San José: Modelo de paternidad y fidelidad
Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Human Life International
Publicado originalmente en inglés el 15 de marzo de 2021 en: https://www.hli.org/2021/03/st-joseph-model-of-fatherhood-and-faithfulness/.
Dios, en Su sabiduría, eligió revelarse a nosotros como Padre. Los teólogos han reflexionado mucho sobre la Paternidad de Dios, explorando lo que este misterio revela acerca de la naturaleza y los atributos de Dios.
Sin embargo, también hay mucho que aprender al darle la vuelta a la pregunta y, en cambio, preguntar qué dice la revelación de las Escrituras de la primera persona de la Santísima Trinidad como Padre acerca de la naturaleza y dignidad de los padres terrenales.
Sin duda, la decisión de Dios de llamarse a sí mismo Padre es tanto un gran cumplido a la dignidad de los padres terrenales como un gran desafío. Si Dios es nuestro Padre, entonces los padres terrenales solo viven a la altura de sus propias vocaciones en la medida en que imitan y reflejan la propia paternidad de Dios, que es su modelo.
Tal tarea puede parecer imposible, como de hecho lo es. Un padre está llamado a amar a sus hijos; pero ningún padre puede amar con el amor infinito que Dios tiene por sus hijos. Un padre está llamado a ser fuerte, a apoyar y animar desinteresadamente a sus hijos; pero ningún padre puede ser tan inquebrantable, tan firme, tan fuerte como la Roca de la que se habla en las Escrituras. “El SEÑOR es mi roca, y mi fortaleza, y mi libertador, mi Dios, mi fortaleza, en quien confiaré, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite” (Salmo 18:2).
Afortunadamente, la Iglesia, en su sabiduría, nos ha dado la encarnación ideal de la paternidad de Dios en una persona humana, en el hombre a quien Cristo mismo, el Dios Encarnado, habría llamado “padre”, es decir, San José.
San José fue designado por Dios para ser el guardián y protector de Nuestro Señor Jesucristo. También es nuestro modelo de paternidad y fidelidad. “¡José de Nazaret es una revelación particular de la dignidad de la paternidad humana!” Dijo el Papa San Juan Pablo II en una homilía de 1981 en la Solemnidad de San José. “La familia se basa en la dignidad de la paternidad humana, en la responsabilidad del hombre, esposo y padre, como también en su trabajo. José de Nazaret nos da testimonio de ello”.
Esta semana celebramos la Solemnidad de San José. También estamos celebrando el Año de San José. Es, por tanto, un muy buen momento para meditar sobre el misterio de la paternidad de San José y cómo el don de San José puede ayudarnos en nuestra batalla por crear una cultura de la vida y la familia.
La necesidad de padres en tiempos de inquietud y confusión
Algunos han argumentado que, así como la mayor fuente de confusión espiritual en nuestra cultura contemporánea es el abandono de la fe y de la confianza en Dios nuestro Padre, también la mayor fuente de confusión social es la crisis de la paternidad humana.
Trágicamente, muchos padres de hoy no se toman en serio el peso de la responsabilidad que ha sido colocado sobre sus hombros. En demasiados casos, los padres dan la espalda a sus esposas e hijos en búsqueda de sus propios objetivos y placeres. Incluso cuando no han abandonado literalmente a sus hijos, dejándolos huérfanos, han estado ausentes espiritualmente, sin brindarles el amor, la guía, el apoyo y el ejemplo que los niños necesitan para su desarrollo espiritual y personal.
Lo mismo ocurre con la crisis dentro de nuestra Iglesia. En el mundo que nos rodea hay personas e instituciones que ejercen presión sobre la Iglesia para que cambie la doctrina fundamental relacionada con la vida y la familia. Estas doctrina es el baluarte que se interpone entre los agentes de la muerte y tantos niños no nacidos y otras personas vulnerables. También es el mejor medio para proteger a la familia contra las degradaciones de la revolución sexual, que ha desgarrado a tantas familias y sembrado tanto dolor.
En este momento, necesitamos padres fuertes – sacerdotes y obispos – que estén dispuestos a defender con valentía a sus hijos espirituales. En cambio, muchos sacerdotes y obispos han traicionado su paternidad espiritual, abandonando su papel de maestros y entrando en componendas con el mundo, incluso (y es terrible admitirlo) abusando diabólicamente de los niños confiados a su cuidado.
Ahora, más que nunca, necesitamos hombres que estén dispuestos a dar un paso al frente e imitar la paternidad de San José. Los padres deben imitar a San José para aprender cómo pueden servir a sus esposas e hijos con la fuerza silenciosa, oculta y modesta con la que este gran santo, el Patrono Universal de la Iglesia Católica, sirvió a María y Jesús. Los sacerdotes y obispos, igualmente, deben imitar a San José, acogiéndolo como ejemplo de servicio, humildad, obediencia y santidad.
La vida oculta de San José
El caos en nuestra cultura es una de las razones por las que el Papa Francisco ha designado este año como el Año de San José. En una carta apostólica que marca el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono Universal de la Iglesia, el Papa Francisco señaló que el año de la pandemia ha puesto de manifiesto el valor de los trabajadores ocultos y a menudo despreciados que nos sirven en silencio todos los días.
“Cada uno de nosotros puede descubrir en José, el hombre que pasa desapercibido, una presencia cotidiana, discreta y oculta, un intercesor, un apoyo y un guía en tiempos de angustia”, escribió el Santo Padre. “San José nos recuerda que los que aparecen ocultos o en las sombras pueden desempeñar un papel incomparable en la historia de la salvación. A todos les debo una palabra de reconocimiento y gratitud”.
Este ocultamiento de San José es, paradójicamente, su atributo más conspicuo.
La vida entera de San José estuvo comprometida con un servicio silencioso, oculto y sin pretensiones. Esto debería brindarles una gran esperanza a los padres de todo el mundo, que se preguntan si están “haciendo una diferencia” al servir tranquilamente a sus familias de maneras aparentemente anodinas: yendo a trabajar todos los días, jugando o enseñando a sus hijos, y simplemente permaneciendo en silencio cuando el momento lo amerite y siendo constantes, siendo Presencia protectora dentro del hogar. La respuesta, siempre que estén haciendo su labor de padres con un espíritu de humilde obediencia a la voluntad de Dios, es ¡sí! Mil veces sí.
Nuestra cultura prácticamente adora a los ricos y a los poderosos. Sin embargo, éstos no son los caminos de Dios. Puede ser cierto que nosotros también necesitemos a nuestros políticos, empresarios, artistas y todo lo demás. Y, sin embargo, el mensaje de todas las Escrituras, y especialmente de los Evangelios, es que la salvación no se encuentra entre los príncipes del mundo. “La salvación”, dice Cristo a la mujer junto al pozo en el Evangelio de Juan, “es de los judíos” (Juan 4:22). ¿Y quiénes eran los judíos? Un pueblo pequeño, oculto, modesto y en gran parte intrascendente en el mundo antiguo.
La santa más grande de todos los tiempos, María, la Madre de Dios, fue una mujer campesina, elegida para la incomparablemente gran tarea de llevar en su seno al Dios encarnado. Y el segundo santo más grande, su esposo y el padre adoptivo de Cristo, era un humilde carpintero, a quien los Evangelios no le han registrado ni una sola palabra. No hay grandes hazañas ni grandes palabras. Y, sin embargo, como señala el Papa Francisco, “después de María, la Madre de Dios, ningún santo se menciona con más frecuencia en el magisterio papal que José, su esposo”.
San José y la cultura de la vida y la familia
Para aquellos de nosotros que trabajamos para intentar establecer una cultura de la vida y la familia, San José siempre ha tenido un significado particular. El ejemplo y la intercesión de San José se necesitan desesperadamente en cada uno de los tres grandes ejes de esta batalla: la lucha para proteger al bebé no nacido, a los enfermos y moribundos, y a la familia.
San José es un emblema de cómo responder con amor y confianza a la nueva vida en el útero. Cuando San José se enteró de que María estaba embarazada, no entendió. Pero cuando el ángel se le apareció en un sueño y lo instó a tomar a María por esposa, él obedeció de inmediato, aceptando al niño en el vientre de María como propio.
“La paternidad es responsabilidad de la vida: de la vida primero concebida en el vientre de la mujer y luego nacida, para que un nuevo hombre, que es sangre de tu sangre y carne de tu carne, pueda ser revelado”, dijo el Papa San Juan Pablo II en esa homilía de la solemnidad de San José. “Dios que dice: ‘no abandones a la mujer, tu esposa’, dice al mismo tiempo: ‘¡recibe la vida concebida en ella!’ Tal como le dijo a José de Nazaret, aunque José no fue el padre de sangre del que fue concebido del Espíritu Santo en la Virgen María”.
“A menudo en la vida suceden cosas cuyo significado no entendemos”, escribe el Papa Francisco en Patris Corde. “Nuestra primera reacción suele ser de decepción y rebelión. José dejó a un lado sus propias ideas y aceptó el curso de los acontecimientos y, por misteriosos que parecieran, los abrazó, se responsabilizó por ellos y los hizo parte de su propia historia”.
Si todos los padres respondieran a la nueva vida con el mismo espíritu de valentía y aceptación de San José, comprometiéndose a estar allí para servir a la madre de su hijo sin importar qué responsabilidades tenía que asumir, la mayoría de los abortos terminarían de la noche a la mañana.
San José es también el santo patrono de una feliz y santa muerte. Las Escrituras guardan silencio sobre la muerte de San José. Y, sin embargo, su ausencia durante la pasión sugiere que murió antes de que Cristo enfrentara la cruz. Si es así, entonces San José debe haber muerto con Cristo y la Virgen María a su lado, orando por él. ¡Seguramente, no puede haber habido una muerte más feliz y santa que esa!
En nuestros días, existe un asalto a la dignidad de la vida humana en sus etapas finales. Impulsados por una compasión equivocada y por un malentendido diabólico de la libertad humana, los defensores de la eutanasia y el suicidio asistido están luchando por el “derecho” de los pacientes a suicidarse o de los médicos a matar a sus pacientes. San José nos muestra otro camino. Nos muestra que hay dignidad y belleza en el sufrimiento y la muerte, pero solo si la muerte se ve a la luz de las verdades eternas y si Cristo y su Madre son bienvenidos junto al lecho de los moribundos.
Finalmente, San José fue el jefe de la Sagrada Familia. Fue una roca en la casa en Nazaret, donde velaba, sostenía y protegía a la familia. Su digna paternidad nos revela la gran dignidad de todas las familias.
“Insertada directamente en el misterio de la Encarnación, la Familia de Nazaret tiene su propio misterio especial”, escribió el Papa San Juan Pablo II en la exhortación apostólica Redemptoris Custos de 1989. “Y en este misterio, como en la Encarnación, se encuentra una verdadera paternidad: la forma humana de la familia del Hijo de Dios, una verdadera familia humana, formada por el misterio divino. En esta familia, José es el padre: su paternidad no se deriva de engendrar descendencia; pero tampoco es una paternidad ‘aparente’ o simplemente ‘sustituta’. Más bien, es una paternidad que comparte plenamente la auténtica paternidad humana y la misión de un padre en la familia”.
Si los padres han de ayudar a sus familias a resistir los ataques que son tan omnipresentes en nuestro tiempo, necesitan el ejemplo de San José, para que puedan convertirse en líderes fuertes que sean capaces de llevar a su familia hacia la santidad, siendo modelos del amor y el servicio auténticos.
Hay tanta sabiduría en la vida de San José. Nosotros en el movimiento provida y a favor de la familia necesitamos reflexionar más sobre su vida, su fe y su confianza firmes en las palabras de Dios.
Únase a la familia internacional de Human Life International y a su sección hispana, Vida Humana Internacional, para pedir la intercesión de San José rezando diariamente la Letanía de San José, agregando a la lista de peticiones esta solicitud: “San José, Guardián de la vida humana y su dignidad inherente, desde la concepción hasta la muerte natural, ruega por nosotros”.
Vida Humana Internacional agradece a José Antonio Zunino la traducción de este artículo.
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