Algunos que profesan ser “católicos” pero que realidad son pro aborto, como las “Católicas por el Derecho a Decidir”, dicen que la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto ha cambiado. Se equivocan rotundamente. “La tradición de la Iglesia ha sostenido siempre que la vida humana debe ser protegida y favorecida desde su comienzo, como en las diversas etapas de su desarrollo. Oponiéndose a las costumbres del mundo greco-romano, la Iglesia de los primeros siglos ha insistido sobre la distancia que separa en este punto tales costumbres de las costumbres cristianas [1].

“A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus Pastores, sus Doctores, han enseñado la misma doctrina, sin que las diversas opiniones acerca del momento de la infusión del alma espiritual hayan suscitado duda sobre la ilegitimidad del aborto. Es verdad que, cuando en la edad media era general la opinión de que el alma espiritual no estaba presente sino después de las primeras semanas, se hizo distinción en cuanto a la especie del pecado y a la gravedad de las sanciones penales; autores dignos de consideración admitieron, para este primer período, soluciones casuísticas más amplias, que rechazaban para los períodos siguientes. Pero nunca se negó entonces que el aborto provocado, incluso en los primeros días, fuera objetivamente una falta grave. Esta condena fue de hecho unánime [1].

“En nuestros días, los últimos Pontífices Romanos han proclamado con la máxima claridad la misma doctrina… El Concilio Vaticano II (1962-1965), presidido por Pablo VI, ha condenado muy severamente el aborto: ‘La vida desde su concepción debe ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables’” [1].

San Juan Pablo II, en su Encíclia “El Evangelio de la Vida” (25 de marzo de 1995), emitió la siguiente declaración solemne:

“Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos, que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la  Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal” [2].

Notas:

[1]. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre el aborto provocado, 18 de noviembre de 1974, nos. 6 y 7. Véase Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 1965, no. 27.

[2]. San Juan Pablo II, Encíclica El Evangelio de la Vida, 25 de marzo de 1995, no. 62.