El amor conyugal y los fines del matrimonio
Adolfo J. Castañeda
Director de Educación
Vida Humana Internacional
02-26-2022
Según la catequesis 123 “Amor conyugal a imagen del amor divino” de San Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo, el amor conyugal es la fuerza superior que coordina las acciones de los esposos para que logren los fines del matrimonio: la procreación y la mutua ayuda en el amor. Según la enseñanza tradicional de la Iglesia, al coordinar correctamente estos fines, los esposos se comportan según el orden moral que Dios ha constituido y cuyo fin es la unión con Dios mismo.
La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio después del Concilio Vaticano II (1962-1965) no enfatiza tanto los fines del matrimonio como los significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. San Pablo VI en su Encíclica Humanae vitae (HV), no. 12, nos enseña que siempre se debe respetar la inseparable conexión entre esos dos significados. De ahí que la anticoncepción, la esterilización y el aborto estén siempre totalmente prohibidos
La jerarquía tradicional de los fines del matrimonio consiste en colocar a la procreación como el fin primario y la mutua ayuda de los cónyuges como el segundo. Lejos de contradecir o abandonar esta doctrina, esta jerarquía queda intacta y profundizada en el nuevo planteamiento acerca de los significados unitivo y procreador.
El nuevo planteamiento enfatiza que el amor entre los esposos (que en definitiva viene de Dios Mismo) es la esencia del matrimonio. Pero ese amor, a imagen de Dios, es intrínsecamente fecundo (véase HV 9). Todo su dinamismo interior está dirigido hacia la donación de la vida. La vida es su fin último. De lo contrario no sería un amor verdadero.
Por consiguiente, es perfectamente lógico y natural que el amor de los esposos esté ordenado por su propia naturaleza a la transmisión de la vida, que es el don (de Dios) más excelente del matrimonio, como nos enseña la Constitución pastoral Gaudium et spes, no. 48 del Concilio Vaticano II. De ello se sigue que la conexión entre el significado unitivo y el significado procreador del amor conyugal se deba respetar siempre. El amor conyugal es lo que une el significado unitivo con el procreador, por la sencilla razón de que ese amor los incluye a los dos intrínsecamente.
San Juan Pablo II nos enseña que la función del amor, que es “derramado en los corazones” (Romanos 5:5) de los esposos como fundamental fuerza espiritual de su alianza conyugal, consiste en proteger tanto el valor de la verdadera comunión de los cónyuges, como el de la paternidad responsable. La fuerza del amor se manifiesta en que éste une correctamente los dos significados del acto conyugal.
De manera que no hay ninguna contradicción entre la doctrina tradicional acerca de los fines del matrimonio y la más contemporánea acerca de los significados del acto conjugal. Ambas aproximaciones a la verdad acerca del matrimonio deben ser aceptadas, fomentadas y vividas por todos los cristianos y demás personas de buena voluntad, según su estado de vida.
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