Un centro de ayuda a la mujer embarazada (CAM) es un lugar de acogida a aquellas mujeres que tienen un embarazo, usualmente inesperado, en situación problemática y que están tentadas de abortar. El personal del CAM “busca ayudar a la mujer embarazada que ha decidido abortar, para que opte libremente por la aceptación de su maternidad, a efecto de proteger y preservar su dignidad, logrando repercutir en su familia y en su entorno familiar” [1].

Para establecer un CAM se necesita un mínimo de personal profesional a tiempo completo (administrador/a, secretaria) y de fácil disponibilidad (médicos y psicólogos) y un buen número de voluntarios con talento básico para saber tratar a las personas y que reciban capacitación para ello. Se necesitan también los equipos necesarios para poder instalar este tipo de centros. Uno de esos equipos debería ser una máquina ecográfica, pues se sabe que alrededor del 80% de las embarazadas que ve a su bebé en la pantalla desiste de abortar.

De manera  que el establecimiento de un CAM exige capacitación, capacidad de administrar bien su funcionamiento, financiamiento sostenido por medio de sistemas eficaces de recaudación de fondos y una metodología también eficaz para captar a las mujeres embarazadas tentadas por el aborto (anuncios en páginas web, periódicos, etc.).

Los obispos de EEUU establecieron las oficinas de Respeto a la Vida (“Respect Life”) en las parroquias del país como respuesta a la legalización del aborto en 1973. Los voluntarios de estas oficinas han ido estableciendo centros de ayuda a la mujer, porque, como bien dicen los obipos, no basta con decir “no” al aborto, sino que hay que ayudar a la mujer embarazada en una situación de crisis. “Con el apoyo de la comunidad de fe, las organizaciones y agencias católicas proporcionan servicios pastorales y atención a las mujeres embarazadas, especialmente aquellas que son vulnerables al aborto y que de otro modo se les hace difícil o imposible obtener atención médica de calidad” [2].

Esos servicios han sido provistos y continuarán siéndolo por agencias de salud y de servicios sociales patrocinadas por la Iglesia. La colaboración con otras agencias, privadas o públicas, y grupos de voluntarios y comunidades locales, así como los esfuerzos por obtener la ayuda del gobierno, pueden ser extensiones de esta labor a largo plazo. Las parroquias también pueden y deben ayudar mucho a un CAM cercano, ofreciendo donativos de dinero o insumos (ropita y comida de bebé), y voluntarios [2].

Cuando se trata de la colaboración con agencias de servicios que no son de la Iglesia Católica, hay que asegurarse de que dichas agencias respeten nuestros principios morales, entre otros, que el aborto, la anticoncepción y la esterilización están mal en todos los casos.

También es importante señalar que los CAMS, sean los de la Iglesia u otros, deben, en cuanto a grupos legalmente inscritos, estar separados de las organizaciones provida que se dedican a la actividad legislativa y política. Hay dos razones de peso para ello. Una es que esos centros realizan una labor muy delicada que no debe ser impedida por la oposición que los grupos provida involucrados en política tienden a experimentar más a menudo por parte de grupos antivida. La otra es simplemente el desgaste y la falta de la necesaria dedicación que el personal de dichos centros puede llegar a sufrir al diversificar demasiado sus esfuerzos.

Notas:

[1]. http://www.camslatinoamerica.org/.

[2]. United States Conference of Catholic Bishops (USCCB), Pastoral Plan for Pro-Life Activities: A Campaign in Support of Life, 2011, págs. 8 y 9, http://www.usccb.org/about/pro-life-activities/pastoral-plan-prolife-activities.cfm.

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