Padre Shenan J. Boquet

Presidente

Human Life International

 

16 de octubre de 2017

 

Hace exactamente 100 años, el sol danzó en Portugal. Hoy en día, usted podrá leer lo que dicen ateos como Richard Dawkins que desestiman el milagro de Fátima como si fuese un acto de “histeria colectiva”. Lo más probable, sin embargo, es que no se enterará de nada al respecto. Y en caso de que los medios digan algo, es muy posible que solo cuenten lo que les conviene.

 

Y, sin embargo, el hecho histórico está claro. El sol danzó en la campiña de Fátima. Unas 70 mil personas vieron el milagro. Los diarios seculares informaron al respecto. Los periodistas escépticos de aquel entonces que estaban presentes afirmaron lo que para ellos era algo imposible: el sol danzó.

 

No hay nada ni remotamente parecido a este milagro en la historia moderna. En Fátima, Nuestra Señora transmitió un mensaje urgente para el mundo y utilizó medios extraordinarios para captar nuestra atención. Y cuando aun así la gente no acató el mensaje, las terribles consecuencias que ella había vaticinado tuvieron lugar: otra guerra mundial, persecuciones, el aniquilamiento de naciones enteras y la difusión de los errores de Rusia (el comunismo).

 

Pero, exactamente, ¿cuál es el mensaje?

 

Para averiguarlo, transportémonos a aquella mañana lluviosa del 13 de octubre de 1917, cuando tres pastorcitos, dos niñas y un niño, se reunieron en la ladera de una colina en una campiña de Portugal. Durante toda esa mañana, llegaron decenas de miles de personas a pie, en automóviles, en trenes y en carretas tiradas por caballos. Venían de las aldeas y ciudades, tanto cercanas como lejanas, todas ellas atraídas por el rumor de que iba a ocurrir un gran milagro.

 

Poco después del mediodía, Nuestra Señora se apareció a los tres pastorcitos, tal y como lo había prometido, y como lo había hecho en cinco ocasiones anteriores. Durante una breve conversación con ellos, la Virgen Santísima les prometió que la guerra mundial que estaba teniendo lugar en aquel momento (la primera) iba a terminar pronto. También se les reveló como “Nuestra Señora del Rosario”.

 

Y luego añadió: “La gente tiene que enmendar sus vidas y pedir perdón por sus pecados. No deben continuar ofendiendo más a Nuestro Señor, ¡porque ya ha sido ofendido demasiado!”

 

Uno de los pastorcitos entonces le preguntó: “¿Y eso es todo lo que pides?” Nuestra Señora afirmó: “No hay nada más”.

 

Eso fue todo. ¡Enmendar nuestras vidas y pedir perdón por nuestros pecados! Este es el mismo mensaje que predicó su Hijo, en las colinas de Galilea, la voz que clamó en el yermo, hace 2000 años: “¡Arrepiéntanse, porque el Reino de Dios está cerca!” (Mateo 4:17).

 

He escrito acerca de Fátima en varias ocasiones este año. Y escribo acerca de ello una vez más porque necesitamos escuchar este mensaje hoy más que nunca, un mensaje que va directo al corazón de la terrible lucha que sostenemos para defender la vida, el matrimonio y la familia.

 

He escrito antes acerca de la vidente Hermana Lucía a quien el recientemente fallecido Cardenal Caffarra visitó una vez. Lucía le dijo a este gran cardenal que la “batalla final” entre Dios y satanás iba a ser acerca del matrimonio. Pero le aseguró que “Nuestra Señora ya le había aplastado la cabeza”. Lo que no he mencionado hasta ahora son los mensajes que después fueron transmitidos en privado a los otros videntes marianos. Estos mensajes muestran que la Santísima Virgen estaba muy preocupada con el ataque a la moral, cuyas consecuencias afectan directamente a la familia.

 

“Más almas van al infierno debido a los pecados de la carne que por cualquier otra razón”, dijo después a Jacinta. También alertó de que “se presentarán ciertas modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor”. También emitió una advertencia directa a las mujeres, diciendo: “¡Ay de las mujeres que no tienen pudor!” Y también: “Que los hombres eviten la avaricia, las mentiras, la envidia, la blasfemia y la impureza”.

 

¡Caramba! Aun la mención de la falta de pudor en estos días provoca la ira de muchos. La gente se enfada cuando se les dice que la manera como se visten y se comportan puede inducir a otros al pecado. Sienten que su libertad está bajo ataque. A menudo, también, las mujeres sienten que se les llama la atención injustamente, mientras que a los hombres se les permite todo. Pero eso ocurre porque a veces tenemos una definición muy estrecha de las palabras “pudor” y “moda”.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2522, define el pudor de la siguiente manera:

 

El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción.

 

Un amigo me contó una vez que, hace unos años, visitaba un club nocturno con varios amigos y amigas, entre quienes estaba una mujer muy hermosa. Toda la noche, los hombres que estaban en el club (no sus amigos) se acercaban a la mujer en la pista de baile, intentando comportarse con ella de formas que no puedo describir. En este caso, la mujer ni siquiera estaba vestida de manera provocativa. Eran los hombres los que manifestaban una grosera falta de pudor, quizás no de la manera como estaban vestidos, sino debido a su conducta.

 

¿Dónde estaba en esa conducta la paciencia y la moderación propias de un caballero? Tristemente, este tipo de cosas se ha convertido en la “norma” para muchos hombres, en parte provocada por la fácil disponibilidad de la pornografía.

 

Cuando leemos que la Virgen de Fátima condenó “ciertas modas”, quizás creemos enseguida que se trata de ciertas formas de vestir de algunas mujeres. Y es muy posible que ello también estuviera presente en la mente de Nuestra Señora. Pero la palabra “moda” tiene un sentido más amplio, se refiere no sólo a la ropa que escogemos vestir, sino también a nuestro comportamiento.

 

¿Qué pensaría la Virgen de la “moda” actual de los hombres que malgastan horas enteras cada semana viendo lujuriosamente imágenes pornográficas que son totalmente degradantes para las mujeres? ¿Y qué hay de la “moda” de esos hombres que utilizan las redes sociales para encontrase con mujeres y tener relaciones sexuales de forma casual, o de los hombres que cohabitan con sus novias sin la intención de ofrecerles el compromiso y la estabilidad del matrimonio?

 

¿Y qué hay de la “moda” de los administradores escolares y maestros que enseñan clases de “educación” sexual a clases mixtas que incluyen los detalles más obscenos y explícitos acerca de la sexualidad humana, sin ni siquiera una referencia al matrimonio o a la moral? ¿Y qué hay de la “moda” de nuestros políticos que apoyan y marchan en desfiles públicos que celebran la desnudez y la obscenidad? ¿O la “moda” de ciertos padres de familia de llevar a sus hijos a estos desfiles, destruyendo totalmente así su inocencia?

 

Aunque parezca exagerado decirlo, es probablemente cierto que la actual crisis de pudor o de “pecados de la carne” está desgarrando totalmente a nuestro mundo. La infidelidad está desintegrando familias; la industria del entretenimiento está usando, maltratando y abandonando a las mujeres; la anticoncepción está haciendo que hombres y mujeres vean a los niños como si fuesen “inconveniencias”; muchos bebés están siendo concebidos en relaciones desprovistas de amor y compromiso, para luego ser abortados; la pornografía está robando a muchos niños de su inocencia y confundiéndolos sexualmente a edades cada vez más tempranas.

 

La Santísima Virgen nos advirtió de todo esto. Y también nos predijo las consecuencias, no solo para este mundo, sino también para el venidero.

 

Y sin embargo, no nos dejó sin ayuda y sin esperanza. Hace 100 años el sol danzó. La promesa que María hizo ese verano a Lucía y a los otros pastorcitos es la misma que nos hace a nosotros: “Estaré siempre con ustedes, y mi Corazón Inmaculado será vuestro consuelo y el camino que los guiará a Dios”.

 

Depende de nosotros obedecer el mensaje de la Virgen de Fátima, así como ponerlo en práctica en nuestras vidas. “Oren, oren mucho”, dijo Nuestra Señora a los tres pastorcitos, “y hagan muchos sacrificios, porque muchas almas van al infierno porque no hay nadie que se sacrifique y ore por ellas”.

 

Virgen de Fátima, ruega por nosotros.

 

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