En su Encíclica “El Evangelio de la Vida”, San Juan Pablo II enseñó lo siguiente:

 

“Al servicio de la vida naciente están también los centros de ayuda a la vida y las casas o centros de acogida a la vida. Gracias a su labor muchas madres solteras y parejas en dificultad hallan razones y convicciones, y encuentran asistencia y apoyo para superar las molestias y los miedos de acoger una vida naciente o recién dada a luz [1].

 

“La madre acoge y lleva consigo a otro ser, le permite crecer en su seno, le ofrece el espacio necesario, respetándolo en su alteridad. Así, la mujer percibe y enseña que las relaciones humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona, reconocida y amada por la dignidad que tiene por el hecho de ser persona y no de otros factores como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud” [2].

 

Notas:

[8]. El Evangelio de la Vida, no. 88.

[9]. Ibíd., no. 99.

 

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