Más del 40% de los nacimientos anuales del mundo ocurre en países donde una niña tiene muchas menos probabilidades de nacer que un niño. Durante más de 30 años, se ha estado usando el eufemismo “preferencia por el varón” en sociedades donde es común realizar ecografías, con el objeto de saber si la criatura por nacer es una niña para entonces abortarla. Este feminicidio silencioso ha creado una crisis demográfica en el mundo contemporáneo. ¿Cómo es posible que “100 millones de niñas que no están”, un titular reciente en el Boston Globe, pueda ocurrir sin que ninguna importante institución u organización mundial se haya movilizado para luchar contra ello?
Amartya Sen, el economista de la India ganador del Premio Nóbel, levantó la voz de alarma acerca de la ausencia de mujeres en un controversial artículo publicado en el New York Review of Books en 1990. El Sr. Sen comenzó con la simple observación de que tiene que haber una mortífera discriminación contra las mujeres, porque el promedio de longevidad de las mujeres es varios años superior al de los hombres; sin embargo, las mujeres son minoría en las poblaciones de muchos países. En un artículo publicado en el 2003 en la British Medical Journal, que enfatizaba el rol de los abortos por selección del sexo, Sen confesó no haberse dando cuenta de que el principal factor de la ausencia de mujeres era la discriminación contra ellas antes del nacimiento más que después de él.
Aún antes, la filósofa Mary Anne Warren publicó, en 1985, Gendercide: The Implications of Sex Selection (“Génerocidio: Las implicaciones de la selección del sexo”, traducción libre). Este nuevo término, acuñado por la Sra. Warren, se derivó de la palabra “genocidio”, pero con la distinción de que las matanzas tienen por blanco a uno de los dos sexos. Increíblemente, para una persona explícitamente alarmada acerca de las masacres basadas en el género, la opinión de la Sra. Warren es que “existe un mayor peligro de que la prohibición legal de la selección del sexo pondría en peligro otros aspectos de la libertad reproductiva de las mujeres”. Su postura extremista a favor del “derecho” al aborto la hace incapaz de defender las vidas de las mujeres por nacer que no son deseadas, y no es la única entre las feministas proaborto.
En el 2007, se propuso una resolución condenando el aborto por selección del sexo en la reunión anual de la Comisión de la ONU sobre el Status de la Mujer. La resolución contaba con un amplio apoyo y evidentemente estaba enfrentando el problema de la discriminación contra las mujeres. Imagínense mi sorpresa y la de muchas otras personas, cuando las poderosas organizaciones no gubernamentales (ONG) para los derechos de las mujeres ante la ONU, cabildearon duramente y con éxito hasta impedir su aprobación, cosa que lograron con la ayuda de sus aliados en la Unión Europea y de China. El principal “argumento” de las feministas proaborto en los pasillos de la ONU, era que esta resolución era una “movida táctica” de los cabilderos provida ante la ONU y que el “derecho” al aborto no podía ser limitado de ninguna manera.
Muchos estarían de acuerdo con que ningún movimiento social puede sobrevivir a largo plazo si existe una traición fundamental contra la razón de su existencia. El motivo del feminismo es luchar contra la discriminación de las mujeres. Por lo tanto, es una increíble hipocresía el que grupos y líderes influyentes de un movimiento digan que defienden el “derecho” de las mujeres a elegir el aborto sin límites, por encima de luchar para salvar a millones de niñas por nacer que son el blanco de la muerte todos los años por el único “crimen” de ser mujer.
Mucha gente apenas está despertando ante el génerocidio de toda una generación de mujeres en Asia. Pero cuando comiencen a hacer preguntas difíciles acerca de cómo ello se ha permitido, al “feminismo” institucionalizado se le hará más difícil todavía dar una explicación de su forma de actuar.
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