Cómo hacer feliz (y santo) tu matrimonio (y tu vida) con los valores del Evangelio (IV)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

www.vidahumana.org

 

Este artículo fue publicado en el Boletín Electrónico “Espíritu y Vida” de Vida Humana Internacional el

1 de septiembre de 2023.

Vol. 07.

No. 33.

 

Y también en vidahumana.org en Temas/Cultura de la vida/Vida espiritual.

 

 

En nuestro artículo anterior presentamos este tema hablando de las bienaventuranzas de “los que tienen hambre y sed de justicia”, “los misericordiosos” y “los limpios de corazón” (Mateo 5:6-8). En este artículos queremos abordar las tres últimas bienaventuranzas: “Los que trabajan por la paz”, “los perseguidos por causa de la justicia” y “los injuriados, perseguidos y difamados por causa de Cristo” (Mateo 5:9-12). Queremos mostrar cómo al adquirir estas bienaventuranzas en nuestros corazones y luego al ponerlas en práctica, nuestros matrimonios (y de hecho la vida de cualquier cristiano) serán más felices y santos.

 

 

¿Qué significa la bienaventuranza de “los que trabajan por la paz”?

 

En su monumental obra, La ciudad de Dios, San Agustín definió la paz como “la tranquilidad del orden” – ver también el Catecismo, nos. 2304 y 2305. Pero no puede haber orden en la sociedad, el matrimonio y la familia si no se viven la justicia y la caridad, que es el amor hasta el sacrificio. En los números apenas mencionados, el Catecismo nos enseña que,

 

El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz. La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra, sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad. Es la “tranquilidad del orden” (San Agustín, De civitate Dei 19, 13). Es obra de la justicia (Isaías 32:17) y efecto de la caridad (Gaudium et Spes,78:1-2).

 

La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Isaías 9: 5). Por la sangre de su cruz, “dio muerte al odio en su carne” (Efesios 2:16; Col 1:20-22), reconcilió con Dios a los hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. “Él es nuestra paz” (Efesios 2:14). Declara “bienaventurados a los que construyen la paz” (Mateo 5:9).

Está claro que los esposos y sus familias deben vivir todos estos valores que conducen a la paz mencionados en el Catecismo. El principal de ellos el amor o caridad. Pero el primer paso para tener este amor que busca la paz en las relaciones interpersonales debemos primero reconciliarnos con Dios. La Didache Bible, Biblia de estudio que recomiendo a todos los que leen inglés, nos explica que los que trabajan por o buscan la paz no solamente buscan su propia reconciliación con Dios y el prójimo, sino también se esfuerzan por ayudar a otros a reconciliarse y a llenar de paz todas sus relaciones (ver la página 1266, comentario a Mateo 5:9).

 

Un primer paso necesario para lograr la paz con Dios y el prójimo es el Sacramento de la Reconciliación o Confesión. De manera, hermano, que, si buscas la paz en tu corazón, ¡ve a confesarte! Ya verás qué efecto tan hermoso tendrá en tu alma este sacramento tan sublime. No tengas miedo. Dios te espera con los brazos abiertos y llenos de misericordia sin importar qué pecados hayas cometido, con tal de que te hayas arrepentido sinceramente. Después, si es necesario o si no lo has hecho antes, ve a reconciliarte con tu esposo o esposa o con tu prójimo. Ya verás lo ligero y contento que te vas a sentir al liberarte de la culpabilidad y del pecado. ¡Te vas a sentir nuevo! Tus relaciones interpersonales en tu matrimonio y tu familia van a adquirir una nueva dimensión de paz y tranquilidad, así como de entusiasmo y felicidad.

 

La paz en el mundo comienza con la paz en el matrimonio y en la familia. Y la paz en el matrimonio y en la familia comienza con la paz en tu corazón. Y no olvides de perdonar enseguida a tu cónyuge o prójimo que te pide perdón. No puedes ser cristiano ni rezar el Padrenuestro, si no estás dispuesto a perdonar a tu hermano de corazón, como nos enseña Jesús en Mateo 18:35.

 

La paz es también uno de los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). De manera que si todavía luchas por tener paz en tu corazón, ¡pídesela al Espíritu Santo y Él te la dará! Jesús mismo lo prometió:

 

Yo les digo: Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán… Si, pues, ustedes, aun siendo malos [es decir, pecadores], saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! (Lucas 11:9-10, 13).

 

La meditación de los siguientes pasajes de la Biblia te van a ayudar a adquirir esta virtud y fruto del Espíritu Santo:

 

En lo posible, y en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres (Romanos 12:18).

 

Los exhorto yo [Pablo], prisionero por el Señor, a que vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz (Efesios 4:1-3).

 

La paz en el matrimonio, la familia, en la Iglesia y cualquier comunidad humana, también se logra evitando las siguientes maldades contra las cuales San Pablo nos pone en guardia:

 

No salga de su boca palabra dañina, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que los escuchen. No entristezcan al Espíritu Santo, con el que fueron sellados para el día de la redención. Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes. Sean amables entre ustedes, compasivos, perdonándose mutuamente como los perdonó Dios en Cristo (Efesios 4:29-32).

 

Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres. Que su clemencia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia custodiará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:4-7).

 

Revístanse, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia… Y que la paz de Cristo reine en sus corazones, pues a ella han sido llamados formando un solo cuerpo. Y sean agradecidos (Colosenses 3:12 y 15).

 

 

¿Qué significa la bienaventuranza de “los perseguidos por causa de la justicia”?

 

Esta bienaventuranza se distingue claramente de la de “los que tienen hambre y sed de justicia” en que esta última se refiere a la búsqueda de la justicia, rectitud o santidad – como explicamos en nuestro artículo anterior – mientras que la primera se refiere a aquellos que ya están poniendo en práctica esta virtud y sufren persecución precisamente por ponerla en práctica.

 

Sabemos que Jesús mismo nos anticipó que los que lo imiten sufrirán persecución y posiblemente cárcel también, y hasta la misma muerte: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes… E incluso llegará la hora en que todo el que los mate piense que da culto a Dios (Juan 15:20 y 16:2).

 

En EEUU, por ejemplo, en estos momentos hay personas provida encarceladas por haber rezado y protestado pacíficamente frente a centros abortivos. Incluso, ha habido otros provida que estaban haciendo lo mismo y que han sido brutalmente golpeados. Más todavía, el antivida y antifamilia gobierno del Presidente Biden tuvo la osadía de enviar policías del FBI a la casa de un padre de familia provida para arrestarlo delante de su esposa e hijos y encarcelarlo. Y todo ello por haber estado rezando pacíficamente frente a un centro abortivo. Todas estas personas estaban intentando que se hiciera justicia, es decir, que se respetara el derecho a la vida de bebitos inocentes que no han nacido todavía.

 

También estaban intentando convencer a las mamás que iban a ingresar en estos centros de matanza, que no les mataran a sus hijos no nacidos y que ellas se libraran del gran daño psicológico y espiritual que el aborto les iba a causar. En la Iglesia Católica hay ministerios que se ocupan de estas madres (y también padres) que sufren por un aborto, ofreciéndoles el siempre imprescindible Sacramento de la Confesión, para obtener la infinita misericordia de Dios, y también sanación post aborto de sus heridas emocionales y espirituales.

 

Pero, ¿cómo se puede aplicar esta bienaventuranza a los matrimonios y las familias? Los esposos se benefician mutuamente cuando se involucran en apostolados de justicia, ya sea defendiendo la vida ante el aborto y la eutanasia, sirviendo a los pobres, apoyando a los padres de familia en su denuncia de la “educación” sexual inmoral y LGBT en las escuelas y defendiendo así la inocencia de sus hijos.

 

En este último caso, el Departamento de “Justicia” de EEUU del vergonzoso gobierno del Presidente Joseph Biden, ha tenido la insolencia y el descaro de insultar a estos padres que defienden la integridad moral de sus hijos tildándolos de “terroristas domésticos”.  En vez de perseguir a los verdaderos terroristas, se dedican a gastar el dinero de los contribuyentes persiguiendo a personas inocentes que están cumpliendo con el derecho y deber que Dios les ha dado de ser los primeros y principales educadores de sus hijos, derecho-deber que antecede y debe ser reconocido y protegido por las leyes del país.

 

Esta bienaventuranza también se aplica especialmente a los hombres católicos que son esposos y padres. Dios les ha dado la responsabilidad de ser cabeza de su familia (ver Efesios 5:21-33). Este deber se cumple cuando el esposo ama a su esposa como Cristo ama a su Esposa la Iglesia. El esposo debe respetar, proteger, proveer y guiar a su esposa en hijos. Lastimosamente, este plan de Dios es desconocido por muchos esposos cristianos, que ni siquiera se dedican a ayudar a su esposa en la formación religiosa y moral de sus hijos e incluso ¡ni siquiera les dan ejemplo yendo a Misa con ellos! ¡Qué vergüenza! Actuando así, jamás podremos ayudar a establecer el Reino de Cristo en la Iglesia y en la sociedad. Después no nos quejemos de que las cosas estén tan mal y de que los hijos se hayan vuelto rebeldes, apáticos y contrarios a los verdaderos principios humanos y cristianos.

 

 

¿Qué significa la bienaventuranza de “los injuriados, perseguidos y difamados por causa de Cristo”?

 

Esta bienaventuranza está muy clara. No necesita mucha explicación. En realidad es una extensión de la bienaventuranza anterior, pero en este caso se centra en la persona de Cristo y en todo el ejemplo y enseñanzas que nos dio. La bienaventuranza completa dice así:

 

Bienaventurados serán cuando los injurien y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes (Mateo 5:11-12).

 

Esta bienaventuranza, al igual que la anterior, exige la virtud cardinal de la fortaleza. Esta virtud consiste en tener firmeza, constancia, perseverancia y actitud de sacrificio en hacer el bien, especialmente cuando se trata de una tarea difícil y llena de obstáculos y adversidades. También consiste en tener valor y entereza ante las burlas, injurias y persecuciones por causa de Cristo, incluso hasta el extremo de dar la vida por él.

 

En muchos lugares quizás sea muy probable que no se nos pida el dar la vida por el Señor. Pero, como ya señalamos respecto de la bienaventuranza anterior, ya hay cristianos que están siendo injustamente injuriados, perseguidos y hasta encarcelados por defender la vida y la fe cristiana.

El esposo, incluyendo especialmente al que es padre de familia, es al que Dios ha dado la mayor responsabilidad de valientemente defender a su esposa y su familia. En muchos casos, esta protección no es ante un peligro físico, pero sí moral y espiritual. Ya dimos el ejemplo de los padres de familia que se enfrentan pacífica pero enérgicamente ante las autoridades escolares que permiten que se enseñen mentiras contrarias a nuestra fe y muy dañinas para la integridad moral y espiritual de nuestros hijos: la teoría racial crítica, que contiene elementos marxistas, la ideología perversa del género y el transgenerismo, la “educación” sexual inmoral, la pornografía en el internet e incluso en las computadoras de las bibliotecas públicas, etc., etc.

 

Ante todos estos males y otros más, los esposos y padres, de manera especial, deben dar ejemplo de liderazgo junto con otros hombres cristianos o de buena voluntad a la hora de proteger la inocencia, la castidad y las mentes y corazones de sus hijos ante toda esta inmundicia. Deben acudir, cuando sea necesario, ante las juntas escolares o reunirse con los directores de las escuelas y de manera cívica pero enérgica protestar y exigir que a sus hijos no les enseñen esta sarta de asuntos malos y dañinos.

 

También tienen el grave deber de formarse bien con la doctrina católica e informarse de lo que está pasando, para poder expresar sus protestas y reclamos con más autoridad y contundencia. Y todo ello debe estar precedido y fortalecido por una profunda vida de oración. Porque, después de todo, sin la ayuda de Dios no podemos hacer nada (ver Juan 15:5). La Iglesia y Vida Humana Internacional están aquí para, con mucha humildad y respeto, asistirlos en esta importante tarea.

 

Cuando las esposas ven que sus esposos asumen esta responsabilidad y liderazgo, y las acompañan en estas actividades para proteger a sus hijos, se llenan de un santo orgullo por sus esposos. Su respeto por ellos aumenta (ver Efesios 5:33) y también se llenan de paz al descansar en el hecho de que sus esposos no solo las respaldan sino que también se colocan ante ellas como una especie de muro espiritual de apoyo y protección. Todo esto, evidentemente, da como resultado que el matrimonio sea más feliz y santo.

 

Lastimosamente, hay una crisis de auténtica masculinidad cristiana. Incluso, hay falsos “expertos” del gobierno, del mundo académico y de los medios que irresponsablemente están diciendo el disparate de que hay una crisis de “masculinidad tóxica” y de “supremacía blanca”. Nadie duda de que, muy lamentablemente, todavía existen algunos hombres que abominable y cobardemente maltratan a sus esposas e hijos verbal y físicamente. Nadie duda tampoco de que todavía hay casos del también abominable racismo. Todos tenemos que oponernos resueltamente a estas graves injusticias. Pero decir que EEUU es un país que sufre a gran escala de una “masculinidad tóxica” y de “supremacía blanca” no es otra cosa que hacer el papel de tontos útiles y pasar por alto problemas mucho más extensos, como el aborto, la eutanasia, la rampante inmoralidad sexual, la ideología LGBT y la mutilación de órganos sexuales saludables de menores de edad en los mal llamados “cambios de sexo”, entre otros males.

 

Los hombres católicos y cristianos tienen que despertar. Tienen que renunciar a una vida cómoda y muelle. Tienen que dejar sus antojos y majaderías, y asumir sus responsabilidades más urgentes. Deben decidirse a llevar una vida de oración y de disciplina personal, para poder así responder al llamado de Dios de ser los cabezas de familia para lo cual Dios Mismo los ha creado y equipado en su mismo ser. Finalmente, deben ser humildes y buscar la ayuda de Dios, de la Iglesia y de otros hombres, porque en la unión está la fuerza.

 

Solo así podremos tener matrimonios cristianos felices y santos, además de las familias y la misma sociedad. Solo así podremos establecer una cultura de vida y una civilización de amor.

 

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