La Iglesia enseña que “debe quedar bien claro que un cristiano no puede jamás conformarse a una ley inmoral en sí misma; tal es el caso de la ley que admitiera en principio la licitud del aborto. Un cristiano no puede ni participar en una campaña de opinión en favor de semejante ley, ni darle su voto, ni colaborar en su aplicación” [1].

En realidad esta enseñanza aplica a todas las personas y no sólo a los católicos. Sin embargo, es evidente que los políticos, y sobre todo los políticos católicos, tienen aún mayor responsabilidad. Por lo tanto, si no se debe votar por leyes proaborto, mucho menos se podrá votar por candidatos proaborto, ya que los candidatos, al ser elegidos, son los que, de una manera u otra, tienen potestad respecto de las leyes.

Este grave deber de no votar a favor de leyes proaborto, incluye también el deber de no votar por leyes que niegan el derecho a la objeción de conciencia de los que no quieren cooperar de ninguna manera con la práctica del aborto. “Es, por ejemplo, inadmisible que médicos o enfermeros se vean en la obligación de prestar cooperación inmediata a los abortos y tengan que elegir entre la ley cristiana y su situación profesional” [1].

Es cierto que el aborto no es el único problema que existe. Sin embargo, la Iglesia enseña que “el primer derecho de una persona humana es su vida. Ella tiene otros bienes y algunos de ellos son más preciosos; pero aquél es el fundamental, condición para todos los demás. Por esto debe ser protegido más que ningún otro” [2]. El aborto es un grave mal intrínseco y como tal su prohibición no admite excepciones. Hay otros problemas de la sociedad que admiten diferentes soluciones legítimas y donde puede haber una legítima diversidad de opinión respecto de dichas soluciones: la justicia social, la educación, la salud, la inmigración [3].

En la actualidad, el aborto es el crimen que más vidas inocentes destruye. Cada año en el mundo, el aborto quirúrgico mata entre 36 y 53 millones de personas no nacidas [4]. En todas las guerras juntas no se ha matado a tanta gente. Y en EEUU, la cifra es de 1.1 millones [5].

Los obispos de EEUU han reiterado esta verdad en su Plan pastoral para las actividades provida, diciendo: “Entre los importantes temas en torno a la dignidad de la vida humana que preocupan a la Iglesia, el aborto necesariamente ocupa un lugar central. El aborto, la matanza directa de un ser humano inocente, siempre es gravemente inmoral (El Evangelio de la Vida, no. 57); sus víctimas son los miembros más vulnerables e inocentes de la familia humana. Es imperativo que los que son llamados a servir a los más pequeños entre nosotros le den urgente atención y prioridad a este asunto de justicia” [6].

No se trata entonces de excluir los demás temas, sino de priorizar los temas, y el más grave y frecuente es el aborto. Por consiguiente, no importa qué postura tenga un candidato sobre los demás temas, su posición a favor del aborto lo descalifica automáticamente. Por ello, la Iglesia enseña que “No todos los asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a los criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia” [3].

La única ocasión en que se puede votar por un candidato proaborto es cuando el oponente es peor en este mismo asunto y no hay un tercero provida con posibilidad alguna de ganar la elección. Es lo que en lenguaje moral se llama “razón proporcionalmente grave”. Al respecto, la Iglesia enseña que “Un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia. Cuando un católico no comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un candidato, pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es considerado una cooperación material remota que sólo puede ser admitida ante la presencia de razones proporcionalmente graves” [3].

De esta enseñanza claramente se deduce que el votar por un candidato proaborto, sabiendo que lo es, no habiendo una razón proporcionalmente grave, y conociendo lo que dice la Iglesia al respecto, constituye un pecado mortal, aunque se alegue que se está votando por “otras razones”. En ese estado no se debe comulgar, sin antes haberse confesado de ese pecado y haciendo lo posible por reparar el mal ejemplo causado a otros por esa malísima conducta.

Notas:

[1]. Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Declaración sobre el aborto provocado, 18 de noviembre de 1974, no. 22.

[2]. Ibíd. No. 11.

[3]. Carta del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la CDF (Papa Emérito Benedicto XVI), al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington, con ocasión de la asamblea de la Conferencia de los Obispos Católicos de EEUU, celebrada en Denver, EEUU, del 14 al 19 de abril de 2004.

[4]. Véase Henshaw, Family Planning Perspectives, 1990, 22:76-89. La cifra dada en esta fuente se mantiene hasta el día de hoy.

[5]. Véase Alan Guttmacher Institute, Facts of Induced Abortion in the United States, July 2014, http://www.guttmacher.org/pubs/fb_induced_abortion.pdf.

[6]. Véase United States Conference of Catholic Bishops, Pastoral Plan for Pro-Life Activities: A Campaign in Support of Life, 2011, pág. 1, http://www.usccb.org/about/pro-life-activities/pastoral-plan-prolife-activities.cfm.