Padre Shenan J. Boquet

Presidente

Human Life International

 

Noviembre de 2018

 

Introducción

 

Las personas que defienden la vida ante la eutanasia han estado señalando durante mucho tiempo que dondequiera que este crimen es legalizado, poco después sus “estrictos límites” se derrumban o son deliberadamente pasados por alto. Esos falsos “estrictos límites” siempre son anunciados con bombos y platillos por los activistas en pro de la eutanasia y los políticos antivida que los apoyan. Ambos engañan al público diciendo que la eutanasia sólo será practicada en casos “muy extremos”. Pero no hay ningún caso “muy extremo” cuando se trata de un crimen contra la humanidad, de un acto intrínsecamente grave.

 

Esa es la tergiversada “lógica” de la “cultura” de la muerte. Una vez que se permite la matanza del inocente como si fuese una “solución” aceptable a cierto problema, no hay nada que detenga el uso de la muerte para “resolver” una siempre expansiva gama de problemas. De hecho, la tentación de recurrir a la muerte para “solucionar” problemas se hace muy aguda. Matar, después de todo es relativamente fácil; mientras que resolver el problema de cómo atender y cuidar adecuadamente a personas enfermas o que sufren dolor es bastante difícil y costoso.

 

“La eutanasia es una falsa solución al drama del sufrimiento, una solución indigna del hombre. La verdadera respuesta no puede ser, de hecho, el causar la muerte, aunque ésta sea ‘amable’, sino el dar testimonio del amor que nos ayuda a enfrentar el dolor y la agonía de manera verdaderamente humana” – Papa Emérito Benedicto XVI, 1 de febrero de 2009.

 

El patrón de conducta está claro en países como Bélgica y Holanda. Primero legalizaron la eutanasia para casos “extremos” de adultos que sufrían enfermedades incurables. Pero no pasó mucho tiempo cuando ya estaban matando por medio de la eutanasia a bebés recién nacidos con enfermedades graves, como la espina bífida; a pacientes sin su consentimiento (no es que el consentimiento justifique este acto homicida, pero la falta del mismo lo convierte en más grave aún) y a pacientes que sufren enfermedades mentales, como la depresión. También pasaron por alto completamente los reglamentos que exigen que los médicos reporten los casos de eutanasia. De esa manera se ha hecho imposible saber si a un paciente lo han matado legalmente por medio de la eutanasia o fuera de la ley que permite este tipo de asesinatos.

En Holanda, los médicos están matando por medio de la eutanasia a algunos pacientes simplemente porque los mismos dicen que “están cansados de vivir”. No están enfermos ni se están muriendo, simplemente quieren morir. En vez de ayudarlos, los médicos están dispuestos a suministrarles una inyección letal. Hubo un caso en el cual mataron a una mujer de 47 años de edad, simplemente porque sufría de tinnitus, una condición a causa de la cual la persona escucha un persistente timbre en sus oídos. La “clínica” donde mataron a la mujer aplicándole la eutanasia recibió una “reprimenda” porque los médicos no habían realizado una investigación completa para saber si había tratamientos que pudiesen ayudar a esta mujer a superar su problema. Es posible que exista, pero ahora ella nunca lo sabrá.

 

Nuevos y horribles acontecimientos en Canadá

 

Mucha gente estaría de acuerdo con que los abusos que denunciamos anteriormente son horribles. Pero, sorprendentemente, pocos los conocen y menos aún hablarían en contra de ellos. Los crímenes de la eutanasia reciben muy poca atención por parte de los medios. Y cuando ello ocurre, son presentados en nuevos artículos en forma de datos estadísticos. Como dijo Stalin: “Una muerte es una tragedia; un millón de muertes es solo un dato estadístico”.

 

Sin embargo, es posible que un reciente acontecimiento en Canadá sea lo suficientemente perturbador como para hacer despertar a algunas personas ante lo que se espera una vez que la eutanasia ha sido legalizada.

 

El acontecimiento es resumido de manera horripilante en la primera oración de un artículo que fue publicado en varios periódicos católicos: “En una prestigiosa revista de medicina, ciertos médicos de un hospital infantil de Toronto han presentado directrices y procedimientos para suministrar a niños la muerte asistida por médicos, incluyendo situaciones en las que los padres no serían informados sino hasta después de la muerte”.

 

El artículo continúa: “El Consejo Canadiense de Academias está considerando extender la mal llamada muerte asistida por médicos a pacientes menores de 18 años, pacientes psiquiátricos y pacientes que han expresado su preferencia por la eutanasia antes de volverse incapacitados mentalmente a causa del Alzheimer u otras enfermedades”.

 

Desde luego, en estos momentos matar a pacientes que sufren Alzheimer u otros problemas psiquiátricos muy lamentablemente ya se ha convertido en algo rutinario. Pero, ¿matar a niños sin que ni siquiera los padres lo sepan? Eso es algo que no he escuchado antes. ¿Cómo es posible que estos “prestigiosos” médicos que escriben en esta “prestigiosa” revista y que trabajan en ese “prestigioso” hospital infantil justifiquen esa idea tan terrible?

 

Bueno, pues se dedican a explicar, con lógica “impecable”, que ahora la eutanasia es legal en Canadá y que eso convierte a la eutanasia en otra “forma de atención a la salud”. Canadá ya permite a menores de edad mentalmente competentes tomar ciertas decisiones acerca del cuidado de la salud sin el conocimiento o consentimiento de sus padres, incluyendo la decisión de descontinuar la atención extraordinaria a la salud que es considerada inútil. Si vamos a ser coherentes, entonces necesitamos considerar el permitir a estos menores de edad el también tomar decisiones acerca de la eutanasia. Como dijeron los propios médicos en cuestión: “Si consideramos la ayuda a morir por parte de médicos [MAID, por sus siglas en inglés] como algo práctica y moralmente equivalente a otras decisiones médicas que terminan con la vida, entonces la confidencialidad en relación con MAID debe ser administrada de la misma manera”.

 

He ahí en resumen la “lógica” de la “cultura” de la muerte. Si (¡y cuán grande es ese “si” condicional!) aceptamos que matar directamente a la gente es “práctica y moralmente equivalente” a otras formas de atención a la salud, entonces todas las cosas que la gente históricamente han considerado evidentemente malas por sí mismas se convierten rápidamente en “justificables” – como es el caso de médicos que matan niños y que los matan sin ni siquiera decírselo a sus padres.

 

La conexión entre el aborto y la eutanasia

 

A menudo, aún la gente provida no ve la conexión entre el aborto y la eutanasia. Pero se trata de una conexión muy profunda.

 

La eutanasia siempre ha sido presentada al público como si fuese un acto de “compasión”, una manera de aliviar el sufrimiento insoportable de los enfermos durante los últimos días de sus vidas. A las personas que no han reflexionado lo suficiente acerca de este tema, ese tipo de argumento les parece plausible, especialmente al que ha estado junto al lecho de muerte de un ser querido que sufre una dolorosa enfermedad. La eutanasia en esos casos les parece un acto “humanitario”.

 

Lo mismo pasa con el aborto. Los activistas proaborto se centran en los casos extremos: violación, incesto o embarazos de alto riesgo. De hecho, la mujer que fue la famosa “Roe” en el caso Roe v. Wade que legalizó el aborto en todo EEUU, Norma McCorvey, luego confesó que había mentido cuando dijo que había sido violada. Pero la violación se convirtió en un relato convincente para el Tribunal Supremo. Hizo lucir el aborto como un acto “humanitario”.

 

En ambos casos, el aborto y la eutanasia, se supone que matar es solo el “último recurso”. Una “solución” extrema para un caso extremo. Pero, como ya sabemos, eso no fue lo que pasó. Tan pronto como se legalizó el aborto se abrieron las compuertas del diluvio. Ahora, los abortos por motivos de violación o incesto son solo una ínfima minoría de todos los abortos. [El aborto, al igual que la eutanasia, es un grave mal en cualquier caso, pero el punto aquí establecido es muy significativo.] La inmensa mayoría de los abortos se cometen por “razones socio-económicas”. La misma McCorvey lamentó después, cuando se convirtió en provida, que los abogados que la convencieron para que presentara su caso nunca le dijeron que lo que estaba firmando haría que 15 o 20 años después muchas mujeres le dijeran: “Gracias por permitirme tener cinco o seis abortos. Sin usted, no hubiera sido posible”. Sarah, una de las abogadas, nunca le dijo que muchas mujeres recurrirían al aborto como una forma de control de la natalidad.

 

Cuando la eutanasia fue legalizada en Canadá en 2016, a los canadienses les dijeron que ésta sería aplicada solamente a los pacientes “terminales”. Apenas dos años después, ahora les están diciendo que quizás tendrán que aceptar que la eutanasia sea aplicada a sus propios hijos o a los pacientes con enfermedades mentales que no se están muriendo. Probablemente habrá muy poca muestra de indignación. Ya los canadienses han sido condicionados a aceptar la muerte como “solución”.

 

Matar es fácil; atender a los enfermos y moribundos exige esfuerzo y dedicación

 

La eutanasia y el aborto son las dos caras de una misma moneda. Una vez que se aceptó el aborto como “solución” a los problemas al comienzo de la vida, fue cuestión de tiempo para que se aceptara el crimen de la eutanasia como “solución” a los problemas al final de la vida.

 

Después de todo, matar es fácil; atender a los enfermos y moribundos exige esfuerzo y dedicación.

 

Es fácil para un hombre tener relaciones con su “amante” por unos cuantos cientos de dólares y luego decirle que aborte al bebé que fue concebido como resultado de un momento de placer egoísta. Pero no es fácil para ese mismo hombre el asumir la responsabilidad que le corresponde por sus acciones. Es fácil para un sistema nacional de “salud” o para una compañía de seguro de “salud” ahorrar dinero presionando a un paciente que sufre de demencia a que opte por la eutanasia. Pero no es fácil para ese mismo sistema o compañía invertir recursos en la investigación del cuidado paliativo que puede aliviar el sufrimiento, al mismo tiempo que respeta la dignidad de cada uno de sus pacientes.

 

Resulta que en no pocas ocasiones la ley de la naturaleza consiste en que lo difícil es lo correcto; mientras que lo fácil es lo inicuo. Una de las razones por la que tenemos leyes contra el crimen es para virar de cabeza esa ley de la naturaleza, protegiendo el bien común por medio de la creación de incentivos para hacer el bien y de castigos para evitar el mal. Es fácil robar un banco y pasarse el resto de la vida viviendo cómodamente. Pero es duro pasarse el resto de la vida o un montón de años en una prisión debido a las leyes que castigan ese crimen. El robo de bancos es considerado un crimen tan grave, que nadie en su sano juicio consideraría legalizarlo en “casos extremos”. La razón de ello es evidente: envía el mensaje de que el robo de bancos es una “solución” inaceptable a nuestros problemas. Ese crimen derrumba un crucial muro social y fomenta el caos en la sociedad.

Hay algo que las pasadas décadas han demostrado hasta la saciedad. Se trata de que cuando una sociedad permite bajo la ley matar como “solución” en los “casos extremos”, es imposible contener la matanza en esos casos. No es que esté bien en esos casos, matar directamente al inocente nunca es permisible. Pero el punto es que cuando se comienza matando legalmente en los así llamados “casos extremos” se termina matando en muchos otros casos. Al permitir legalmente el matar en los “casos extremos” se retiran los incentivos en contra de matar en otros casos. Se retira el muro del dique y la inundación viene poco después. Eventualmente, la sociedad se vuelve incapaz de defender a los más vulnerables y maltratados.

 

La “cultura” de la muerte tiene una especie de “lógica” interna. La muerte conduce a más muertes. Lo que está ocurriendo en Canadá ahora mismo no es simplemente una característica de ese país. Es un problema universal – es un problema humano. Va a tener repercusiones en EEUU y más allá de ese país.

 

Estar de acuerdo con la eutanasia y su mentalidad equivale a afirmar que, dependiendo de las circunstancias, algunos seres humanos no son dignos de vivir y deben ser eliminados. Esta infame visión debería evocar asco y la urgente necesidad de repudiarla con la mayor contundencia posible. La vida humana, en todas sus etapas, es sagrada y nadie tiene el derecho de disponer de ella a voluntad. Cada persona, no importa las circunstancias, posee una dignidad inalienable e inmutable que debe ser defendida, especialmente la de aquellos que no se pueden defender. Si el silencio y la indiferencia permanecen ante esta grave amenaza, el mal aumentará, muchas vidas inocentes serán destruidas y la conciencia colectiva se hará aún más insensible, incapaz de distinguir entre el bien y el mal.

 

Debemos alzar nuestra voz

 

Estoy convencido de que nuestra respuesta y nuestra acción ante esta ideología antivida ha sido resumida de la mejor manera posible por San Juan Pablo II en su carta a los obispos del 19 de mayo de 1991, titulada “La Iglesia debe proclamar el Evangelio de la Vida”. Aunque la carta está dirigida específicamente a los obispos, aplica también al resto de nosotros los católicos y a las personas de buena voluntad, a quienes Dios ha llamado a participar en una Gran Campaña por la Vida:

 

“Una fuente de particular preocupación, sin embargo, es el hecho de que la conciencia de la gente parece estar temerosamente confundida y les resulta cada vez más difícil percibir la clara y definitiva distinción entre el bien y el mal en asuntos que tienen que ver con el valor fundamental de la vida humana.

 

“Por más grave y perturbador que sea la destrucción a gran escala de tantas vidas humanas inocentes, tanto en el seno materno como en la vejez o la enfermedad, no menos grave y perturbadora es la creciente insensibilidad en la conciencia colectiva ante esta realidad. Las leyes y las ordenanzas civiles no solamente reflejan esta confusión, sino que además contribuyen a la misma. Cuando un organismo legislativo aprueba leyes que autorizan la matanza de gente inocente y los estados permiten que sus recursos y estructuras sean utilizados para la ejecución de estos crímenes, las conciencias de las personas, a menudo pobremente formadas, son con más facilidad conducidas al error.

 

“Para poder romper con este círculo vicioso, es más urgente que nunca que reafirmemos con más fuerza que nunca nuestra doctrina común, la cual se funda en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición, en relación con la inviolabilidad de la vida humana inocente. Además, debemos animar a que tenga lugar una reflexión científica y unas iniciativas legislativas y políticas que contrarresten la presente ‘mentalidad de muerte’. A través de una acción coordinada de todos los obispos y de un renovado compromiso pastoral, la Iglesia intenta contribuir por medio de la civilización de la verdad y del amor, al establecimiento de una cada vez más plena y fundamental ‘Cultura de Vida’, la cual constituye el requisito esencial para la humanización de nuestra sociedad”.

 

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