Cómo el aborto degrada a los hombres
Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Vida Humana Internacional
Publicado originalmente en inglés el 12 de agosto del 2024 en: https://www.hli.org/2024/08/men-and-abortion-how-abortion-degrades-men/.
Vida Humana Internacional agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo.
Nota del Editor: Como hacemos cada vez que abordamos el tema del aborto, queremos aclarar que nuestra intención no es condenar a ninguna mujer o a cualquier otra persona que de alguna manera haya caído en este grave pecado. Condenamos el aborto, no a las personas. A las personas las invitamos con urgencia, pero con mucho amor, al arrepentimiento y a la conversión a través del absolutamente necesario recurso al Sacramento de la Confesión, donde Dios les espera con los brazos abiertos para derramar sobre ti Su infinita misericordia. La Iglesia también cuenta con ministerios de reconciliación y sanación postaborto. Visita www.vidahumana.org para obtener más información o llámanos al 305-260-0525 (Miami, Florida, USA).
Recientemente, durante un evento de recaudación de fondos por la plataforma ZOOM para la asociación “White dudes for Harris” (Hombres blancos a favor de Harris, es decir Kamala Harris la candidata demócrata para la presidencia), el secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttigieg, dijo que los hombres tienen más libertad en un país donde el aborto a pedido es legal, porque no tienen que asumir la responsabilidad de sus acciones.
Nota del Editor: Los comentarios del Sr. Buttigieg no son otra cosa que una verdadera insolencia, un descaro y una desfachatez.
La implicación era clara: el aborto “libera” a los hombres de su responsabilidad, lo que implica que las vidas y las decisiones de las mujeres son secundarias frente a las conveniencias de los hombres. Los comentarios de Buttigieg también pasan por alto los profundos efectos (tanto físicos como emocionales) que el aborto tiene en las mujeres.
“Estoy muy contento de que ella, Kamala Harris, haya elegido la libertad como un tema central dentro de su campaña”, dijo Buttigieg.
Y continuó:
Los hombres también son más libres en un país donde tenemos una presidente que defiende cosas como el acceso a los servicios de aborto. Los hombres son más libres cuando el líder del mundo libre y el líder de este país apoyan el acceso al control de la natalidad.
Buttigieg, que habló durante casi cinco minutos, también abordó otros ejemplos de la mal llamada “libertad” que incluyen la anticoncepción, la fertilización in vitro y las uniones entre personas del mismo sexo.
Estas posiciones y comentarios están totalmente en sintonía con la candidata presidencial demócrata Kamala Harris y su compañero de fórmula Tim Walz. Ambos han hecho de los mal llamados “derechos reproductivos” un foco central de su campaña, manteniéndose en línea con la Plataforma del Partido Demócrata de 2020 (y el Borrador de la Plataforma de 2024 del Comité Nacional Demócrata) que aboga por el aborto en todas y cada una de las circunstancias hasta el momento del nacimiento.
Harris cree que es un “derecho” de la mujer elegir si quedarse con su hijo o abortar. Y afirma que hay una crisis sanitaria porque las mujeres no tienen acceso gratuito y sin obstáculos en todos los estados al aborto, o como ella y otros proabortistas le llaman falsamente: “derechos reproductivos”. Para Harris y el Partido Demócrata, “la libertad reproductiva está en la boleta electoral”.
¿Por qué debería importarnos?
Las posiciones de Buttigieg y Harris señalan problemas cruciales con el aborto y su forma de pensar. Estos problemas son las relaciones sexuales sin responsabilidad, una falsa comprensión de la libertad y afirmar que el aborto debe ser parte de la atención “médica” subsidiada por el Estado.
Comencemos por esto último. Harris, el Partido Demócrata y los proabortos en los últimos años han alterado su estrategia de mensajes, abandonando el eslogan de “elección” para afirmar en cambio que el aborto es simplemente atención “médica” esencial para las mujeres (es decir, “salud reproductiva”). Al afirmar que existe una base objetiva en la medicina, los partidarios del aborto buscan marginar a los proveedores de atención médica y a otras personas que no están de acuerdo con ellos. Pero esta afirmación es contraria a los hechos.
El aborto no debe ser atención médica subsidiada por el Estado con nuestros impuestos. No mejora la vida ni la salud de la mujer. No trata ninguna enfermedad, sino que conlleva un daño potencial significativo tanto para las mujeres como para sus hijos no nacidos. El aborto es inherentemente diferente de otros procedimientos médicos. Ningún otro procedimiento implica el asesinato intencionado de un niño no nacido inocente, lo que constituye una violación de los derechos inherentes de los miembros más vulnerables y pequeños de nuestra sociedad y de la familia humana.
Durante el embarazo, hay dos individuos distintos que exigen cuidado y protección. El aborto no es una cuestión de elección personal ni de derechos de las mujeres. Se trata del derecho humano básico del niño no nacido, el derecho del niño a la vida. El aborto no es “médicamente necesario” y no tiene justificación en términos de la salud de la mujer. Y como han revelado los estudios: en la mayoría de los casos, las mujeres no buscan el aborto por cuestiones relacionadas con la salud, sino por falta de apoyo de su cónyuge, novio, compañero sexual o familia.
Por ejemplo, entre 1996 y 2023 en Florida, Luisiana, Minnesota, Nebraska, Dakota del Sur y Utah, el 96% de las mujeres que abortaron eligieron el aborto por motivos sociales. Incluso con la vaga definición de “casos difíciles” adoptada por los estados, podemos ver que menos del 4% de todos los abortos se realizan por violación, incesto, eugenesia (defectos de nacimiento) y amenazas a la salud física y mental de las madres. Las mujeres y sus hijos no nacidos merecen nuestro apoyo, no la destrucción que ofrece el aborto.
El aborto explota a las mujeres
Buttigieg, Harris y el Comité Nacional Demócrata respaldan una cultura y una sociedad en la que los hombres son “libres” de utilizar a las mujeres y las mujeres son presionadas a abortar. Esto no es libertad.
El aborto empodera a los hombres para explotar a las mujeres, empujándolas a abortar, sin asumir ninguna responsabilidad por sus propias acciones. El comentario de Buttigieg expone una perspectiva que socava la dignidad inherente de las mujeres, perpetuando una mentalidad y un comportamiento que permite a los hombres beneficiarse del aborto física, emocional y sexualmente.
Esta falsa “libertad” respalda una conducta que busca encuentros sexuales sin preocupaciones y respalda una actitud irresponsable que convierte a las mujeres en cosas para ser usadas, lo que en última instancia conduce a la falta de apoyo a las mujeres en sus momentos de necesidad. Implica que la vida y las decisiones de las mujeres son secundarias frente a las conveniencias de los hombres.
Y como se mencionó anteriormente, un creciente conjunto de evidencias revela que un gran porcentaje de abortos ocurre porque las mujeres son coaccionadas, a menudo por hombres, lo que hace que hablar de “autonomía” y “derechos” suene vacío, grotesco y ridículo.
Este enfoque establece y fomenta una cultura en la que los hombres quedan exentos de sus responsabilidades, dejando a las mujeres solas con la carga de los embarazos no planificados. También es degradante para el papel de los padres, degradando la procreación, la paternidad y la dignidad de hombres y mujeres. Envía el mensaje de que es aceptable que los hombres se desvinculen de las consecuencias de sus acciones, en lugar de apoyar a las mujeres y los niños.
Además, los comentarios de Buttigieg revelan una sociedad que celebra el divorcio entre la dignidad del acto sexual (un acto que debe expresarse únicamente dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer) y su propósito, creando una anti-cultura que busca a toda costa el placer por encima de todo lo demás.
El aborto no “libera” a nadie
Los comentarios de Buttigieg y el lobby proaborto exponen una cruel indiferencia hacia el destino de los seres humanos antes del momento del nacimiento.
Muchos piensan que el aborto es sólo una “cuestión de mujeres”. Esta mentalidad a menudo está respaldada por un sistema legal y una sociedad que constantemente ignora a los padres de los niños no nacidos. Sin embargo, estos hombres no son menos padres que aquellos cuyos hijos ya han nacido. Y gran parte de esta “cultura” de la muerte se debe al abandono por parte de los hombres del llamado a la paternidad.
En algunos casos, este abandono es literal, como cuando presionan a la madre de su hijo para que aborte el fruto de su unión, o cuando simplemente abandonan sus responsabilidades.
Los defensores del aborto a menudo hablan de este crimen desde la perspectiva de la igualdad, utilizando el ejemplo de una mujer que enfrenta un embarazo no planeado. Afirman que, si se le niega el aborto, se le podría exigir que renuncie a sus oportunidades educativas y profesionales. Como los hombres no quedan embarazados, no enfrentan obstáculos para alcanzar sus objetivos. Afirman que restringir el aborto coloca a las mujeres en una posición de desigualdad con respecto a los hombres.
Sin embargo, la verdadera igualdad entre los dos sexos respeta lo que hace que las mujeres sean únicas, incluido el apoyo a su bienestar durante el embarazo y el cuidado de ellas y de sus hijos nacidos y no nacidos. El aborto no crea igualdad, sino que “libera” a los hombres y a la sociedad para que abandonen su obligación de cuidar, proteger y servir.
Uno de los temas a los que vuelvo a menudo en estas columnas es que las cosas que contribuyen al auténtico florecimiento humano, es decir, a una vida sana y gozosa, y las disposiciones de la ley de Dios son una y la misma cosa. Es decir, Dios no emite sus mandamientos caprichosamente para “imponerse” a nosotros, sino que más bien nos proporciona leyes que nos elevan hacia la versión más plena y viva de nosotros mismos.
La sociedad moderna equipara la libertad con la posibilidad de hacer lo que uno desee. Se considera que la ley no es más que un conjunto de reglas impuestas a las personas en contra de su voluntad. Y a menudo se considera evidente que la “ley” sofoca la “libertad” y, por tanto, inhibe la felicidad. Dado que la felicidad requiere, o al menos eso supone nuestra cultura, libertad ilimitada, cualquier cosa que restrinja o limite a uno de actuar como uno elige es una infracción de la propia libertad.
Una de las leyes establecidas por Dios, que la Iglesia afirma constantemente, es que las relaciones sexuales deben limitarse al matrimonio, y que el matrimonio mismo debe ser la unión fiel y duradera de un hombre y una mujer, que está abierta a engendrar hijos. Los hombres son “más libres” cuando se unen en matrimonio con una persona del sexo opuesto. En el matrimonio, los hombres aprenden a trascender sus propios deseos y a anteponer el bien de su cónyuge y de sus hijos al suyo propio. Prometen amarlos con un amor que es tan constante, abnegado y generoso, que ninguna de las circunstancias de la vida puede interrumpirlo o dañarlo.
Nuestra cultura, trágicamente, se ha rebelado contra esta visión, afirmando que la libertad (y, por tanto, la felicidad) sólo se puede encontrar exactamente en la visión opuesta: la sexualidad debe “expresarse” libremente de cualquier forma que cada uno decida. El amor conyugal y la procreación son características meramente periféricas de la sexualidad, y la procreación de hijos se considera un efecto secundario desafortunado y lamentable del comportamiento sexual.
En lugar de buscar la visión del auténtico florecimiento humano, Buttigieg y otros mal llamados “progresistas” respaldan y persiguen una comprensión completamente reduccionista, incluso basada en la persona y la sexualidad humanas. Rechazan la idea de que pueda haber algún significado o propósito más profundo, o que pueda haber mejores o peores maneras de expresar la propia sexualidad. El aborto no se trata de “derechos reproductivos” para las mujeres: se trata más bien de permitir que los hombres sean sexualmente libres, sin obstáculos de ninguna consecuencia de la procreación.
Los hombres, padres, que abandonan a sus hijos o buscan matarlos mediante el aborto en lugar de elegir cuidar de ellos y de sus madres no son “más libres”, sino unos egoístas y unos cobardes. Están eligiendo un camino de conveniencia, rechazando su llamado al autosacrificio y al amor. Buttigieg elogia el aborto como un acto que libera a los hombres, pero en realidad los menosprecia, lo que deja a las mujeres solas con la peor parte de los embarazos no planificados, en lugar de apoyarlas a ellas y a los hijos que han engendrado. En lugar de disculpar a los hombres y recompensarlos por su cobardía, nuestra sociedad debería alentarlos (exigirles) que asuman responsabilidades, apoyen a las mujeres con las que han tenido un acto sexual y abracen la paternidad, en lugar de que se les dé un “pase” a través del aborto.
¡Hombres, den un paso al frente!
Buttigieg dijo que el aborto da a los hombres cierta libertad. Lo que no dice es que esta supuesta libertad se produce a expensas de las mujeres y de las vidas de los niños no nacidos. ¿Es verdaderamente “libertad” si el medio para obtenerla es perpetuar una injusticia contra otro individuo o varios individuos: el abandono de una mujer y la muerte de un niño?
El enfoque de la sociedad y la cultura modernas reduce los actos sexuales a una transacción biológica que no tiene significado ni propósito intrínseco y que es absolutamente privada. Esta comprensión de la sexualidad humana no sólo es terriblemente reduccionista, despojando al acto sexual de gran parte de su belleza y riqueza, sino que también ha desatado mucho sufrimiento.
La sabiduría de las enseñanzas de la Iglesia está en cómo capta la totalidad de lo que significa el acto sexual: no sólo una fuente de placer físico, o incluso una expresión de amor entre una pareja, sino también el medio por el cual los seres humanos establecen familias y contribuyen a la salud y la continuidad de la sociedad. La doctrina de la Iglesia es que el acto sexual, acto reservado exclusivamente a los matrimonios, es tan noble y poderoso que debe ser cuidadosamente protegido y nutrido, integrado en la persona y en la sociedad.
La masculinidad está en crisis en nuestro mundo moderno, que busca erosionar las diferencias entre el hombre y la mujer. En respuesta a esta crisis, no necesitamos hombres egoístas que se escapan cobardemente de sus responsabilidades. Necesitamos desesperadamente que los hombres sean más responsables y sacrificados con las mujeres, no menos. Necesitamos que los hombres respeten a las mujeres y honren su dignidad. Necesitamos hombres que sean disciplinados y puedan controlar sus apetitos sexuales, actuando con castidad. La castidad no es sólo una virtud de autocontrol y respeto por uno mismo, sino también una virtud de respeto mutuo y amor responsable. Necesitamos hombres que no ignoren el fruto de la procreación, sino que estén dispuestos a ser responsables, acogiendo a sus hijos y apoyando a sus madres.
La verdadera justicia para las mujeres comienza en el orden del amor y el respeto por su dignidad inherente. Necesitamos que los hombres no sólo reconozcan su propia singularidad, sino también los dones únicos de las mujeres, que permiten a hombres y mujeres, complementarios entre sí, sentirse atraídos entre sí para crear una familia y dar forma a una cultura más amplia.
El mensaje de la Iglesia sobre la persona humana y la dignidad de la sexualidad humana son mensajes más difíciles de vender que el de Buttigieg. Sin embargo, si los hombres y la sociedad ignoran estas verdades fundamentales, ellos (y la sociedad) se verán seriamente disminuidos.
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