Reflexión Navideña: Tercera parte: El Nacimiento de Jesús (Lucas 2:1-12)

 

Adolfo J. Castañeda, MA, STL

Director de Educación

Vida Humana Internacional

 

1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí que se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

 

A continuación, presentamos unos comentarios a este bellísimo pasaje:

 

Versículos 1-5: El Evangelio muestra con rigor histórico el momento en que Jesús nace en Belén indicando que en el Imperio Romano gobernaba César Augusto y en Siria (al norte de Israel) gobernaba Cirino. Esto demuestra que Jesús fue, es y será siempre un hombre histórico concreto que al mismo tiempo es Dios. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo del Dios Eterno, entró en la historia humana en un momento muy concreto y en un lugar muy concreto.

 

Ese lugar fue Belén, la ciudad en que había nacido David, de cuya descendencia debía nacer el Mesías. Esta palabra hebrea significa “ungido”, que en griego se dice “Cristo”. Jesús está ungido completamente por el Espíritu Santo. La descendencia davídica de Jesús se dio a través de la paternidad adoptiva de San José descendiente de David. La palabra “Belén” significa “Casa del Pan”. Jesús se llamará a Sí Mismo “el pan de vida” en Juan 6. Al nacer en Belén, la Palabra de Dios anticipa la Eucaristía que Jesús instituirá durante la última cena con sus Apóstoles.

 

El nacimiento de Jesús en Belén fue predicho por el profeta Miqueas 5:1-3: “En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos… Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del Nombre de Yahvé su Dios”.

 

Observemos cómo este profeta dice que Belén es “la menor”. Ello sugiere y anticipa, por medio de un lenguaje limitado pero potente y veraz, la humildad y la naturaleza humana de Jesús. Pero entonces la siguiente frase “Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del Nombre de Yahvé su Dios” sugiere y anticipa la naturaleza divina de Jesús. Jesús posee la majestad de Dios y actúa en Su Nombre. En la Biblia, el nombre que Dios le daba a una persona significaba la identidad y misión de esa persona. Ya vimos cómo San Gabriel le pidió a María que le pusiera a su hijo el nombre de Jesús, que significa “Dios salva”. Jesús es el Dios que salva.

 

Versículos 6-7: Jesús viene al mundo en circunstancias muy humildes y pobres. Toda su vida Jesús sufrió limitaciones económicas y materiales. Se fue de este mundo sin nada. Esa humildad y despojamiento sugieren con fuerza que Jesús vino a desbaratar por completo el Pecado Original y sus terribles consecuencias para la humanidad, sobre todo la muerte eterna. Ese Pecado Original consistió en un acto de desobediencia por parte de Adán y Eva motivado por la soberbia, que es totalmente contraria a la humildad que se requiere para aceptar a Dios y Sus Mandamientos. Por ello, la serpiente, que simbolizaba al diablo, tentó a Adán y a Eva diciéndoles: “Seréis como dioses” (Génesis 3:5).

 

María y San José sufrieron el rechazo en todos los lugares de Belén donde buscaron alojamiento. Pero ellos no se amedrentaron. No dudaron de la providencia de Dios ni de Su plan perfecto. No se quejaron pensando o diciendo que ellos habían sido escogidos por Dios para traer a Su Hijo al mundo y cómo era eso de que no tenían un lugar adecuado para que Jesús naciera. Al contrario, confiaron plenamente en Dios, le pidieron ayuda y se pusieron a buscar un lugar y a prepararlo con mucho trabajo para el nacimiento de Jesús. Nos dieron ejemplo de confianza en Dios en medio de la adversidad. Nos dieron ejemplo de no quejarnos sino de ofrecer a Dios nuestras dificultades por la salvación del mundo, así como de pedirle humildemente Su ayuda a Él y a nuestros hermanos para resolver los problemas y luego buscar, tocar a la puerta y ponernos a trabajar (ver Mateo 7:7-11).

 

Al venir de esta manera al mundo, Jesús, María y José nos dieron también ejemplo de austeridad, de una vida sencilla y simple, sin lujos ni extravagancias. Nos dieron ejemplo de una vida abierta a Dios y a la posibilidad de ayudar a los necesitados con el dinero y los bienes que el Señor nos ha permitido adquirir a través de nuestro trabajo, que es un don Dios. Cristo se hizo pobre materialmente para que nosotros nos hiciéramos ricos espiritualmente.

 

La palabra “primogénito” no significa que María tuviese más hijos después. Significa el primer hijo varón, el cual, según la costumbre del Pueblo de Israel, gozaba de ciertos derechos de herencia y estatus social. Jesús no tuvo privilegios materiales ni sociales ni políticos. Esta palabra más bien indica que Jesús es el primero entre muchos hermanos. Él es el Hijo de Dios por naturaleza, nosotros lo somos por adopción divina por medio del Bautismo. Somos sus hermanitos y hermanitas a Quien siempre debemos seguir.

 

Versículos 8-12: Dios siempre se revela primero a los pobres y sencillos y no a los que están llenos de su propia soberbia. Por eso es que las primeras personas a quien el Niños Dios se reveló, después de María y San José, fueron unos humildes pastores de la comarca. La presencia de estos pastores anticipó el rol que Jesús asumió como Pastor durante Su ministerio. Jesús es el Buen Pastor y nosotros somos sus ovejas que escuchan su voz (Juan 10:1-18). Escuchamos su voz cuando somos obedientes a la Palabra de Dios tal y como nos la explica el Magisterio de la Iglesia.

 

Finalmente, observemos cómo el ángel que se les apareció a los pastores reafirmó el hecho de que Jesús era descendiente de David, Salvador nuestro y Mesías (Cristo) el Señor. El título de “Señor” en boca del ángel no es simplemente un título de respeto y cortesía para con hombres mayores o investidos de autoridad humana. Se trata de un título divino. La palabra “señor” en griego se dice Kyrios. Esta palabra la usaba la comunidad hebrea de la diáspora unos dos siglos antes de Cristo, comunidad que hablaba primariamente el griego, para traducir la palabra hebrea Adonai, que en el Antiguo Testamento significaba “El Señor” para referirse a Dios sin mencionar Su nombre divino de Yahvé, que significa “Yo Soy el que Soy”, es decir el Ser Mismo y la fuente, por medio de la creación, de todos los demás seres (ver Éxodo 3:14). Por lo tanto, el ángel estaba revelando la divinidad del Niño Dios al usar esta palabra en su anuncio a los pastores.

 

Sin embargo, eso no quiere decir que los pastores comprendieron esto plenamente. Jesús reveló Su filiación divina, el hecho de ser Hijo de Dios, poco a poco a través de Su ministerio público, Su pasión, Su muerte y Su Resurrección. Y luego plenamente mediante el envío del Espíritu Santo a Sus Apóstoles y al resto de Su Iglesia.

 

¡Feliz Navidad!

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