La vida está llena de ironías. Pienso en el reciente anuncio de Toys “R” Us de que va  cerrar todas sus tiendas. No me sorprende que dicho cierre se deba a la presión económica. En la época de Amazon.com, muchas compañías se están yendo a la bancarrota porque no pueden competir con las compañías grandes que venden por Internet. Toys “R” Us también ha señalado las deudas y el aumento de los costos de la mano de obra como razones para su cierre. Todo esto es verdad, pero no explica totalmente la razón más específica de la bancarrota de esta compañía.

La propia Toys “R” Us ha declarado recientemente: “La mayoría de nuestros clientes son recién nacidos y niños, por consiguiente, nuestros ingresos dependen de los índices de natalidad en los países en los cuales operamos. En años recientes, las tasas de natalidad de muchos países han caído o se han estancado… Una disminución continua y significativa del número de recién nacidos y niños en esos países podría tener un efecto adverso en nuestros resultados operativos” [1].

En otras palabras, si no hay bebés, no hay juguetes, y si no hay juguetes, ya no se necesita a Toys “R” Us. Y eso es precisamente lo que ha sucedido.

En 2015, la tasa total de fertilidad de EEUU – el número de niños que la mujer promedio tendrá durante su vida fértil – se hundió a 1.84, bien por debajo del reemplazo demográfico de 2.1 y menos de un tercio de la tasa de 1960 de 3.7.

Pero aquí viene la ironía. En relación con este último dato, Toys “R” tiene la culpa de su propia bancarrota. Durante años el gigante de los juguetes ha cometido el craso error de donar dinero a Planned Parenthood, la organización más anticoncepcionista y abortista de EEUU y del mundo. Ese mismo error lo están cometiendo grandes compañías como Target y Starbucks, así como toda una plétora de corporaciones bien establecidas económicamente.  Los que dirigen estos negocios son gente de inclinaciones izquierdistas o liberales que creen que deben contribuir al “bien social” dando dinero a mercaderes de la muerte, como Planned Parenthood. Pero en el caso de Toys “R” Us, más que en los otros, se está contribuyendo insensatamente a la propia desaparición.

Cada año, Planned Parenthood mata directamente por medio del aborto a unos 300 mil niños no nacidos en EEUU (de los cuales casi la quinta parte son hispanos). Se trata de 300 mil menos potenciales clientes de Toys “R” Us. Desde la legalización nacional del aborto en EEUU en 1973, el aborto ha matado a unos 60 millones de niños (cifra conservadora). Imaginemos que esos niños hubiesen sobrevivido la violencia del aborto, se hubiesen casado y tenido hijos. No solamente la población de EEUU sería más sólida, sino también habría un número enorme de clientes de Toys “R” Us.

Tristemente, Toys “R” Us no es la única entidad que está cometiendo suicidio económico al financiar organizaciones abortistas. El mes pasado [marzo de 2018], el Congreso de EEUU cometió el gravísimo error de aprobar un nuevo presupuesto que otorga $500 millones a Planned Parenthood. Esta enorme cantidad de dinero, que viene de los bolsillos de los contribuyentes, está destinada a apoyar un negocio que se dedica a destruir la próxima generación de estadounidenses. Por su parte, las compañías privadas le donaron otros $530 millones durante el año fiscal 2016-2017.

En otras palabras, los contribuyentes y los consumidores que apoyan a estas corporaciones liberales le envían a Planned Parenthood más de mil millones de dólares cada año, un negocio que mata, por medio del aborto, a gran parte de los futuros habitantes de un país. Esos habitantes son los que sostendrían la economía y el gobierno con sus empleos, su dinero y sus impuestos. Si eso no es irónico y grotesco, no sé qué lo será.

El propio diario liberal, The Washington Post, puso de relieve recientemente esta trágica ironía por medio de un perspicaz análisis. El rotativo confrontó la tasa de nacimientos en EEUU durante los últimos doce años con los ingresos de Toys “R” Us durante el mismo período de tiempo. Andrew Van Dam, autor del artículo, encontró que las dos gráficas eran casi imágenes recíprocas: a medida que los nacimientos disminuían, los ingresos de Toys “R” Us también disminuían; pero mientras los nacimientos subían, también subían los ingresos. Nada de ello nos sorprende. Pero aun así, la claridad visual de esta correlación llama mucho la atención.

Pero eso no es todo. Van Dam añadió la siguiente y preocupante alerta, que debiera ser evidente para todos: “Los principales clientes de Toys “R” Us son los niños, de manera que está sintiendo el crujido de la disminución de las tasas de nacimientos mucho antes que el resto de la economía. Pero es cuestión de tiempo antes que las tendencias que echaron abajo al atribulado fabricante de juguetes aprieten el cinturón de otras compañías cuyos consumidores son de todas las edades”.

Starbucks no vende café a los niños. Pero sí lo vende a adultos que una vez fueron niños. Si Planned Parenthood logra reducir el número de niños por medio de sus “servicios” homicidas, en el futuro habrá menos consumidores de café para mantener a flote a Starbucks. Toys “R” es el primero en sentir el golpe demográfico, ya que es el negocio más cercano al epicentro del comienzo de la vida; pero todos los demás negocios lo sentirán tarde o temprano.

Lo peor de todo, continuó Van Dam, es que se trata de un ciclo que se perpetúa a sí mismo. Si esta generación es más pequeña que la anterior, porque menos padres están teniendo hijos, la próxima generación será aún más pequeña. Y en una economía que ha sido establecida de tal manera que depende del crecimiento, eso es una mala noticia.

“Al final”, concluyó el autor, “Toys “R” Us simplemente habrá sido el primero de muchos negocios de todo tipo que enfrentaron la misma y dura verdad demográfica: el crecimiento económico es extremadamente difícil sin el crecimiento demográfico”.

Además de la trágica ironía de la desaparición de “Toys R Us” a causa de la baja natalidad, hay otra trágica ironía en EEUU que repercute negativamente en otras partes del mundo. El gobierno de EEUU y muchos de sus más ricos ciudadanos no se contentan con matar el futuro de ese país por medio del aborto, o de impedir la venida a la existencia de otros ciudadanos por medio de la anticoncepción. También están infernalmente decididos a exportar la matanza por medio del aborto y el anti-natalidad por medio de la anticoncepción a otros países que dependen aún más de una población saludable que el propio EEUU.

Echemos una mirada al reciente plan para los próximos cinco años del gigante mundial abortista que se llama engañosamente a sí mismo: Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus siglas en inglés). Al hacerlo, nos daremos cuenta de cuán amplias son las ambiciones de los fanáticos antivida que dirigen este monstruo de la “cultura” de la muerte.

Una de esas ambiciones es convencer a 100 países de apoyar los mal llamados “derechos sexuales y reproductivos” (anticonceptivos, abortos, etc.). Otra ambición es convertir en el blanco específico de su perversa y pervertidora “educación sexual” a millones de niños, adolescentes y jóvenes. Primero, la IPPF quiere animar a estas potenciales víctimas a expresar sus “derechos reproductivos”, para luego hacerles disponibles sus falsos “servicios de salud sexual y reproductiva”. Inevitablemente, la IPPF tendrá que limpiar después todo el desorden de jovencitos perjudicados en cuerpo y alma debido a los dos mil millones de sus mal llamados “servicios”. Claro, la “limpieza” promete ser peor que los problemas causados por esa misma entidad.

Lo más triste de todo esto, y aquí viene la trágica ironía, es que los ciudadanos de EEUU están financiando con el dinero de sus impuestos y de sus compañías privadas todo este incalculable daño a un número, también incalculable, de niños, adolescentes y jóvenes. No contentos con su propio suicidio anti-demográfico, los habitantes de EEUU están decididos a incitar a otros países a que hagan lo mismo, para así, todos juntos, arrojarse al vacío desde el precipicio de la “cultura” de la muerte.

Recientemente visité dos países africanos: Zimbabue y Uganda. Me sentí consternado al ver la manera en que un conglomerado de potencias extranjeras que tienen mucho dinero está llevando esta infame propaganda a poblaciones enteras que sufren pobreza. Les quieren hacer creer que sus recursos más valiosos – sus propios hijos – son los que tienen que impedir (por medio de la anticoncepción) o destruir (por medio del aborto). Pero lo único que la IPPF y otros grupos que se dedican al control demográfico han logrado en estos países es convertir familias numerosas que son pobres en familias pequeñas que siguen siendo pobres. Y un país con familias pequeñas que son pobres, es un país pobre sin ninguna esperanza o futuro.

Por supuesto, las consideraciones económicas no son lo más importante para la IPPF y sus compinches en relación con estos países. El debate de si la ideología homicida de la IPPF ha dañado o mejorado la economía allí es completamente irrelevante. La matanza de seres humanos inocentes es siempre y en todo lugar un grave mal, sin importar las consecuencias. Si la historia nos ha enseñado algo es que, a la larga (y a veces a la corta), hacer el mal para presuntamente lograr un bien nunca ha dado resultados buenos.

La corrección política y social tiene tanta influencia en las corporaciones de EEUU, que “Toys R Us” estuvo dispuesto a destruir a sus futuros clientes, para poder ser “un buen ciudadano corporativo” al apoyar económicamente una ideología a favor del libertinaje. Esta ideología promete mucho a corto plazo, pero le importa un comino el mediano y largo plazo. Ahora “Toys R Us” también ha muerto, víctima de la “cultura” de la muerte. Eso es lo que hace la “cultura” de la muerte: matar.

No me complazco para nada en la desaparición de “Toys R Us”. Hay algo hermoso en una industria de juguetes: la afirmación del gozo de la venida al mundo de nuevas vidas y la bondad intrínseca y la inocencia de divertirse sanamente con juguetes. Pero considero que la muerte de “Toys R Us” es un presagio, una de muchas señales de que la “cultura” de la muerte parece haber llegado para quedarse, y, precisamente por ello mismo, también de la urgente necesidad en nuestra cultura actual de rechazarla y de aceptar la cultura de la vida: amante de la vida, la esperanza, el futuro, la belleza y el amor hasta el sacrificio.

Nota:

[1]. http://www.businessinsider.com/toys-r-us-closes-millennials-babies-birth-rate-2018-3?r=UK&IR=T.

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