Respecto de los políticos “católicos” proaborto, la Iglesia enseña que: “Respecto del grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una persona es manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y eutanasia), su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informarle que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que termine con la situación objetiva de pecado y advertirle que de otra manera se le negará la Eucaristía. Cuando estas medidas preventivas no han tenido su efecto o cuando no han sido posibles, y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, aún se presenta a recibir la Sagrada Comunión, el ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuirla”.

“Esta decisión, propiamente hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el ministro de la Sagrada Comunión esté realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la persona, sino que está reaccionando ante la indignidad pública de la persona para recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado”.

La última oración de esta cita se refiere al escándalo o causa de confusión y pecado que el político católico proaborto (o cualquier otra figura católica pública proaborto que pretenda comulgar), está causando en los demás fieles y no a un juicio personal de ese político o figura pública.

El propio político católico proaborto (o figura pública) no puede quejarse, bajo ningún pretexto, de esta prohibición a recibir la Comunión, ni tampoco de que la Iglesia le llame a desistir de esa postura. Uno de esos pretextos es decir que él o ella se opone personalmente al aborto, pero que debe representar a una población gran parte de la cual no es católica y a la cual no puede  imponerle “sus propios valores religiosos o morales”.

Ese pretexto es una burda falacia. Es precisamente porque se debe a todos los habitantes representados por su cargo que debe defender la vida ante el aborto. Los niños por nacer, sean católicos o no, también son parte de los habitantes cuyos derechos fundamentales está llamado a defender y tutelar.

Fuente: Carta del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la CDF (Papa Emérito Benedicto XVI), al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington, con ocasión de la asamblea de la Conferencia de los Obispos Católicos de EEUU, celebrada en Denver, EEUU, del 14 al 19 de abril de 2004. Véase también el Código de Derecho Canónico, el canon 915.