Dra. Michelle Cretella (pediatra)

American College of Pediatricians

 

Dr. Felipe Vizcarrondo (pediatra y MA en bioética)

American College of Pediatricians

Asesor educativo de Vida Humana Internacional

 

Introducción

 

La ideología de “género” es un sistema de ideas que propone que el sexo es una “construcción social”. Esta ideología enseña que cada persona tiene su propia “identidad de género” en el cerebro, la cual puede o no ser la misma que su sexo biológico. Su concepto principal es que esa “identidad de género” es más real que la realidad biológica del sexo de la persona. En términos filosóficos, esta ideología coincide con el dualismo gnóstico.

 

Durante los últimos cinco años, la ideología de “género” se ha apoderado de todas las instituciones públicas de nuestra sociedad: desde los medios de difusión en masa, la educación pública y privada (desde el pre-escolar), la profesión médica y psiquiátrica, hasta, cada vez más, los proyectos legislativos y las leyes.

 

¿Por qué este fenómeno debe alarmarnos, sobre todo a los padres de familia? Porque hay maestros de pre-escolar que están enseñando a niños de tres años que están “atrapados en el cuerpo equivocado”. Porque en las bibliotecas públicas, ciertas autoridades educativas arman espectáculos de “Drag Queens” ante estos niños. Porque hay personas a cargo de jardines infantiles que están llevando a cabo “celebraciones” de niños que “han salido del armario” y han declarado públicamente que son “transgéneros”.  Porque hay adolescentes que, debido a la presión social de sus compañeros escolares, también se declaran “transgéneros”. Porque hay escuelas secundarias en las que se permite que los chicos que se “sienten chicas” puedan entrar a los baños y las duchas de las estudiantes, e incluso participar en competencias de deportes femeninos. Porque en diez estados de EEUU, la capital y varios condados (distritos), la ley prohíbe que los menores reciban terapia para su disforia o confusión de género para curarlos de ese problema. En vez de ello, a través del país, las autoridades públicas y médicas están queriendo obligar a médicos y terapeutas mentales a que “reafirmen” a estos niños en su confusión sexual, como si ello probase que han nacido “atrapados en el cuerpo equivocado” y que se comporten como si fuesen del sexo opuesto. Más aún, están queriendo obligar a estos profesionales a que receten bloqueadores de la pubertad y hormonas del sexo opuesto a menores de edad, y también que lleven a cabo cirugías para “cambiarles el sexo”.

 

¿Cómo pueden los padres de familia y los profesionales de la salud de buena voluntad proteger a nuestros niños? Primero debemos informarnos a nosotros mismos con los datos verdaderos, para así poder inmunizar a nuestros hijos contra las mentiras antes de que sean víctimas de la propaganda. Ese es el propósito de este artículo.

 

La biología no es una construcción social

 

El sexo es una característica real biológica de la persona humana, que está establecido por el ADN en el momento de la concepción. El “género”, por otro lado, es un término que a veces se llama “el género que el individuo experimenta”. La identidad de “género” tiene que ver con los pensamientos y los sentimientos. Las personas desarrollan sus pensamientos y sus sentimientos a través del tiempo. Los pensamientos normales concuerdan con nuestra realidad biológica. Por consiguiente, la identidad de género de una persona debe concordar con su sexo biológico.

 

La disforia es un estado de insatisfacción o malestar ante una situación particular. La disforia de género es un estado psicológico en el cual la persona siente una acentuada incompatibilidad entre el género que experimenta interiormente y su sexo biológico. Este estado está vinculado a varios niveles de ansiedad e infelicidad. Estas personas dicen que son del sexo opuesto o que están atrapadas en el cuerpo equivocado, o que no son de ninguno de los dos sexos. La disforia de género en niños se diagnostica en menores pre-púberes.

 

La sexualidad humana es una característica binaria biológica y objetiva. Los marcadores genéticos del sexo son XX (sexo femenino) y XY (sexo masculino). La norma del diseño humano es ser concebido con el sexo masculino o femenino y su evidente propósito es la reproducción y florecimiento de la especie humana. Este principio es evidente por sí mismo. Las personas que se “sienten del sexo opuesto” o “en algún lugar entre los dos sexos” no constituyen un tercer sexo. Siguen siendo biológicamente hombres o mujeres. A un recién nacido no se le “asigna” un sexo o un “género” al nacer. El sexo del recién nacido ya ha sido establecido desde su concepción, se manifiesta anatómicamente dentro del útero y simplemente es reconocido como tal en el nacimiento.

 

Nadie nace con una auto-consciencia de ser hombre o mujer. Esa auto-consciencia se desarrolla con el tiempo. A medida que esta auto-consciencia se desarrolla durante los primeros años de vida después del nacimiento, puede darse un período de tiempo en el cual el niño puede sentir incertidumbre o aún confusión acerca de su identidad de género. Un número ínfimo de estos niños manifiestan síntomas adicionales de insatisfacción e infelicidad con su sexo biológico. Algunos niños insisten en que son del sexo opuesto y comienzan a manifestar un patrón de conducta que imita al sexo opuesto. Estos niños reciben el diagnóstico de disforia de género.

 

La disforia de género en los niños pre-púberes se resuelve en el 80-95% de los pacientes hacia el final de la adolescencia luego de pasar por la pubertad de manera natural. Se calcula que la tasa de disforia de género en niños pre-púberes es una fracción del 1%. La proporción de niños a niñas con disforia de género es de 2.1 a 4.1.

 

¿Qué dice la ciencia?

 

La genética del comportamiento plantea que si bien los genes y las hormonas influyen en la conducta, no determinan cómo la persona piensa, se siente o se comporta de una manera particular. La ciencia de la epigenética ha establecido que los genes no son análogos a “planos” rígidos que determinan la conducta. En vez de ello, los seres humanos desarrollan características a través de un proceso dinámico y flexible de interacción entre los genes y el entorno socio-familiar.

 

Algunos han dicho que la microestructura del cerebro de un “transgénero” es diferente a la de una persona que no lo es. Fundan su afirmación en estudios de imágenes del cerebro. Pero la importancia clínica de esos estudios es cuestionable. Ello se debe al número tan pequeño de personas que ha sido objeto de los mismos y también a la existencia de la neuroplasticidad. La neuroplasticidad es un fenómeno bien establecido. Significa que la conducta a largo plazo altera la microestructura cerebral. De ello hay evidencia. Por consiguiente, en caso de que se identifiquen diferencias válidas en los cerebros de personas “transgénero” y personas que no lo son, lo más probable es que estas diferencias sean el resultado del comportamiento “transgénero” en vez de su causa.

 

Los estudios realizados en gemelos idénticos demuestran que la disforia de género es, predominantemente, el resultado de eventos que han ocurrido después del nacimiento. El estudio más amplio de este tipo, que incluyó 74 pares de gemelos idénticos que eran adultos y donde al menos uno de los dos se identificaba como “transgénero”, arrojó que sólo en el 28% de los casos ambos gemelos se identificaban como “transgéneros”. El ADN de los gemelos idénticos es el mismo desde la concepción y se desarrolla de la misma manera en un ambiente prenatal en el cual ambos bebés han sido expuestos a las mismas hormonas prenatales. Si los genes o las hormonas prenatales contribuyeran significativamente al “transgenerismo”, la tasa de concordancia sería muy cercana al 100%. En vez de ello, el 72% de los pares de gemelos idénticos era discordante respecto del “transgenerismo”: solo uno de los dos se identificaba como tal. Ello implica que por lo menos el 72% de lo que contribuye al “transgenerismo” en un adulto cuyo hermano mellizo idéntico no se identifica como “transgénero” deben ser experiencias post natales no compartidas.

 

Los estudios de casos clínicos sugieren que la reafirmación social, la psicopatología parental, la dinámica familiar disfuncional, y el contagio social que es facilitado por los principales medios de difusión de información y las redes sociales, son los factores que contribuyen al desarrollo de la disforia de género infantil y su persistencia en algunos niños vulnerables. Puede haber una relación de causa y efecto entre eventos adversos en la niñez, incluyendo el maltrato sexual.

 

¿Es la disforia de género un desorden mental?

 

Hasta hace poco, la cosmovisión que prevalecía respecto de la disforia de género infantil era que la misma reflejaba una manera anormal de pensar o una confusión de parte del niño, confusión que podía o no ser transitoria. La manera estándar de abordar esta situación era o bien esperar mientras se supervisaba al niño o aplicar la psicoterapia familiar e individual. Las metas de esta psicoterapia consistían en tratar la psicopatología familiar, cualquier anomalía psicosocial del niño y ayudar al niño a armonizar su identidad de género con su sexo biológico.

 

Ahora esta manera de abordar este problema ha cambiado. El sufrimiento de los adultos “transgéneros” ha sido invocado para argumentar a favor del “rescate” urgente del mismo destino de los niños con disforia de género. Este “rescate” consiste en la identificación temprana de la disforia, la afirmación de la misma y la supresión de la pubertad. Ahora se dice que la psicopatología y el suicidio son las consecuencias directas e inevitables de retener la afirmación social y no suministrar bloqueadores de la pubertad a estos niños. El argumento que se enarbola que es que si no se suministran estos elementos, estos niños sufrirán y cometerán suicidio. Por consiguiente, concluyen, el “cambio de sexo” debe comenzar en el niño pre-púbere.

 

Más del 90% de las personas que han cometido suicidio han sido diagnosticadas con un desorden mental. No hay evidencia de que la juventud que sufre de disforia de género y que comete suicidio sea diferente. Por consiguiente, la manera de prevenir el suicidio de estos jóvenes debe ser la misma que se aplica a todos los niños que sufren desórdenes mentales: identificación temprana del problema y tratamiento psicológico de dichos desórdenes.

 

La Asociación Psiquiátrica de EEUU explica, en su quinta edición de su Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Desórdenes Mentales (DSM-5), que la disforia de género se encuentra en su lista no porque haya una discrepancia entre la forma de pensar de la persona y su realidad biológica, sino por la presencia de la angustia emocional que impide el desempeño social. Una vez que la angustia es aliviada, la disforia de género ya no es considerada un desorden.

 

Una de las principales funciones del cerebro es percibir la realidad física. La percepción que se adecúa a la realidad física es normal. La percepción que se desvía de la realidad física debe ser considerada anormal. Ello es cierto ya sea que la persona que experimenta esa falta de adecuación sufra o no angustia. El que una persona crea que es algo que en realidad no es, en el “mejor” de los casos, es un signo de confusión, y, en el peor, un desorden mental.

 

¿Cuál es el tratamiento que recomiendan los ideólogos del “género”?

 

Como la disforia de género tiene un diagnóstico psicológico, uno pensaría que el tratamiento para este tipo de angustia o ansiedad que provoca este desorden estaría en manos de un especialista en salud mental, cuya labor consiste en descubrir y tratar la fuente de la disforia de género. Pero actualmente no es así. En vez de ello, el tratamiento que se recomienda incluye la afirmación de la confusión de género que sufre el niño, el personificar socialmente al sexo opuesto, el bloqueo de la pubertad con sustancias químicas, el suministro de por vida de hormonas del sexo opuesto y la aplicación de cirugías de mutilación de órganos antes de la edad de los 18 años.

 

La transición social consiste en primero afirmar el falso concepto que el niño tiene de sí mismo por medio de cambiar su nombre y pronombre y facilitar la personificación del sexo opuesto dentro y fuera del hogar. Luego, le suprimen la pubertad por medio de hormonas que la bloquean y que son suministradas tan pronto como los 10 años de edad.

 

Las hormonas que bloquean la pubertad detienen el crecimiento de los huesos, disminuyen la densidad ósea e impiden la organización y madurez del cerebro del adolescente que depende de esteroides sexuales, e inhiben la fertilidad al impedir el desarrollo del tejido de las gónadas y de gametos maduros mientras dura el “tratamiento”.

 

Si el niño descontinúa la recepción de hormonas que bloquean la pubertad, la pubertad sobrevendrá. Debido a ello, la Sociedad Endocrina sostiene que la supresión de la pubertad y el vivir socialmente como si se fuera del sexo opuesto son intervenciones completamente reversibles que no comportan ningún riesgo de daño permanente para el niño. Sin embargo, la teoría del aprendizaje social, la neurociencia, y el estudio de seguimiento a largo plazo de adolescentes que han sido sometidos a la supresión de la pubertad disputan esa afirmación.

 

Por lo menos un estudio prospectivo [que proyecta resultados hacia el futuro] demuestra que casi todos los niños pre-púberes que han recibido hormonas para suprimir su pubertad, eventualmente eligen comenzar el “cambio de sexo” por medio del suministro de hormonas del sexo opuesto. Ello sugiere que la personificación del sexo opuesto y la supresión de la pubertad, lejos de ser completamente reversibles e inocuos, echan a andar un proceso que culminará en el uso de por vida de tóxicas hormonas del sexo opuesto que causan infertilidad y otros graves riesgos para la salud.

 

A los niños involucrados en este proceso les suministrarán hormonas del sexo opuesto a la edad de 16 años o menos en preparación para la cirugía de “cambio de sexo” cuando alcancen los últimos años de su adolescencia o cuando sean jóvenes adultos. En esta etapa del protocolo para el “cambio de sexo”, los varones serán feminizados y las chicas serán masculinizadas. Las hormonas del sexo opuesto u hormonas cruzadas (estrógenos para los chicos y testosterona para las chicas) están vinculadas a peligrosos riesgos para la salud.

 

Los menores que reciben hormonas para bloquear la pubertad seguidas de hormonas cruzadas son esterilizados permanentemente. Las adolescentes que tienen disforia de género que han recibido testosterona diariamente durante un año puede que sean sometidas a una mastectomía doble tan pronto como los 16 años de edad. Para detrimento y sufrimiento de estos menores, el aspecto de salud mental de este estado es pasado por alto, ya que dicho estado no es considerado un desorden mientras el menor diga que siente alivio de su ansiedad debido al proceso de personificación.

 

La primera “clínica de género” fue establecida en EEUU en 2007. Para 2014 ya había 24 de estas “clínicas” aglutinadas principalmente a lo largo de la Costa Este de California. Para 2015, ya había 40 alrededor de la nación. Hoy en día, prácticamente todos los 215 hospitales que dan capacitación en pediatría ofrecen este protocolo que afirma esta transición a pesar de la ausencia de evidencia a largo plazo de su seguridad para la salud.

 

Las consecuencias del “cambio de sexo” en los adultos

 

Las encuestas sugieren que los adultos “transgéneros” experimentan un sentimiento inicial de “alivio” y “satisfacción” una vez que han sido sometidos a las hormonas cruzadas y a la cirugía de reasignación del sexo.

 

Sin embargo, un estudio de 2001 de 392 de personas “transgénero” que habían “cambiado de sexo” de hombre a mujer y de 123 personas “transgénero” que habían “cambiado de sexo” de mujer a hombre arrojó que el 62% del primer grupo y el 55% del segundo sufrían  de depresión clínica. Además, cerca del 33% de cada grupo había intentado el suicidio.

 

En Suecia, un estudio de 30 años de seguimiento arrojó tasas de suicidio casi 20 veces más elevadas en adultos que se someten al “cambio de sexo” en comparación con el resto de la población. Ello demuestra que si bien el “cambio de sexo” comporta cierto alivio a la disforia de género, no da como resultado niveles de salud física y mental a la par con los del resto de la población. Téngase en cuenta que Suecia es uno de los países que más acepta la ideología LGBT. Ello sugiere que las disparidades en la salud mental se deben principalmente a la patología que precipitó los sentimientos transexuales en el primer lugar o el estilo de vida “transgénero” y no al prejuicio social. El desorden psicológico que comenzó en la niñez todavía está presente en el adulto. Tristemente, la terapia psicológica está siendo pasada por alto.

 

Conclusión

 

La disforia de género en niños es un término que se usa para describir un estado psicológico en el cual el menor experimenta una acentuada incongruencia entre el sexo que experimenta pertenecer interiormente y su sexo biológico real. Sin una afirmación antes de la pubertad y sin intervenciones hormonales, del 80 al 95% de los niños que sufren esta patología psicológica lograrán aceptar su sexo real biológico hacia finales de la adolescencia.

 

El afirmar la disforia de género por medio de la educación pública y de legislaciones o decisiones jurídicas confundirá más aún a estos niños y a sus padres. Conducirá a estos niños a las “clínicas de género”, donde les suministrarán fármacos para bloquearles la pubertad. Esto, a su vez, prácticamente asegurará que estos niños elijan toda una vida de esterilidad, de suministro de hormonas cruzadas y de innecesarias cirugías que les mutilarán partes de su cuerpo que son saludables.

El permitir la realización de procedimientos que son irreversibles y que alteran toda una vida en menores de edad, quienes no pueden dar un válido consentimiento, constituye un grave problema ético. El condicionar a menores de edad para que crean el absurdo de que es posible que hayan “nacido con el cuerpo equivocado”, y que toda una vida de personificación del sexo opuesto a base de sustancias químicas y cirugías es “normal” y “saludable” no es otra cosa que maltrato infantil.

 

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