Un día de oración y reparación por la matanza y el abuso contra los niños no nacidos

 

Padre Shenan J. Boquet

President

Human Life International

 

Publicado originalmente en inglés el 17 de mayo de 2021 en: https://www.hli.org/2021/05/a-day-of-prayer-and-reparation-for-the-murder-and-abuse-of-unborn-children/.

 

“En el anuncio de este Evangelio, no debemos temer la hostilidad o la impopularidad, y debemos rechazar cualquier compromiso o ambigüedad que pueda conformarnos con el modo de pensar del mundo (Romanos 12, 2). Debemos estar en el mundo pero no ser del mundo (Juan 15,19; 17,16), sacando nuestras fuerzas de Cristo, que con su muerte y resurrección ha vencido al mundo (Juan 16,33)”. ─ Evangelium Vitae, no. 82

 

Enfrentamos una violencia imperante, “una conspiración contra la vida humana” en nuestros días. La cultura de la muerte “es fomentada activamente por poderosas corrientes culturales, económicas y políticas que promueven una idea de sociedad excesivamente preocupada por la eficiencia” (Evangelium Vitae, no. 12). La preocupación por los placeres de la vida terrenal ha provocado una guerra de los poderosos contra los vulnerables. Y una vez que las personas identifican el propósito de la existencia humana como limitado a este mundo temporal, cualquier persona, es decir, los niños por nacer, los ancianos, los enfermos, los discapacitados y los moribundos, que se interponga en su camino es una amenaza y debe ser eliminado.

 

Esta situación es posibilitada y envalentonada por el progresivo debilitamiento de las conciencias individuales y de la sociedad que ha perdido el sentido del incomparable valor de la persona humana. En consecuencia, muchos son incapaces de discernir lo que es bueno, verdadero y bello de lo que es malo, falso y grotesco. Muchos ahora declaran que lo que es bueno es malo y lo que es malo es bueno (ver Isaías 5:20). Además, el debilitamiento moral de nuestra resistencia a la “cultura” de la muerte nos ha hecho más insensibles y ciegos ante los crímenes: la violencia del aborto, la eutanasia, la investigación con células madres embrionarias, la trata de personas, la pornografía y la explotación y comercialización de los niños no nacidos. Debido a la incertidumbre moral a gran escala y al entorno hostil que se ha provocado, se ignora una verdad fundamental: la dignidad intrínseca de la persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Los católicos creen que “siendo a imagen de Dios, el individuo humano posee la dignidad de una persona, que no es solo algo, sino alguien. Es capaz de conocerse a sí mismo, de poseerse y de entregarse libremente y entrar en comunión con otras personas. Y es llamado por la gracia a un pacto con su Creador, para ofrecerle una respuesta de fe y amor que ninguna otra criatura puede dar en su lugar” (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 357).

 

Siempre que se pasa por alto, devalúa o rechaza la dignidad de una persona humana, se ignora algo esencial y las consecuencias de tal acto para la sociedad y la cultura son de gran alcance. La persona humana es el fundamento de una visión moral de la sociedad, como enuncia el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “Del hombre, por tanto, trae su origen la vida social que no puede renunciar a reconocerlo como sujeto activo y responsable, y a él deben estar finalizadas todas las expresiones de la sociedad” (no. 106).

 

Por lo tanto, los seres humanos deben ser tratados como “fines” en ellos mismos y no como “medios” para fines egoístas. La vida humana debe ser valorada infinitamente y tratada con el respeto debido a una persona humana, hombre o mujer. Es una persona por quien es, por ser lo que es, no por lo que puede hacer o por las funciones que puede llevar a cabo. Por tanto, toda persona tiene un valor incomparable, más importante que las cosas y es sujeto de ciertos derechos fundamentales en virtud de lo que es. “El respeto a la persona humana implica el respeto a los derechos que se derivan de su dignidad como criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y deben ser reconocidos por ella” (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1930). Y debido a que la dignidad humana es inherente, todo ser humano de cualquier edad, tamaño, grado de desarrollo o capacidad física o mental tiene la misma dignidad fundamental. No existe un momento o una etapa en la que la vida de una persona pueda ser digna y en otro momento ser indigna.

 

Esta comprensión y convicción debe ser el punto de partida de toda decisión y acción; debería influir en nuestro comportamiento, en cómo vivimos y en las decisiones que tomamos; debería dar forma a cómo nos relacionamos con otras personas, aprobamos leyes y establecemos sociedades y naciones. Los seres humanos como fines en ellos mismos deben ser servidos por gobiernos e instituciones, cuyas acciones se medirán en función de si amenazan o mejoran la vida y la dignidad de la persona humana.

 

Pero, trágicamente, muchos gobiernos e instituciones no pasan la prueba. Hay un “tren” de crímenes contra la dignidad humana (lo que algunos han llamado una “cadena de muerte”), comenzando con el ataque a los más vulnerables de la familia humana, los bebés no nacidos, y su matanza a escala industrial y en la extirpación de sus tejidos y partes del cuerpo para su comercialización. A nivel mundial, cada día más de 150 mil niños por nacer son víctimas del delito de aborto, 50-60 millones al año. Esto significa que en los últimos 50 años hasta 2.500 millones de niños por nacer han sido deliberadamente aniquilados. La gravedad de estos crímenes cometidos por la industria contra la vida en constante expansión con sus socios biomédicos y farmacéuticos no puede ignorarse ni permitirse que continúe. La tarea principal que tenemos ante nosotros, por lo tanto, es echar abajo los muros de ofuscación y engaño y mostrar al mundo quién está en el centro de este debate: la persona humana.

 

[Nota del Editor: Aprovechamos la oportunidad para, una vez más, aclarar que nada de lo que diga este artículo implica que Human Life International, Vida Humana Internacional y el resto del auténtico movimiento provida estén condenando a las mujeres que abortan o a otras personas que se hayan involucrado en un aborto. Condenamos el aborto, no a las personas. A ellas les invitamos a la conversión y a la sanación. La Iglesia Católica cuenta con el Sacramento de la Confesión, imprescindible en el caso de los católicos para alcanzar el perdón y la infinita y amorosa misericordia de Dios, y también con ministerios dedicados a la reconciliación y sanación postaborto, como el Proyecto Raquel y los Viñedos de Raquel, entre otros.]

 

Restaurar una Cultura de la Vida, una sociedad donde se respete y sirva la vida humana, es abrumador y no es para los tímidos. Y expulsar la máquina antivida, su lucrativa industria y su ideologizado discurso público exigirá sacrificios, dificultades, testigos y acciones heroicas. Sin embargo, como cristianos y como pueblo de la vida, lo nuestro no es calcular el costo sino pelear la buena batalla:

 

“Ante tantos puntos de vista opuestos y un rechazo a gran escala de la sana doctrina sobre la vida humana, podemos sentir que la súplica de Pablo a Timoteo también se dirige a nosotros: ‘Predica la palabra, sé urgente a tiempo y a destiempo, convence, reprende y exhorta, sé infalible en la paciencia y en la enseñanza’ (2 Timoteo 4:2)”. ─ Evangelium Vitae, no. 82.

 

Una voz en el desierto

 

Se dice que no hay nadie tan ciego como los que no quieren ver.

 

Los seres humanos a menudo están cegados por sus prejuicios y deseos egoístas, buscan sus propios intereses y hacen cualquier cosa para aplastar a los demás. La trágica historia de la guerra, la opresión, la desigualdad y mucho más da testimonio de lo que sucede cuando las personas están cegadas por el poder, la codicia, la lujuria y la envidia. Con una perspectiva sesgada, estas personas ven el mundo y a quienes los rodean como un medio para lograr un fin, ya sea como una amenaza que hay que conquistar o una oportunidad que hay que explotar.

 

Para romper la fachada de las mentiras creadas por la “cultura” de la muerte, que niegan el valor, la dignidad y los derechos de una persona, en particular de los no nacidos, debemos alertar a los que permanecen complacientes sobre el valor inherente de la vida humana, informar a las conciencias de la verdad sobre la dignidad humana, y activar y reclutar personas en la campaña en apoyo de la vida humana.

 

Seguimos pasos nobles.

 

San Juan el Bautista fue enviado para preparar el camino del Señor, para llamar al pueblo de Dios al arrepentimiento. “Soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’” (Juan 1:23). Conmovido con urgencia y en cumplimiento de la misión que se le había confiado, San Juan no dejó que nada le impidiera hablar con la verdad. Su disposición, por ejemplo, a llamar al arrepentimiento a Herodes Antipas, que estaba en una relación adúltera, es lo que lo llevó al arresto, encarcelamiento y, en última instancia, a su ejecución. Incluso hasta la muerte, San Juan llamó a las personas de todos los estratos sociales a arrepentirse y apartar sus vidas del pecado y a obedecer a Dios.

 

El Dr. Martin Luther King, Jr. se enfrentó a una herida profundamente arraigada en EEUU: la discriminación contra las personas de la raza negra. Y se opuso audazmente a la narrativa cultural y a quienes ejercen el poder y la influencia. Exigió justicia e igualdad, defendiendo la dignidad humana de sus prójimos. Como San Juan el Bautista, el Dr. King conocía la urgencia de la situación y nunca se apartó de su misión. También dejó en claro que las leyes deben estar en armonía con la ley moral. Desde su celda de la cárcel en Birmingham, Alabama, nos recordó que “una ley justa es un código creado por el hombre que está en armonía con la ley moral o la ley de Dios. Una ley injusta es un código que no está en armonía con dicha ley” [1]. Así como el Dr. King se negó a permitir que la oscuridad y la injusticia gobernaran, nosotros también debemos negarnos a permitir que gobierne la injusticia y la violencia contra nuestros prójimos, especialmente los bebés por nacer.

 

Durante el Desayuno Nacional de Oración en Washington, D.C. en 1994, la Madre Teresa se atrevió a decir lo que pensaba sobre un tema crucial, el derecho a la vida:

 

“Mediante el aborto, la madre no aprende a amar, sino que mata incluso a su propio hijo para solucionar sus problemas. Y, mediante el aborto, a ese padre se le dice que no tiene que asumir ninguna responsabilidad por el hijo que ha traído al mundo. Es probable que el padre ponga a otras mujeres en el mismo problema. Entonces, el aborto solo conduce a más abortos. Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a su gente a amar, sino a usar la violencia para conseguir lo que quieren. Es por eso, que el mayor destructor del amor y la paz es el aborto” [2].

 

A la Madre Teresa no le preocupaba que sus palabras fuesen ofensivas para algunos o lo que otros pudieran pensar de ella. Estaba totalmente comprometida con el urgente asunto que tenía entre manos.

 

¡Nosotros también tenemos un asunto urgente entre manos!

 

La masacre y la explotación de los niños por nacer

 

Estamos ante una terquedad, una falta de voluntad para denunciar una injusticia. La misma tendencia que llevó a gran parte del mundo a negar la personalidad y el valor de las personas de la raza negra y de otras razas esclavizadas ahora se manifiesta en la forma en que se trata a los niños por nacer. Quienes promueven el aborto y la extirpación de los tejidos y otras partes del cuerpo de los bebés abortados, consideran que el bebé no nacido es un objeto humano sin valor, no una persona con plena dignidad. Esto es análogo a decir la barbarie de que un afroamericano no es una persona completa debido al color de su piel. O eres una persona humana o no lo eres; la personalidad es inseparable de la humanidad. A pesar de la plétora de eufemismos cuidadosamente elaborados y diseñados para arrojar un manto de confusión sobre la vida del bebé no nacido, esta nueva vida desde el momento de la concepción es un ser humano vivo, una persona humana con una dignidad inalienable e inmutable.

 

Los actos intrínsecamente malos, como el aborto y la extracción de tejidos y partes del cuerpo de un bebé abortado, entran en un conflicto total con la ley moral; su objeto es el mal. Estos actos nunca se pueden realizar en ninguna circunstancia, y es un pecado grave respaldar o promoverlos deliberadamente.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica también deja perfectamente claro que un acto intrínsecamente malo no puede justificarse simplemente porque la persona que lo realiza pretendía que saliera bien o por las circunstancias que rodeaban el caso.

 

“Hay actos que en y por sí mismos, independientemente de las circunstancias e intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; como la blasfemia y el perjurio, el asesinato y el adulterio. No se puede hacer el mal para que de ello resulte un bien”. ─ Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1756.

 

La gravedad del aborto se propaga hacia afuera, infectando nuestras sociedades y culturas. Y la industria antivida agota tremendos recursos y propaganda para negar la humanidad del bebé no nacido y ocultar la verdad de la luz. Se ha desarrollado una industria espantosa debido al aborto: la investigación y la experimentación médica y farmacéutica y el desarrollo de productos de consumo [3]. Es el uso utilitario de personas en una empresa sofisticada, no visible para el ojo humano, pero eso es lo que debemos poner al descubierto, denunciar y terminar. La investigación para salvar vidas y beneficiar debe preservar la dignidad humana, no explotarla para beneficio y lucro propios. La vida humana es sagrada, no una mercancía manufacturada. Los fines malos nunca justifican los medios [4].

 

Necesitamos unirnos y protestar por la injusticia y la maldad del aborto, así como por su macabra industria. Además, debemos exigir que los científicos universitarios, gubernamentales e industriales dejen de explotar a los niños abortados y de usar sus restos en cualquier investigación.

 

Necesidad de oración y reparación

 

No podemos pretender creer que una fuerza humana por sí sola echará fuera la oscuridad del aborto y su repulsiva industria y romperá el control que ejerce la “cultura” de la muerte, penetrando profundamente en nuestro mundo y en las mentes y corazones de las personas. Para derrotar al mal y contrarrestar la “cultura” de la muerte, debemos doblar nuestras rodillas en oración, hacer penitencia y ofrecer reparación.

 

Después de mucha oración, reflexión y deseo de llamar más la atención sobre la difícil situación de los no nacidos, Vida Humana Internacional inaugura “Un Día de oración y reparación por la matanza y el abuso de los niños no nacidos”. Este evento se llevará a cabo anualmente en la Fiesta de la Visitación de Nuestra Señora, el 31 de mayo. Pido a todos los activistas provida y demás personas de buena voluntad, en todos los niveles de la sociedad civil y eclesial en que se encuentren, que se unan a mí y a la familia global de Vida Humana Internacional para orar y hacer actos de reparación.

 

A través de este acto de oración y reparación, al igual que Nuestra Santísima Madre cuando dio a luz a Jesús, hacemos presente ante el mundo con toda su claridad a Nuestro Señor Jesucristo, y, por lo tanto, la maravilla de cada niño por nacer escondido a la vista en el útero de su respectiva madre.

 

Cuando el Arcángel Gabriel se apareció a Nuestra Señora durante la Anunciación, le informó que su prima Isabel estaba encinta. Con gran urgencia, María viajó a la casa de Santa Isabel, para cuidarla hasta que nació su hijo, Juan el Bautista. Aunque el Divino Niño ya había sido concebido en el vientre de la Virgen, ella no se lo había dicho a nadie. Santa Isabel, sin embargo, reconoció que el Niño Jesús estaba en el vientre de María y saludó a Nuestra Señora diciendo: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lucas 1:42). Y cuando María respondió, Juan el Bautista escuchó la voz de Nuestra Señora, fue santificado por ella y saltó de alegría dentro del vientre de Santa Isabel.

 

El joven Juan Bautista saltó de alegría al encontrarse por primera vez con Cristo que, en el vientre de Nuestra Señora, atrae al mundo entero hacia Él, incluso antes de Su nacimiento.

 

No solo hay una profunda alegría en el encuentro entre Santa Isabel y María Santísima, sino que hay un profundo sentido de la realidad de la humanidad. El encuentro entre las dos mujeres es de hecho un encuentro de cuatro personas, aunque San Juan Bautista y el Divino Niño estuviesen ocultos a la vista dentro de los vientres de sus mamás. El Evangelio nos recuerda la verdad fundamental de la dignidad de toda vida humana. Por eso Vida Humana Internacional ha elegido la Visitación de Nuestra Señora para inaugurar el Día de Reparación.

 

Los crímenes contra la vida humana, especialmente contra la humanidad del bebé por nacer, nunca cesarán a menos que exijamos su fin, su fin total e inequívoco. Esta es la hora de solidarizarse con los no nacidos. Unámonos en este esfuerzo, dando testimonio de la Verdad.

 

En las próximas semanas previas al 31 de mayo, visite el sitio web de Vida Humana Internacional para obtener detalles sobre el Día de Reparación. La oración estará disponible en inglés, español, italiano, francés y alemán. Está en formato PDF, por lo que se puede descargar, copiar y distribuir.

 

Unámonos a través de este acto de oración y reparación, uniéndonos en solidaridad contra el mal del aborto y su industria de tráfico de muerte. Con la gracia de Dios, pondremos fin a estos crímenes contra la dignidad humana e inauguraremos una Cultura de la Vida.

 

Vida Humana Internacional agradece a José Antonio Zunino la traducción de este artículo.

 

Notas:

[1]. Letter from a Birmingham Jail [King, Jr.] (upenn.edu).

[2]. Mother Teresa at the National Prayer Breakfast | EWTN.

[3]. Stop the Industry of Death and Exploitation | Human Life International (hli.org).

[4]. Products That Use Aborted Fetuses [with Downloadable List] (hli.org).