Reflexión Navideña: Primera parte: La Anunciación (Lucas 1:26-38)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. 29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. 30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS. 32 Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. 36 Y he aquí tu parienta Isabel, ella también ha concebido un hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; 37 porque nada hay imposible para Dios. 38 Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.

 

A continuación, presentamos unos comentarios a este bellísimo pasaje:

 

Versículos 26-27: María es la Virgen que dará a luz un hijo como lo había predicho el Profeta Isaías en Isaías 7:14: “Mirad, una virgen está en cinta y va a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Enmanuel [que significa: ‘Dios-con-nosotros’]”. San José es descendiente de David y por lo tanto, Jesús, como hijo adoptivo de San José, es descendiente de David, como había predicho el Profeta Natán al propio Rey David en 2 Samuel 7:12-14.

 

Versículos 28-29: El saludo del Arcángel San Gabriel significa “Alégrate”. Forma parte del comienzo del Ave María que todos rezamos en el Rosario. Observemos que San Gabriel dice: “llena de gracia”. Eso quiere decir que en María no había ningún pecado. La Iglesia enseña como dogma de fe que María, gracias a los méritos de Cristo, fue concebida sin pecado original. Por eso es que la llamamos María Inmaculada, porque “inmaculada” significa “sin mancha” de pecado.

 

Versículos 30-31. San Gabriel le dice a María que en ese mismo momento, si ella acepta, concebirá a un Hijo al que pondrá el nombre de Jesús, que significa “Dios salva”.

 

Versículos 32-33. San Gabriel dice que Jesús será “llamado Hijo del Altísimo”. Según el Antiguo
Testamento “El Altísimo” es Dios mismo. Por lo tanto, Jesús es el Hijo Unigénito de Dios. Esto quiere decir que Jesús es, junto al Padre y al Espíritu Santo, el mismo y único Dios. Jesús es el Hijo Único de Dios porque sólo Él comparte la misma y única naturaleza divina con el Padre y con el Espíritu Santo. Cada una de las Personas Divinas posee esta naturaleza divina en su totalidad. Por ello decimos que creemos en un solo Dios en tres Personas Divinas. El uno se refiere al único Ser Divino y a su naturaleza divina, el tres se refiere a la Personas Divinas, cada una de la cuales es el Dios Único.

 

Este pasaje, además de llamarse “La Anunciación”, también se llama “La Encarnación”. Eso quiere decir que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo Eterno, tomando carne de María se hizo verdadero hombre y al mismo tiempo permaneció siendo siempre verdadero Dios porque Su concepción fue obra del Espíritu Santo.

 

En estos versículos también San Gabriel le dice a María que Jesús será descendiente del Rey David y del Patriarca Jacob, a quien Dios le cambió el nombre y le puso “Israel”, que significa “fuerza de Dios” (ver Génesis 32:29). Es decir, Jesucristo reinará para siempre sobre la casa de Jacob, que representa a todo el Pueblo de Israel y al Nuevo Pueblo de Israel, que es la Iglesia.

 

San Gabriel también predice que el Reino de Cristo no tendrá fin. El Reino de Dios significa el señorío de Dios. En todos los corazones que lo acepten está el Reino de Dios. El Reino de Cristo sobre la tierra comenzó con Cristo mismo en cuyo ser Dios reinaba y reina plenamente. Ese Reino continúa en la Iglesia y alcanzará su plenitud en el Cielo después de que Cristo haya vuelto a la tierra por segunda vez a juzgar a vivos y a muertos y poner en orden todas las cosas bajo el Padre.

 

Versículo 34. María responde que ella “no conoce varón”, es decir, que ella permanece Virgen y que por lo tanto no se explica cómo será posible que ella conciba a un hijo. En la Biblia, el verbo “conocer” significa conocer profunda y personalmente a Dios y a nuestros seres queridos, así como ser conocidos por Él. En el caso del matrimonio “conocer” se refiere al acto conjugal, por medio del cual el esposo y la esposa se conocen profundamente en cuerpo y alma.

 

María no duda de las palabras de San Gabriel. Simplemente expresa su asombro ya que ella tenía la intención de ser virgen para siempre. Esta vocación a la virginidad perpetua de María también es un dogma de fe. Y servirá de ejemplo para que muchos hombres y mujeres respondan a la vocación o llamado de Dios a la vida consagrada. Esa vida consagrada y virgen o célibe es un signo que anticipa el estado virginal en el que toda persona humana, que ha sido fiel a Cristo, vivirá para siempre en el Cielo.

 

El énfasis en la virginidad en la enseñanza de la Iglesia no es ningún rechazo a la sexualidad humana cuando ésta se vive correctamente solo dentro del matrimonio. Es más bien un signo de total y absoluta apertura y entrega a Dios. Por eso es que en el Cielo ya no habrá matrimonios, porque Dios mismo, Esposo de nuestras almas, llenará a todos de felicidad, de la cual el matrimonio cristiano es signo eficaz, es decir, hace presente el amor de Cristo por Su Esposa la Iglesia (ver Efesios 5:21-33).

 

Versículo 35: San Gabriel explica a María que el Hijo que ella va a concebir será por obra del Espíritu Santo. Esto también significa que Jesús es verdadero Dios porque en su concepción no tuvo lugar la participación de ningún hombre. La palabra “sombra” con la que el Espíritu Santo cubrirá a María es la misma palabra que se utiliza en el Antiguo Testamento para significar la presencia de Dios en medio de Su Pueblo Israel: la “nube” o “sombra” que cubría la Tienda del Encuentro y llenaba el Tabernáculo donde estaban las Tablas de la Ley de Dios (ver Éxodo 40:35). María es el Nuevo Tabernáculo donde Jesús habitó durante nueve meses desde la Anunciación el 25 de marzo hasta Su nacimiento el 25 de diciembre. Esta nube también cubrió a tres de los Apóstoles y a Cristo mismo durante Su Transfiguración (ver Lucas 9:34).

 

Observemos cómo este pasaje es el primero en toda la Biblia en el que la Santísima Trinidad es revelada explícitamente. San Gabriel se refiere a Jesús como Dios y como Hijo del Altísimo (el Padre) y explica que el Espíritu Santo obrará en el seno de María para que ella conciba a Jesús.

 

Versículos 36-37. San Gabriel disipa el temor de María indicándole que para Dios nada es imposible y le da como ejemplo a su prima Santa Isabel, quien, a pesar de su vejez y previa esterilidad había concebido en su seno a San Juan Bautista, el profeta precursor de Jesús.

 

Versículo 38. María responde entregándose totalmente a Dios diciendo: “He aquí la esclava del Señor, hágase (fiat en latín) en mí según tu Palabra”. María es el ejemplo perfecto de fe, porque la fe es la entrega de uno mismo a Dios que se revela. La fe es la aceptación, en cuerpo y alma, de la Palabra de Dios revelada en la Biblia, la Sagrada Tradición y la enseñanza de la Iglesia. María se entrega totalmente a Dios en cuerpo y alma. Entrega su alma a Dios por medio de su fe y entrega su cuerpo a Dios para que en él obre el Espíritu Santo.

 

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Reflexión Navideña: Segunda Parte: La Visitación (Lucas 1:39-56)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

39 A los pocos días María emprendió viaje y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea. 40 Al llegar, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Tan pronto como Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, 42 exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 Pero ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? 44 Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre. 45 ¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!

 

46 Entonces dijo María:

 

«Mi alma glorifica al Señor,
47     y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
48 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
¡Santo es su nombre!
50 De generación en generación
se extiende su misericordia a los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;
desbarató las intrigas de los soberbios.[b]
52 De sus tronos derrocó a los poderosos,
mientras que ha exaltado a los humildes.
53 A los hambrientos los colmó de bienes,
y a los ricos los despidió con las manos vacías.
54-55 Acudió en ayuda de su siervo Israel
y, cumpliendo su promesa a nuestros padres,
mostró su misericordia a Abraham
y a su descendencia para siempre».

 

56 María se quedó con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

La visita que María hace a su prima Isabel corresponde al Segundo Misterio Gozoso del Santo Rosario. Vamos a comentar ahora este bellísimo pasaje.

 

Versículo 39: Observemos cómo María fue “de prisa” a casa de su prima Isabel para ayudarla durante los últimos tres meses de su embarazo. María se enteró que Santa Isabel llevaba seis meses embarazada por medio del Arcángel San Gabriel cuando éste se presentó ante ella para anunciarle que Dios quería que fuese la Madre de Su Hijo.

 

Esta Anunciación ocurrió inmediatamente antes de este pasaje de la Visitación. María no se quedó embelesada con la experiencia sobrenatural que había tenido sino que enseguida se puso en camino para servir a Santa Isabel. María nos da ejemplo del servicio que es fruto de una profunda oración. Nos da ejemplo de servicio a la vida naciente y a la madre embarazada. Es un gran ejemplo y motivación para las personas que trabajan en el movimiento provida y, en realidad, para todos los cristianos y personas de buena voluntad, ya que la defensa y servicio a la vida humana es obligación de todos.

 

Versículos 40-41a: Observemos cómo ante el saludo de María a su prima Isabel San Juan Bautista, que llevaba seis meses en el vientre de su madre saltó de alegría. Este bebé de seis meses de gestación percibe la presencia del Bebé Jesús apenas concebido en el seno de María y se llena de alegría. Estar con Jesús siempre debe llenarnos de alegría, felicidad y vida porque Él Mismo es la alegría, la felicidad y la Vida de Dios encarnadas. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10:10).

 

Versículos 41b-42: Apenas San Juan Bautista salta de alegría ante la presencia de Jesús y María, Santa Isabel también queda llena del Espíritu Santo ante Jesús y María. Entonces Santa Isabel saluda a María con el saludo que constituye la segunda oración de la Salutación del Ave María: “Dios te salve (alégrate), María, llena eres de gracia, el Señor está contigo” (primera oración: saludo de San Gabriel). “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre: Jesús!” (segunda oración: saludo de Santa Isabel).

 

La propia María reconoce humildemente que Dios ha hecho grandes cosas en ella, Su “humilde sierva” (v. 49). Y por ello María exclama “desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones” (v. 48). La Iglesia Católica ha cumplido cabalmente con esta profecía de María instituyendo el Santo Rosario. Millones de católicos saludan de esta forma a María todos los días al rezar el Santo Rosario, el cual la Iglesia recomienda encarecidamente.

 

La Salutación del Ave María ya se rezaba cuando en 1214 la propia Virgen María le encomendó el rezo y explicación de los Misterios del Santo Rosario a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos. En ese tiempo parte de Europa estaba asediada por la herejía de los Albigenses. El rezo y explicación de los Misterios del Rosario por parte de los dominicos y otros misioneros ayudó a extinguir esta terrible herejía que negaba el valor del cuerpo humano, el matrimonio y la familia.

 

Por lo tanto, la razón principal por la cual la propia María dijo a Santo Domingo que el Rosario era el arma es porque la meditación y catequesis de sus Misterios constituye la proclamación de la Verdad de Dios que destruye las herejías y mentiras del diablo. Ya San Pablo nos había enseñado en Efesios 6:17 que la espada del Espíritu Santo es la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es la Verdad de Dios.

 

El Rosario es el arma en segundo lugar porque, como ya sabemos, el rezarlo y meditarlo con devoción nos protege del diablo y nos ayuda a derrotar sus insidias y asechanzas (ver Efesios 6:10-18).

 

La segunda parte del Ave María o Petición: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén” fue añadida a la Salutación unos 130 años después. Europa estaba asediada por la peste bubónica, que mató a la mitad de la población de aquella época. Entonces la Iglesia aprobó esta petición para implorar a la Madre de Dios su intercesión y ayuda.

Versículos 43-44: Observemos cómo Santa Isabel reconoce que María es “la madre de mi Señor”. La palabra “Señor” en este contexto es un título divino. Santa Isabel estaba reconociendo que el bebé apenas concebido en el seno de María era Dios mismo. Por ello, la Iglesia honra y venera esta verdad al añadir al Ave María la Petición “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.  De esta manera el Ave María quedó compuesto por la Salutación y la Petición.

La maternidad divina de María es un dogma de fe y consiste en el hecho de que María llevó en su seno, dio a luz y luego crio a Aquel que es Dios y hombre al mismo tiempo. No podemos separar la divinidad de la humanidad de Jesús porque ambas están unidas en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Jesús es una Persona Divina que ha asumido una naturaleza humana (cuerpo y alma), por ello es Dios y hombre al mismo tiempo. Ser “Madre de Dios” no significa que María existió antes que Dios ni ningún disparate o herejía semejantes. Significa simplemente lo que ya hemos dicho: que María llevó en su seno, dio a luz y crio a Aquel que es una sola persona (no dos personas) con dos naturalezas: una divina y la otra humana. La unidad de las dos naturalezas en la Persona Divina del Hijo de Dios es también un dogma de fe.

 

Versículo 45: Santa Isabel felicita a María por su fe, es decir, por creer en lo que Dios le anunció por medio del Arcángel San Gabriel, a saber, que iba a ser la Madre del Hijo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo.

 

Versículos 46-56: María entonces entona un canto de júbilo y de alabanza a Dios por su misericordia y su salvación a través de los tiempos, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, especialmente con la llegada del Hijo de Dios para salvar a la humanidad del pecado. María se identifica como una hija fiel del Pueblo de Israel y una sierva de Dios. Y anuncia la salvación que Jesús viene a traer. Este canto profético de María la Iglesia lo llama en latín el Magnificat. Esta palabra quiere decir que María glorifica a Dios por Su fidelidad, misericordia, proezas y salvación para Su Pueblo Israel que ahora con la venida de Su Hijo al mundo extiende a la Iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios, y toda la humanidad.

 

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Reflexión Navideña: Tercera parte: El Nacimiento de Jesús (Lucas 2:1-12)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí que se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

 

A continuación, presentamos unos comentarios a este bellísimo pasaje:

 

Versículos 1-5: El Evangelio muestra con rigor histórico el momento en que Jesús nace en Belén indicando que en el Imperio Romano gobernaba César Augusto y en Siria (al norte de Israel) gobernaba Cirino. Esto demuestra que Jesús fue, es y será siempre un hombre histórico concreto que al mismo tiempo es Dios. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo del Dios Eterno, entró en la historia humana en un momento muy concreto y en un lugar muy concreto.

 

Ese lugar fue Belén, la ciudad en que había nacido David, de cuya descendencia debía nacer el Mesías. Esta palabra hebrea significa “ungido”, que en griego se dice “Cristo”. Jesús está ungido completamente por el Espíritu Santo. La descendencia davídica de Jesús se dio a través de la paternidad adoptiva de San José descendiente de David. La palabra “Belén” significa “Casa del Pan”. Jesús se llamará a Sí Mismo “el pan de vida” en Juan 6. Al nacer en Belén, la Palabra de Dios anticipa la Eucaristía que Jesús instituirá durante la última cena con sus Apóstoles.

 

El nacimiento de Jesús en Belén fue predicho por el profeta Miqueas 5:1-3: “En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos… Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del Nombre de Yahvé su Dios”.

 

Observemos cómo este profeta dice que Belén es “la menor”. Ello sugiere y anticipa, por medio de un lenguaje limitado pero potente y veraz, la humildad y la naturaleza humana de Jesús. Pero entonces la siguiente frase “Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del Nombre de Yahvé su Dios” sugiere y anticipa la naturaleza divina de Jesús. Jesús posee la majestad de Dios y actúa en Su Nombre. En la Biblia, el nombre que Dios le daba a una persona significaba la identidad y misión de esa persona. Ya vimos cómo San Gabriel le pidió a María que le pusiera a su hijo el nombre de Jesús, que significa “Dios salva”. Jesús es el Dios que salva.

 

Versículos 6-7: Jesús viene al mundo en circunstancias muy humildes y pobres. Toda su vida Jesús sufrió limitaciones económicas y materiales. Se fue de este mundo sin nada. Esa humildad y despojamiento sugieren con fuerza que Jesús vino a desbaratar por completo el Pecado Original y sus terribles consecuencias para la humanidad, sobre todo la muerte eterna. Ese Pecado Original consistió en un acto de desobediencia por parte de Adán y Eva motivado por la soberbia, que es totalmente contraria a la humildad que se requiere para aceptar a Dios y Sus Mandamientos. Por ello, la serpiente, que simbolizaba al diablo, tentó a Adán y a Eva diciéndoles: “Seréis como dioses” (Génesis 3:5).

 

María y San José sufrieron el rechazo en todos los lugares de Belén donde buscaron alojamiento. Pero ellos no se amedrentaron. No dudaron de la providencia de Dios ni de Su plan perfecto. No se quejaron pensando o diciendo que ellos habían sido escogidos por Dios para traer a Su Hijo al mundo y cómo era eso de que no tenían un lugar adecuado para que Jesús naciera. Al contrario, confiaron plenamente en Dios, le pidieron ayuda y se pusieron a buscar un lugar y a prepararlo con mucho trabajo para el nacimiento de Jesús. Nos dieron ejemplo de confianza en Dios en medio de la adversidad. Nos dieron ejemplo de no quejarnos sino de ofrecer a Dios nuestras dificultades por la salvación del mundo, así como de pedirle humildemente Su ayuda a Él y a nuestros hermanos para resolver los problemas y luego buscar, tocar a la puerta y ponernos a trabajar (ver Mateo 7:7-11).

 

Al venir de esta manera al mundo, Jesús, María y José nos dieron también ejemplo de austeridad, de una vida sencilla y simple, sin lujos ni extravagancias. Nos dieron ejemplo de una vida abierta a Dios y a la posibilidad de ayudar a los necesitados con el dinero y los bienes que el Señor nos ha permitido adquirir a través de nuestro trabajo, que es un don Dios. Cristo se hizo pobre materialmente para que nosotros nos hiciéramos ricos espiritualmente.

 

La palabra “primogénito” no significa que María tuviese más hijos después. Significa el primer hijo varón, el cual, según la costumbre del Pueblo de Israel, gozaba de ciertos derechos de herencia y estatus social. Jesús no tuvo privilegios materiales ni sociales ni políticos. Esta palabra más bien indica que Jesús es el primero entre muchos hermanos. Él es el Hijo de Dios por naturaleza, nosotros lo somos por adopción divina por medio del Bautismo. Somos sus hermanitos y hermanitas a Quien siempre debemos seguir.

 

Versículos 8-12: Dios siempre se revela primero a los pobres y sencillos y no a los que están llenos de su propia soberbia. Por eso es que las primeras personas a quien el Niños Dios se reveló, después de María y San José, fueron unos humildes pastores de la comarca. La presencia de estos pastores anticipó el rol que Jesús asumió como Pastor durante Su ministerio. Jesús es el Buen Pastor y nosotros somos sus ovejas que escuchan su voz (Juan 10:1-18). Escuchamos su voz cuando somos obedientes a la Palabra de Dios tal y como nos la explica el Magisterio de la Iglesia.

 

Finalmente, observemos cómo el ángel que se les apareció a los pastores reafirmó el hecho de que Jesús era descendiente de David, Salvador nuestro y Mesías (Cristo) el Señor. El título de “Señor” en boca del ángel no es simplemente un título de respeto y cortesía para con hombres mayores o investidos de autoridad humana. Se trata de un título divino. La palabra “señor” en griego se dice Kyrios. Esta palabra la usaba la comunidad hebrea de la diáspora unos dos siglos antes de Cristo, comunidad que hablaba primariamente el griego, para traducir la palabra hebrea Adonai, que en el Antiguo Testamento significaba “El Señor” para referirse a Dios sin mencionar Su nombre divino de Yahvé, que significa “Yo Soy el que Soy”, es decir el Ser Mismo y la fuente, por medio de la creación, de todos los demás seres (ver Éxodo 3:14). Por lo tanto, el ángel estaba revelando la divinidad del Niño Dios al usar esta palabra en su anuncio a los pastores.

 

Sin embargo, eso no quiere decir que los pastores comprendieron esto plenamente. Jesús reveló Su filiación divina, el hecho de ser Hijo de Dios, poco a poco a través de Su ministerio público, Su pasión, Su muerte y Su Resurrección. Y luego plenamente mediante el envío del Espíritu Santo a Sus Apóstoles y al resto de Su Iglesia.

 

¡Feliz Navidad!

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Reflexión Navideña: Cuarta Parte: Los Santos Inocentes  (Mateo 2:13-18)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

13 Después que partieron ellos [los Reyes Magos], he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. 14 Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, 15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

 

16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. 17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías (31:15) cuando dijo:

 

18 Voz fue oída en Ramá,

Grande lamentación, lloro y gemido;

Raquel que llora a sus hijos,

Y no quiso ser consolada, porque perecieron.

 

El 28 de diciembre la Iglesia nos invita a recordar a los Santos Inocentes. La Iglesia llama así a los niños de dos años para abajo de Belén y sus alrededores que el cruel Herodes mandó matar con el objetivo de matar a Jesús. Herodes estaba aferrado al poder y temía que Jesús, a Quien los Reyes Magos llamaban “Rey de los Judíos”, le fuese a arrebatar su trono.

 

A pesar de que estos inocentes niños nunca conocieron a Jesús en esta vida, la Iglesia no deja de reconocerlos y venerarlos como mártires de Cristo, ya que murieron en su lugar. Por ello la Iglesia ha decretado la Fiesta de los Santos Inocentes para ser celebrada todos los 28 de diciembre (ver Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 333 y 530).

 

Hoy en día mueren millones de niños y niñas inocentes que no han nacido todavía por medio del aborto y a manos de los “nuevos Herodes”, los médicos abortistas. Al decir esto no estamos condenando a nadie que de una forma u otra se haya involucrado en un aborto. Condenamos el aborto, pero no a las personas. A los que han caído en este grave pecado los invitamos a la reconciliación con Dios y a la sanación de sus heridas emocionales postaborto. Para los católicos es imprescindible el recurrir al Sacramento de la Confesión para recibir la infinita misericordia de Dios y Su perdón. La Iglesia también cuenta con ministerios de reconciliación postaborto, como el Proyecto Raquel, los Viñedos de Raquel y el Proyecto Guadalupe, entre otros.

 

Todos debemos orar y trabajar para que un día cese el aborto y no mueran más de esta manera millones de niños y niñas por nacer. Oremos también por los que cometen o promueven el aborto, para que el Señor convierta sus corazones. Oremos también por las mamás que han abortado, para que el Señor las convierta y sane las heridas de sus corazones. Esta oración también es extensiva a todos los hombres y mujeres que de una manera u otra han colaborado o facilitado con su silencio la comisión de un aborto.

 

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