Algunos se preguntan si la autoridad de la Iglesia tiene derecho a pronunciarse sobre el aborto en el ámbito político. Se preguntan si ello no sería meterse indebidamente en política por parte de la Iglesia.

La Iglesia no debe meterse en política partidista. Es decir, la Iglesia no debe decirle a la gente por quién votar o por cuál partido votar (a no ser que se trate de un partido intrínsecamente malo, como lo sería un partido comunista o fascista). La Iglesia tampoco debe apoyar a un candidato o partido particular. La razón de ello es porque la misión de la Iglesia es sobrenatural, su objetivo es llevar a las personas a Cristo para que él les dé la vida eterna; mientras que la misión de los partidos y la del propio Estado es natural, es decir, consiste en la búsqueda del bien común y la protección de los derechos humanos aquí en la tierra.

Por esa misma razón, la Iglesia tampoco tiene el derecho de imponer sus propias leyes eclesiásticas al resto de la sociedad que no es católica. Por ejemplo, la Iglesia no puede exigir que la ley civil ordene que todo el mundo vaya a Misa los domingos y días de precepto. Ello sí sería una violación de la distinción entre la Iglesia y el Estado. Sólo por medio del buen ejemplo y de la persuasión es que los cristianos debemos convencer a otros que no lo son de que lo sean.

La Iglesia tampoco tiene una autoridad específica para enseñar sobre la parte técnica o científica de los asuntos humanos, pero sí la tiene para enseñar sobre su dimensión moral. Esa dimensión moral está presente en todos los ámbitos de la existencia humana, incluyendo el político. Ello se debe a que la moral se refiere al respeto y promoción de los valores y derechos humanos, por medio de principios, leyes y normas de conducta que guían dicho respeto y promoción.

Ahora bien, la misión que Cristo le ha encomendado a la Iglesia es la de enseñar el camino de la salvación, el cual requiere la obediencia a la ley moral, que incluye la ley moral universal o ley natural, cuyos principales preceptos son los Diez Mandamientos [8]. Todos los seres humanos, sean creyentes o no, están moralmente obligados a respetar la ley natural, que incluye el respeto a los derechos humanos. De otro modo no se podría tener una sociedad civilizada, en la cual se prohíbe el asesinato, el robo y cualquier otro atropello contra los derechos de las personas. Por ello, la Iglesia enseña que

“Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”.

Ahora bien, el más fundamental de todos los valores y derechos humanos, como veremos a continuación, es el derecho a la vida. Por consiguiente, la Iglesia tiene el derecho y el deber de expresarse públicamente sobre la defensa de la vida y en contra de los ataques contra ella, incluyendo el aborto.

Fuente: Catecismo, no. 2032.