En realidad la “cultura” de la muerte comenzó cuando, en el umbral mismo de la historia, Satanás engañó al hombre y éste, por su propia voluntad, cayó en el pecado [1]. La “cultura” de la muerte se ha extendido por toda la historia de la humanidad. Sin embargo, ha sido en los últimos tres siglos que esta “cultura” de la muerte ha asumido unas características sin precedentes.

¿Y qué es lo nuevo de esta “cultura” de la muerte? El Papa responde diciendo: “Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y –podría decirse– aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias” [2].

El Papa aquí nos dice que la nueva forma que ha asumido la “cultura” de la muerte es inédita (es decir, nueva, no tiene precedentes en la historia) y aún más inicua (es decir, peor que antes). Ello se debe, explica el Santo Padre, a que el progreso científico y tecnológico de los últimos tiempos, que por una parte es una bendición de Dios por todo el bien que hace, por otra, sin embargo, en manos de gente mala, ha sido utilizado para hacer el mal y para hacerlo a gran escala, como nunca antes.

Pero ello no es lo peor. San Juan Pablo II explica que lo inédito, lo nuevo, de esta “cultura” de la muerte, es el hecho de que gran parte de la sociedad la justifica en nombre de una falsa libertad individual y que incluso ha logrado, en muchos países, que el gobierno la legalice y que un gran sector de la comunidad médica la practique.

El aborto y la eutanasia son los dos ejemplos más tristes de esta situación que describe el Papa. Ya no se trata principalmente de una matanza de seres inocentes por medio de guerras y atropellos bélicos, sino de una silenciosa y sutil, pero más aún nefasta destrucción de la vida humana, que cuenta incluso con la aprobación de un gran sector de la sociedad, con el amparo de la ley y que es perpetrada precisamente por algunos de aquellos que se supone sean los primeros defensores de la vida: los médicos y demás profesionales de la salud [3].

Por todo ello es que en este resumen histórico de la “cultura” de la muerte nos vamos a concentrar principalmente en el siglo que acaba de terminar y en el que apenas ha comenzado, aunque sin olvidarnos de señalar las raíces ideológicas de dicha “cultura” de la muerte en los siglos anteriores.

En la época moderna, la “cultura” de la muerte comenzó con el pensamiento de Thomas Robert Malthus (1766-1834). Malthus fue un clérigo y también, a veces, profesor de economía política, que sostenía la errónea teoría de que había que controlar el crecimiento de la población, especialmente de “las clases inferiores de la sociedad”, ya que el mismo era mayor que la producción de los alimentos. [4].

Luego, a finales del siglo XIX, surgió en Europa el movimiento a favor de la eugenesia, hija de Malthus y del darwinismo (evolucionismo, la supervivencia del más fuerte) [5]. Podemos definir la eugenesia como “el estudio y el empleo de métodos que han sido diseñados para mejorar las carácterísticas genéticas de la raza humana por medio del control de la reproducción de los individuos” [6].

En Gran Bretaña, un primo de Darwin, Sir Francis Galton, introdujo el concepto de la eugenesia como una ciencia. Galton y los demás proponentes de la eugenesia planteaban que muchos de los males de la humanidad eran producto de las taras hereditarias. Galton incluso llegó a proponer que la evolución natural de la raza humana estaba siendo obstaculizada por la ayuda a las clases “indeseables” de la población. De esa manera surgió el concepto de la “selección artificial” de la población. La propuesta de la “selección artificial” comenzó con el concepto de negar ayuda a las clases “inferiores” e incluso impedir que se reprodujeran [7], para que así fueran desapareciendo, y eventualmente desembocó en los modernos métodos de anticoncepción y aborto, como veremos más adelante.

Esta torcida e inhumana mentalidad influyó en la transición del concepto de la dignidad intrínseca de la persona humana, como fundamento de la ética, a la ideología de la “calidad” de vida de la persona humana, como principio determinante para valorar al ser humano. En 1920, se publicó en Alemania un libro titulado Die Freigabe der Vernichtung Lebensumwertern Lebens (“La exoneración de la destrucción de la vida carente de valor”), del psiquiatra Alfred Hoche y del jurista Karl Binding. La idea de que existen personas cuyas vidas “carecen de valor” –por causa de enfermedad, limitaciones físicas o mentales, sufrimiento, vejez, etc.– influyó en los programas eutanásicos que no pocos de los mismos médicos llevaron a cabo en ciertos hospitales mentales. Luego en los de eliminación de los judíos y de otras personas por parte de los nazis [8].

Es importante destacar que esta ideología perversa ya existía antes de que los infames nazis controlaran el poder en Alemania. Las ideas tienen consecuencias.

Notas:

[1]. Véase Génesis 3:1-7.

[2]. El Evangelio de la Vida, núm. 12.

[3]. Ibíd., núm. 11.

[4]. Brian Clowes, The Facts of Life. Versión en CD. Human Life International: Front Royal, EEUU, 2014, capítulo 24, pág. 5.

[5]. Ibíd., pág. 6.

[6]. Ibíd., pág. 5.

[7]. Ibíd., pág. 6-7.

[8]. Ibíd., pág. 10, Tabla 24-4, pág. 3.

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