar de 2011, la mil millonaria filántropa Melinda Gates expresó la “sabiduría” convencional de esta industria: “El proporcionar acceso a los anticonceptivos es una manera rentable de fomentar el crecimiento económico” [2]. Jeffrey Sachs, a quien el New York Times llama “el economista más influyente del mundo”, se hace eco de esta “sacrosanta” opinión: “La segunda clave para el desarrollo sostenible es la estabilización de la población global”. En base a la suposición de que las disminuciones demográficas han beneficiado a las naciones ricas, Sachs concluye: “También debemos animar a las naciones más pobres a que disminuyan sus tasas de fertilidad” [3].
Desde luego, los gastos para la ayuda internacional siguen esta “lógica” maltusiana. La Fundación Bill y Melinda Gates y las demás principales ONG (organizaciones no gubernamentales), gastan miles de millones de dólares todos los años para disminuir la fertilidad como la principal “solución” a la inactividad o inestabilidad económica. Pero, según los actuales datos acerca del crecimiento económico, esta presunción debe ser examinada de nuevo.
Pocos se sorprenderían al saber que The Economist predice que las dos naciones de mayor población del mundo, China e India, estarán superando al resto del planeta en cuanto al crecimiento económico para el año de 2015. El resto de las primeras cinco, sin embargo, pueden ser más sorprendentes: clasificada como tercera en la proyección del crecimiento económico se encuentra Etiopía, con una tasa total de fertilidad en el 2012 de 4.6 hijos por familia; la cuarta es Mozambique, con una tasa de 5.3; y la quinta es Tanzania, con una tasa de 5.5 [4]. Y si bien es cierto que un dramático crecimiento económico, especialmente en las primeras etapas, no necesariamente se traduce en un mejoramiento sostenido del nivel de vida, vale la pena observar que el Standard Bank predice un boom en la “clase media” de varias naciones sub-saharianas que tienen tasas altas de fertilidad, igualando una tendencia bien establecida de movilidad ascendente de muchas personas en China e India [5]. Debido al aumento de datos económicos como estos, que sugieren que el crecimiento demográfico no es un obstáculo para el crecimiento económico, se necesita urgentemente revisar la estrategia para la ayuda internacional al desarrollo en los países emergentes.
Sin embargo, en julio de 2012, la Fundación Gates lanzó la campaña de “desarrollo” más grande de la historia, llamada “Family Planning 2020”. La campaña evitó toda pretensión de invertir en hospitales, infraestructura y educación en África y Asia. En vez de ello, optó por reducir la fertilidad por medio enteramente del desarrollo y proliferación de anticonceptivos reversibles de larga duración [6]. A esta iniciativa de 4.6 mil millones de dólares para “ayudar” a 120 millones de mujeres pobres se unieron el gobierno británico, la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus siglas en inglés), CARE International, y docenas de otras ONG que desde hace mucho tiempo han promovido la disminución de la fertilidad como el “camino” hacia el “progreso” para las mujeres y, por tanto, para las naciones.
Pero los datos económicos que están surgiendo sugieren otra alternativa: muchas naciones están floreciendo no a pesar, sino en gran parte debido a, sus grandes y crecientes poblaciones. Después de todo, las personas no son solamente “bocas que alimentar”, como a menudo las presentan los promotores del control demográfico, sino productores, compradores e innovadores. En los países que han hecho una prioridad el desarrollar sus propios recursos naturales y las instituciones que premian los riesgos bien calculados, las inversiones y las innovaciones, hemos visto un dinámico crecimiento económico, aun teniendo poblaciones grandes que crecen rápidamente.
Al ver el obstinado y “problemático” crecimiento económico de naciones cuyas poblaciones son grandes o tienen elevados índices de natalidad, la Fundación Gates y sus maltusianos compañeros de viaje deben estar perplejos. Uno espera que estos señalen – correctamente – que algunas naciones africanas, que tienen elevadas tasas de natalidad, se están beneficiando de la inversión de naciones (mayormente China), que están explotando sus recursos naturales. Sin embargo, economistas, como Dambisa Moyo [7], son menos críticos de China, y señalan que por lo menos los inversores chinos están empleando y capacitando africanos, construyendo buenas carreteras y torres celulares, y ofreciendo una alternativa a una cultura de dependencia de la ayuda de otros.
Los maltusianos, como Gates y Sachs, también señalarán que muchas de las naciones más inestables del mundo tienen elevadas tasas de natalidad, y que los países que tiene bajos índices de natalidad están desarrollados y son relativamente estables. Ello es cierto, pero como argumento es radicalmente incompleto, especialmente hoy: no espere que esos países pierdan mucho tiempo explicando el “crecimiento” económico y la estabilidad política de Rusia y la baja fertilidad de las naciones de la fracturada Unión Europea.
El hecho es que la relación entre población y crecimiento económico es complicada: mucho más de lo que parecen dispuestos a creer con entusiasmo los promotores de la ideología de “primero el control de la natalidad”. Puede ser que tengan buenas intenciones. En estos días, ciertamente las naciones más ricas están teniendo menos hijos que las naciones pobres, hablando en términos generales. Esta “antigua normalidad”, sin embargo, se está virando al revés a medida que las economías más dinámicas parecen ser aquellas que se benefician de una población numerosa o de una elevada fertilidad, aún a medida que la deuda del mundo desarrollado explota al intentar mantener un nivel de vida que solamente en apariencia es sostenible al depender de pedir prestado de las futuras generaciones, es decir, de sus propios hijos – precisamente los hijos que estas naciones se niegan a tener.
A los líderes africanos se les perdonará el no aceptar la oferta de Europa y EEUU de compartir el declive del mundo desarrollado. Para cuestionar la premisa maltusiana, no necesitamos demostrar que el dramático crecimiento económico se traduce inmediatamente en un elevado nivel de vida para todos; simplemente debemos señalar los datos que están surgiendo y preguntar por qué el dogma de Malthus en particular es tan inmune a la evidencia contraria.
Cuando las anomalías se convierten en la norma, diría Thomas Kuhn, es que un cambio de paradigma está por suceder. El viejo modelo de desarrollo en el que los hijos son considerados una amenaza al crecimiento económico, está siendo eclipsado rápidamente por el éxito de naciones demográficamente más jóvenes, cuyos líderes premian la inversión en vez de competir por la recepción de limosnas – limosnas que siempre vienen con condicionamientos de control demográfico atados a ellas – por parte de las naciones ricas. Este enfoque en la estabilidad y la inversión será la fuente de crecimiento sostenible para el futuro de África y para los hijos que los africanos agradecerán estar teniendo todavía.
Notas:
[1]. Véase: “Africa’s Impressive Growth,” The Economist, 6 de enero de 2011, http://www.economist.com/blogs/dailychart/2011/01/daily_chart.
[2]. Véase: https://www.youtube.com/watch?v=lQvsVXEGoC0.
[3]. Véase: http://www.cnn.com/2011/10/17/opinion/sachs-global-population/index.html.
[4]. Véase: Banco Mundial, http://data.worldbank.org/indicator/SP.DYN.TFRT.IN?order=wbapi_data_value_2010+wbapi_data_value&sort=desc.
[5]. Véase: Rene Vollgraaf y Mike Cohen, “Sub-Saharan Africa’s Middle Class to Balloon, Standard Bank Says,” Bloomberg, 19 de agosto de 2014, http://www.bloomberg.com/news/2014-08-19/sub-saharan-africa-s-middle-class-to-balloon-standard-bank-says.html.
[6]. Véase: http://www.familyplanning2020.org/.
[7]. Véase: Dambisa Moyo, “Dead Aid: Why Aid Is Not Working and How There Is a better Way for Africa,” http://www.dambisamoyo.com/books-and-publications/book/dead-aid.
Fuente: Stephen Phelan, “A Paradigm Shift in International Development. People Are Not the Problem,” First Things, 7 de octubre de 2014, http://www.firstthings.com/web-exclusives/2014/09/paradigm-shift-in-international-development.
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