Reflexión Navideña: Segunda Parte: La Visitación (Lucas 1:39-56)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

39 A los pocos días María emprendió viaje y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea. 40 Al llegar, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Tan pronto como Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, 42 exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 Pero ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? 44 Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre. 45 ¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!

 

46 Entonces dijo María:

 

«Mi alma glorifica al Señor,
47     y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
48 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
¡Santo es su nombre!
50 De generación en generación
se extiende su misericordia a los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;
desbarató las intrigas de los soberbios.[b]
52 De sus tronos derrocó a los poderosos,
mientras que ha exaltado a los humildes.
53 A los hambrientos los colmó de bienes,
y a los ricos los despidió con las manos vacías.
54-55 Acudió en ayuda de su siervo Israel
y, cumpliendo su promesa a nuestros padres,
mostró su misericordia a Abraham
y a su descendencia para siempre».

 

56 María se quedó con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

La visita que María hace a su prima Isabel corresponde al Segundo Misterio Gozoso del Santo Rosario. Vamos a comentar ahora este bellísimo pasaje.

 

Versículo 39: Observemos cómo María fue “de prisa” a casa de su prima Isabel para ayudarla durante los últimos tres meses de su embarazo. María se enteró que Santa Isabel llevaba seis meses embarazada por medio del Arcángel San Gabriel cuando éste se presentó ante ella para anunciarle que Dios quería que fuese la Madre de Su Hijo.

 

Esta Anunciación ocurrió inmediatamente antes de este pasaje de la Visitación. María no se quedó embelesada con la experiencia sobrenatural que había tenido sino que enseguida se puso en camino para servir a Santa Isabel. María nos da ejemplo del servicio que es fruto de una profunda oración. Nos da ejemplo de servicio a la vida naciente y a la madre embarazada. Es un gran ejemplo y motivación para las personas que trabajan en el movimiento provida y, en realidad, para todos los cristianos y personas de buena voluntad, ya que la defensa y servicio a la vida humana es obligación de todos.

 

Versículos 40-41a: Observemos cómo ante el saludo de María a su prima Isabel San Juan Bautista, que llevaba seis meses en el vientre de su madre saltó de alegría. Este bebé de seis meses de gestación percibe la presencia del Bebé Jesús apenas concebido en el seno de María y se llena de alegría. Estar con Jesús siempre debe llenarnos de alegría, felicidad y vida porque Él Mismo es la alegría, la felicidad y la Vida de Dios encarnadas. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10:10).

 

Versículos 41b-42: Apenas San Juan Bautista salta de alegría ante la presencia de Jesús y María, Santa Isabel también queda llena del Espíritu Santo ante Jesús y María. Entonces Santa Isabel saluda a María con el saludo que constituye la segunda oración de la Salutación del Ave María: “Dios te salve (alégrate), María, llena eres de gracia, el Señor está contigo” (primera oración: saludo de San Gabriel). “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre: Jesús!” (segunda oración: saludo de Santa Isabel).

 

La propia María reconoce humildemente que Dios ha hecho grandes cosas en ella, Su “humilde sierva” (v. 49). Y por ello María exclama “desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones” (v. 48). La Iglesia Católica ha cumplido cabalmente con esta profecía de María instituyendo el Santo Rosario. Millones de católicos saludan de esta forma a María todos los días al rezar el Santo Rosario, el cual la Iglesia recomienda encarecidamente.

 

La Salutación del Ave María ya se rezaba cuando en 1214 la propia Virgen María le encomendó el rezo y explicación de los Misterios del Santo Rosario a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos. En ese tiempo parte de Europa estaba asediada por la herejía de los Albigenses. El rezo y explicación de los Misterios del Rosario por parte de los dominicos y otros misioneros ayudó a extinguir esta terrible herejía que negaba el valor del cuerpo humano, el matrimonio y la familia.

 

Por lo tanto, la razón principal por la cual la propia María dijo a Santo Domingo que el Rosario era el arma es porque la meditación y catequesis de sus Misterios constituye la proclamación de la Verdad de Dios que destruye las herejías y mentiras del diablo. Ya San Pablo nos había enseñado en Efesios 6:17 que la espada del Espíritu Santo es la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es la Verdad de Dios.

 

El Rosario es el arma en segundo lugar porque, como ya sabemos, el rezarlo y meditarlo con devoción nos protege del diablo y nos ayuda a derrotar sus insidias y asechanzas (ver Efesios 6:10-18).

 

La segunda parte del Ave María o Petición: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén” fue añadida a la Salutación unos 130 años después. Europa estaba asediada por la peste bubónica, que mató a la mitad de la población de aquella época. Entonces la Iglesia aprobó esta petición para implorar a la Madre de Dios su intercesión y ayuda.

Versículos 43-44: Observemos cómo Santa Isabel reconoce que María es “la madre de mi Señor”. La palabra “Señor” en este contexto es un título divino. Santa Isabel estaba reconociendo que el bebé apenas concebido en el seno de María era Dios mismo. Por ello, la Iglesia honra y venera esta verdad al añadir al Ave María la Petición “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.  De esta manera el Ave María quedó compuesto por la Salutación y la Petición.

La maternidad divina de María es un dogma de fe y consiste en el hecho de que María llevó en su seno, dio a luz y luego crio a Aquel que es Dios y hombre al mismo tiempo. No podemos separar la divinidad de la humanidad de Jesús porque ambas están unidas en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Jesús es una Persona Divina que ha asumido una naturaleza humana (cuerpo y alma), por ello es Dios y hombre al mismo tiempo. Ser “Madre de Dios” no significa que María existió antes que Dios ni ningún disparate o herejía semejantes. Significa simplemente lo que ya hemos dicho: que María llevó en su seno, dio a luz y crio a Aquel que es una sola persona (no dos personas) con dos naturalezas: una divina y la otra humana. La unidad de las dos naturalezas en la Persona Divina del Hijo de Dios es también un dogma de fe.

 

Versículo 45: Santa Isabel felicita a María por su fe, es decir, por creer en lo que Dios le anunció por medio del Arcángel San Gabriel, a saber, que iba a ser la Madre del Hijo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo.

 

Versículos 46-56: María entonces entona un canto de júbilo y de alabanza a Dios por su misericordia y su salvación a través de los tiempos, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, especialmente con la llegada del Hijo de Dios para salvar a la humanidad del pecado. María se identifica como una hija fiel del Pueblo de Israel y una sierva de Dios. Y anuncia la salvación que Jesús viene a traer. Este canto profético de María la Iglesia lo llama en latín el Magnificat. Esta palabra quiere decir que María glorifica a Dios por Su fidelidad, misericordia, proezas y salvación para Su Pueblo Israel que ahora con la venida de Su Hijo al mundo extiende a la Iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios, y toda la humanidad.

 

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