Los que están a favor de la eutanasia y del suicidio asistido dicen que el argumento provida del uso de analgésicos es hipócrita, porque es el mismo acto de dar una medicina que en definitiva puede matar al enfermo. Estas personas creen que lo único relevante es el resultado. Creen que en ambos casos la intención en realidad es la misma.
Pero eso no es verdad. No se trata sólo de la buena intención, sino de proporcionar al enfermo una dosis adecuada a su dolor. Muchas veces la eutanasia ocurre cuando los médicos partidarios de ella proporcionan dosis que ellos saben matarán de seguro al enfermo. Pero cuando un médico provida proporciona un analgésico para aliviar el dolor, pero que al mismo tiempo puede acelerar la muerte, lo hace con la dosis adecuada y porque hay razones serias de por medio (véase el próximo artículo). En esos casos no hay ninguna razón para llamarle a ese acto “eutanasia”. Está claro que no es una hipocresía, sino que se hizo lo mejor que se pudo en una situación difícil. Está claro también que si el médico provida tuviera a su disposición un analgésico mejor, uno que no tuviera el efecto mencionado, utilizara ése y no otro. El problema muchas veces es que muchos médicos no han sido entrenados adecuadamente en el tratamiento paliativo y por eso es que se cree que no hay alternativas.
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