Durante muchos años los teólogos no habían tenido ninguna dificultad con respecto a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia sobre el problema moral de la esterilización. Lamentablemente, sin embargo, y sobre todo a partir de la publicación de la Encíclica Humanae vitae en 1968, algunos moralistas católicos comenzaron a disentir de la enseñanza de la Iglesia, reiterada en este valiente documento, que condena la anticoncepción, la esterilización y el aborto.

Concretamente y con respecto a la esterilización, el documento de 1975 mencionado en el artículo anterior, de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la esterilización en los hospitales católicos, denuncia esta disensión y niega que la misma, por muy difundida que esté, tenga valor doctrinal alguno. En otras palabras, los fieles no deben hacerle ningún caso a lo que enseñen esos teólogos, sino sólo a la auténtica doctrina católica, tal y como la ha enseñado el Magisterio de la Iglesia.

Los teólogos disidentes arguyen que la esterilización se puede justificar si con ello se salvaguarda el bien global de la persona o de las relaciones conyugales. A la base de este argumento está una reinterpretación del principio de la totalidad. Esta reinterpretación dice que este principio debe incluir en la totalidad la salud psicológica de la persona e incluso la de las relaciones entre marido y mujer. De esta forma, dicen estos teólogos, se justifica la esterilización aun cuando no haya peligro para la salud del cuerpo en el momento presente. Estos teólogos incluirían en su justificación de la esterilización no sólo los casos en que la salud física de la mujer podría peligrar por causa de un futuro embarazo, sino también los casos en que, por ejemplo, una mujer teme sufrir problemas psicológicos por causa de un futuro embarazo o problemas en las relaciones con su esposo por estar en tensión ante la posibilidad de quedar embarazada otra vez.

Pero esta reinterpretación del principio de la totalidad y de su aplicación está errada. Es cierto que la persona es una unidad de cuerpo y espíritu, pero esa unidad debe ser respetada siempre y sólo se puede sacrificar una parte cuando no hay otra forma de salvar el todo. Como ya hemos señalado en artículos anteriores, el cuerpo, aunque menos importante que el alma (ya que ésta es su principio vital), es su vehículo de operación, y no al revés. Por consiguiente, toda consideración en relación con la totalidad de la persona tiene que pasar primero por la integridad de su dimensión corporal. El pretender salvaguardar primero la integridad relacional o psicológica de la persona a expensas de la integridad del cuerpo, sin haber de por medio y en el presente un problema físico que resolver, independientemente de un futuro embarazo, contradice la estructura y la unidad cuerpo-alma de la persona humana.

Cuando a una persona le mutilan un órgano procreador o una función procreadora, no se le está afectando solamente a su cuerpo, sino a toda su persona también. La dimensión procreadora, como lo es la sexualidad humana, no es sólo una función biológica, sino una dimensión que impregna a toda la persona.

¿Cómo se justifica entonces la esterilización indirecta, que el propio Magisterio permite, en la que se sacrifica un órgano por el bien del todo? Se justifica porque precisamente lo que está en juego es el bien de toda la persona por causa de ese órgano enfermo, que por estarlo o aun no estándolo, su funcionamiento afecta gravemente al todo. Estamos ante una situación en la que, una parte del cuerpo, precisamente por razón de ser parte intrínseca de la persona, así como base y condición de su auto-expresión y operaciones, está afectando adversa y gravemente a toda la persona. Por ello es que se justifica su extirpación, si no hay otro remedio a mano.

En las situaciones que plantean estos teólogos, tanto en las que hay peligro físico, como psicológico y relacional, por causa de un embarazo, hay una solución válida: el uso de la planificación natural de la familia, la cual es efectiva, fácil de aprender y favorece la relación conyugal, como planteamos en los artículos sobre este tema: véase “Planificación natural de la familia”.

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