Algunas personas acusan a la Iglesia Católica de ser “cruel” con las mujeres que abortan, porque ha decretado  su excomunión. ¿Qué les podemos responder?

La Iglesia Católica no es “cruel” con nadie; al contrario, trata der ser buena con todos. En el caso de la ex comunión por un aborto directamente provocado, la Iglesia enseña lo siguiente:

“La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. ‘Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae senteniae’ (Código de Derecho Canónico, 1398), es decir, ‘de modo que incurre ipso facto en ella [automáticamente, sin necesidad de una expresa intervención eclesiástica] quien comete el delito’ (Ibíd., 1314), en las condiciones previstas por el Derecho”.

Para que de hecho se dé la excomunión, el aborto tiene que haberse producido y las personas involucradas voluntariamente en su comisión tienen que saber que la Iglesia enseña que el aborto es un delito grave y que es objeto de excomunión. Las personas involucradas culpablemente son las que aconsejaron el aborto, o callaron cuando debieron hablar en defensa de la vida, las que lo facilitaron (condujeron a la mujer al sitio abortivo, pagaron por el aborto, etc.), las que lo practicaron (el médico, las enfermeras, el personal del centro de abortos), y la propia madre.

Ahora bien, ocurre no pocas veces que la mujer embarazada desconoce la doctrina moral y canónica de la Iglesia o es presionada, tristemente, hasta por su propia familia, esposo o novio, o amistades. En esos casos, la mujer experimenta un temor tan grande que nubla totalmente su entendimiento. Cuando ello ocurre, sobre todo cuando la madre es una menor de edad, puede ser que la responsabilidad sea menor o ninguna, en cuyo caso no hubo excomunión e, incluso, puede ser que no haya habido un pecado mortal. Claro, cada caso amerita un análisis particular. Aquí sólo podemos expresar suposiciones basadas en la doctrina de la Iglesia.

De todas maneras, el propósito de la excomunión no es ponerles límites ni al amor ni a la misericordia de Dios, sino todo lo contrario. El objetivo es despertar la conciencia de los fieles ante la gravedad del aborto y protegerlos de caer en este pecado o de permanecer en él. Por ello, el pasaje del Catecismo apenas citado arriba continúa diciendo: “Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad”.

Fuente: Catecismo, no. 2272.