En la naturaleza existe un orden que podemos experimentar y que tiene una realidad objetiva externa a nosotros. Ese orden lo conocemos por intermedio de nuestra experiencia y el razonamiento que nos lleva a comprender sus leyes y reglas. Esto también nos lleva a conocer al Autor de ese orden. Ahora bien, como demuestra Santo Tomas de Aquino, si bien podemos conocer ese orden por nuestras potencias intelectuales, su existencia también nos es revelada debido a nuestras propias limitaciones. No estamos en condiciones de cambiar ese orden de la naturaleza y por lo tanto debemos vivir en conformidad con él. Ese orden responde a la voluntad de un Creador omnisciente y pleno de amor que crea al inicio al hombre y la mujer. Sobre la existencia de esa naturaleza dada por el Creador se fundan los verdaderos derechos humanos.

En el ejercicio de nuestra libertad tenemos el derecho y el deber de vivir en conformidad con esa naturaleza. En la medida que vivamos de acuerdo a nuestra naturaleza seremos más libres, pues nos liberaremos de todo lo que nos aliena de nuestra verdadera felicidad. El hombre se hace libre, independiente y vigoroso cuando reconoce el origen de su ser en el don de la naturaleza que ha recibido del Creador. En esta perspectiva, la fe cristiana es una liberación porque Cristo le revela la verdad que lleva al hombre a moverse con confianza hacia el destino de gloria que es el fin que nos ha dado nuestro Creador.

La ideología del “genero” tiene sus orígenes intelectuales en el rechazo de la verdad objetiva [1]. Este rechazo lamentablemente tiene viejos antecedentes, pero llega aparentemente a su máxima expresión con la revolución antropológica de esta ideología. Para esta forma de mal pensar, la masculinidad o la feminidad no están determinadas por la biología sino por la cultura social, que construye y asigna roles de naturaleza sexual. De acuerdo con esta teoría, la persona humana “es el resultado de la cultura y se construye con independencia de la naturaleza humana y de las leyes universales inherentes a su condición” [2]. Como consecuencia, al rechazar la existencia de una naturaleza humana inmutable, la ideología del “género” intenta establecer la noción de que todos los derechos humanos son construidos socialmente y por lo tanto son relativos, y deberían continuamente ser reinterpretados con el correr del tiempo [3].

Esta ideología propugna una total indiferencia sobre el contenido objetivo de nuestro cuerpo y su significado sexual intrínseco y propone, en vez de ello, que nuestra realidad corporal puede ser “plasmada subjetivamente y manipulada en forma pluralista” [4]. La teoría del “genero” sirve para justificar teóricamente la homosexualidad. Si se considera el “género” como una construcción social, como consecuencia  todas las personas estarían en libertad de escoger el “género” que más les complazca y de cambiarlo cuando así lo deseen.

Para esta ideología es una función del estado el garantizar esta libertad de opción, sin correr el riesgo de un “embarazo no deseado” o de contraer una enfermedad sexualmente trasmitida. El único límite sería la violación de la libertad sexual de un tercero.  Esta teoría es enseñada en muchos centros educativos como si fuese verdadera ciencia y puede, por lo tanto, causar profundos daños a los jóvenes, en particular a aquellos que debido a cierta inmadurez psicológica sufren de cierta indeterminación sexual.

Ahora bien romper con la biología no libera ni al hombre ni a la mujer, en vez de ello, es un camino que conduce a la patología [5], pues está basada en una indiferencia o, lo que es peor, en un rechazo de la realidad objetiva de la naturaleza. Esta ideología está estrechamente unida a la ilusión narcisista de creer que el hombre se crea a sí mismo y es su propia referencia. El hombre que pretende crearse a sí mismo termina por curvarse sobre sí mismo cayendo en la peor de todas las soledades, que le dará un gusto anticipado de la soledad final que encontrará en el Infierno.

Por lo tanto, la teoría del “género” niega el orden de la creación, como lo ha explicado hace más de un año el Papa Francisco [6]. En esta teoría tenemos una profunda revolución antropológica como lo señalaba con profunda preocupación Benedicto XVI, “Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser humano mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Citemos una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: ‘Mujer no se nace, se hace’ (‘On ne naît pas femme, on le devient’). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema  de ‘gender’ como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, haber sido creados por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna [7]”.

La identidad sexual responde fundamentalmente a una realidad biológica, determinada por los cromosomas XX en la mujer y los cromosomas XY en el hombre. Responde también a realidades psicológicas y sociológicas que se fundan a su vez en las realidades biológicas.  Existen anomalías biológicas, que habría que abordar en un estudio detallado, pero su existencia es fruto de las fallas de la naturaleza, que la doctrina católica explica como consecuencias de la herida de la naturaleza causada por el pecado original. Al mismo tiempo es claro que en una mayoría de los casos las tendencias homosexuales son causadas por razones de naturaleza psicológica o sociológica. Desde un punto de vista meramente racional es un hecho demostrable que la naturaleza en ciertas ocasiones puede no funcionar de acuerdo a sus propias coordenadas, pero eso no niega la existencia de una naturaleza objetiva. Si no existiese una naturaleza objetiva, la verdadera ciencia y como consecuencia la tecnología no serían posibles. La existencia de estas condiciones anómalas no puede ser usada como elemento de propaganda para obtener la “deconstrucción” de las bases fundamentales de la familia y de la sociedad.

Un enfoque en conformidad con la verdad de la naturaleza que nos ha dado el Creador es reconocer que la identidad sexual debe ser basada en el cuerpo que Él nos ha dado y que fue determinado por el ADN con el cual fuimos formados al momento de nuestra concepción. Jesucristo explica este plan del Creador en una  disputa que tiene con los fariseos sobre la naturaleza del matrimonio. El señala que, “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?’”(Mat. 19:4-5) La Iglesia en el Catecismo nos enseña que, “Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual.” (CCC 2333). Las personas que tienen tendencias homosexuales  deben ser tratadas con respeto y se les debe acordar el tratamiento médico apropiado [8]. La Iglesia, en la Carta a los Obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, les pide a los obispos, el “procurar sostener con los medios a su disposición el desarrollo de formas especializadas de atención pastoral para las personas homosexuales. Esto podría incluir la colaboración de las ciencias sicológicas, sociológicas y médicas, manteniéndose siempre en plena fidelidad a la doctrina de la Iglesia” (#17) [9]. Tenemos que utilizar tanto los medios naturales como los sobrenaturales para curar las tendencias contrarias al sexo biológico que hemos recibido.

Esta teoría fue propugnada en primer lugar por feministas radicales que querían “liberarse” del matrimonio y la maternidad, buscando provocar un cambio cultural que les otorgase el poder social y político. Después, esa teoría ha sido defendida por diversas personas que buscan justificar la homosexualidad. Los sostenedores de esta teoría buscan imponerla mediante diversas formas de ingeniería social y, como parte de este proceso de manipulación de la sociedad, lo hacen por intermedio de normas jurídicas que tienen como objeto crear una determinada realidad social.

Ahora bien, la ideología del “género” abre otra posibilidad totalitaria, pues no es desatinado temer que en un futuro el gobierno de una sociedad trate de imponer el “género” que considere más conveniente a sus súbditos o porque se arrogue el derecho de escoger el “género” de conformidad a lo que considere más “útil” para las personas o se escoja el “género” dentro de criterios de planificación social. En muchos casos se busca imponer esta ideología mediante medidas totalitarias que destruyen el derecho a la libertad de expresión de los que critican esta teoría, llegando en algunos casos a convertir en delitos la crítica a la misma. En nombre de la libertad destruyen la libertad de los demás, como criticaba un pensador latinoamericano a ciertos liberales que buscaban imponer su ideología por la fuerza. Él sostenía que la verdad solo se puede imponer por la fuerza de sus propios razonamientos.

Frente a esta amenaza totalitaria tenemos que insistir sobre el derecho fundamental del ser humano a la libertad de comunicación pública de su pensamiento en forma articulada y precisa. Este derecho tiene que ser respetado por cualquier sociedad que se considere civilizada. Sobre esto Benedicto XVI enseñaba, “Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad” [10].

La Iglesia, siguiendo las normas de Jesucristo, tiene el derecho y el deber de criticar esta ideología sobre la base de los principios de la razón iluminados por la revelación cristiana. San Juan Pablo II destacaba que, “A la imagen de hombre y mujer, propia de la razón natural, y particularmente del cristianismo, se opone una antropología alternativa que rechaza el dato, inscrito en la corporeidad, según el cual la diferencia sexual posee un carácter identificante para la persona. Como resultado de ello, entra en crisis el concepto de familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, como célula natural y fundamental de la sociedad. La paternidad y la maternidad son concebidas sólo como un proyecto privado, realizable incluso mediante la aplicación de técnicas biomédicas, que pueden prescindir del ejercicio de la sexualidad conyugal. De ese modo, se postula una inaceptable “división entre libertad y naturaleza”, que, por el contrario, “están armónicamente relacionadas entre sí e íntima y mutuamente aliadas” (Veritatis splendor, 50) [11]. El Papa Francisco hablando de las amenazas a la familia ha señalado, “La crisis de la familia es una realidad social. Luego están las colonizaciones ideológicas sobre las familias, modalidad y propuestas que existen en Europa y vienen incluso de más allá del océano. Luego, tenemos ese error de la mente humana que es la teoría del gender, que crea tanta confusión. Así la familia se ve atacada” [12].

La ideología del “género” lleva a que se exija la legalización del mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Ello conlleva una imposibilidad lógica, pues es un elemento esencial de la unión matrimonial que las dos personas que lo contraigan sean de diversos sexos. Sobre esto tenemos que recordar lo que ha afirmado recientemente el Papa Francisco, que “no puede existir confusión entre la familia querida por Dios y cualquier otro tipo de uniones” [13].  También comporta el requisito que esos matrimonios estén en condiciones legales de adoptar niños. Tenemos que tener en cuenta que si se permite que una pareja de homosexuales adopte niños, se estaría presentando a esos niños un modelo antinatural de las relaciones de adultos, modelo que no fomenta el crecimiento psicológico normal y saludable, más bien provocará daño en los niños. Sobre esto tenemos que insistir que no existe un derecho a la adopción por parte de las personas adultas, en vez de ello, lo que existe es el derecho de los niños a ser adoptados por un matrimonio debidamente constituido y que esté dispuesto a educarlos con amor.

Tenemos que tener en cuenta también que constituye una grave ofensa, tanto a la libertad religiosa como a la libertad de conciencia, el obligar a las organizaciones religiosas de servicio social a violar sus principios y otorgar la custodia de niños a adultos cuyos valores son radicalmente opuestos a los suyos. Sólo hay dos razones por las que los activistas están tratando de expandir los derechos de adopción a las parejas homosexuales y forzar a todas las agencias de adopción a cumplir con esta regulación: en primer lugar, conceder más legitimidad a las uniones homosexuales en la sociedad, y en segundo lugar, limitar el alcance de los servicios de caridad que las organizaciones religiosas son capaces de realizar en la sociedad.

En nuestros tiempos hemos experimentado el liberalismo que ha querido acuñar un hombre sin ataduras, el marxismo que quería inventar un “nuevo” hombre, el nazismo, un hombre “superior”, y la teoría del “género”, un hombre “liberado” de la diferencia sexual: los hombres y las mujeres son intercambiables en el nombre del falso valor de la paridad. Ahora es fácil ver las viejas raíces liberales de la teoría del “género”, pues se busca “liberar” a los seres humanos de su propia naturaleza. Tenemos que demostrar los errores de la ideología del “género” antes que produzca las hecatombes que han producido el liberalismo, el marxismo y el nazismo. Frenaremos esa ideología con la fuerza que nos viene de la razón y el poder que nos da la gracia de Dios.

Frente a la teoría del “género” tenemos que reafirmar la objetividad de la naturaleza que nos ha dado Dios. Si encontramos una tendencia contraria a esa naturaleza, tenemos que reconocerla como antinatural y ayudar a los que la sufren con asistencia sobrenatural y científica. Tenemos que defender nuestra libertad de proclamar la verdad que viene de Dios contra las crecientes tendencias totalitarias de los estados modernos.

Notas:

[1]. Ettiene Roze, Veritá e splendore della differenza sessuale, Cantagalli, Siena, 2014, p. 37.

[2]. Tony Anatrella, Teoría del género, en http://www.esposiblelaesperanza.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1903:teoria-de-genero-mons-tony-anatrella&catid=350:magisterio-articulos&Itemid=24.

[3]. Jorge Scala, Género y Derechos Humanos, Ediciones Promesa. Temas de Actualidad, n.4, San José Costa Rica, 2001, p. 67.

[4]. Fabrizio Meroni, Il mistero nuziale e le sfide del gender – Uomo e donna: e ancora possibile? Cantagalli, Siena, 2015, p. 261.

[5]. Juta Burgraff, Gender, in Lexicon – Ambiguous and debatable terms regarding family life and ethical questions, Pontifical Council for the Family, Human Life International, Front Royal, Virginia, 2006, p. 407.

[6]. Véase: http://www.crisismagazine.com/2015/freedom-creative-becomes-freedom-create-oneself.

[7]. Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana con Motivo de las Felicitaciones de la Navidad, 21 de Diciembre 2012, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2012/december/documents/hf_ben-xvi_spe_20121221_auguri-curia.html.

[8]. Juta Burgraff, Gender, in Lexicon – cit., p. 404. La Iglesia Católica enseña en su Catecismo, no. 2358: “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.”

[9]. Véase: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19861001_homosexual-persons_sp.html.

[10]. Benedicto XVI, “Caritas in veritate” #43, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html.

[11]. San Juan Pablo II, Discurso a los participantes en una semana internacional de estudios sobre el matrimonio y la familia, 27 de Agosto 1999. http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1999/august/documents/hf_jp-ii_spe_19990827_institute-jp-ii.html.

[12]. Papa Francisco, Discurso en el encuentro con los jóvenes en el Paseo Maritimo Caracciolo, el 21 de marzo de 2015 en el contexto de la visita Pastoral a Pompeya y Napoles. http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/march/documents/papa-francesco_20150321_napoli-pompei-giovani.html.

[13]. Papa Francisco, Discurso in ocasión de la Inauguración del Año Judicial del Tribunal de la Rota Romana, 22 de enero 2016. http://w2.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2016/january/documents/papa-francesco_20160122_anno-giudiziario-rota-romana.html.