Primero que todo, la “cultura” de la muerte es una mentalidad, una ideología, cuyo objetivo es propiciar la muerte de los que son considerados poseedores de una “baja calidad de vida”, o un “estorbo”, una “carga”, un “obstáculo” para el placer, el poder o el dinero. Sus promotores  creen  que la muerte es la “solución” a los problemas de la humanidad.

Precisamente por ello, el Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica El Evangelio de la Vida, ha utilizado el término “cultura” (en su sentido amplio), para describirla:

“Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera cultura de muerte. Las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. Se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible. Estamos en realidad ante una objetiva conjura contra la vida, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto [y la eutanasia]. Los medios de comunicación social son con frecuencia cómplices de esta conjura”  [1].

Analicemos brevemente las principales características que se destacan en este pasaje de San Juan Pablo II.

La “cultura” de la muerte ha sido planeada en mesa de trabajo. No se trata de guerras convencionales o de ataques terroristas perpetrados por medio de bombas, armas de fuego o aviones de combate. Se trata de reuniones de alto nivel, llevadas a cabo por personalidades y entidades nacionales e internacionales poderosas y de mucho “prestigio”. En estos foros se trazan planes para destruir la vida de seres inocentes sin que el público en general perciba claramente de qué se trata.

Los medios utilizados – el aborto, la anticoncepción, la esterilización y la eutanasia – usualmente son practicados en instalaciones médicas a puertas cerradas y con el apoyo del gobierno, de los medios de difusión y de la sociedad en general.

Por su parte, los promotores de la “cultura” de la muerte no lucen como tales, sino que se presentan elegantemente vestidos, sus modales son exquisitos, su lenguaje es bonito y atractivo, y trabajan en elegantes oficinas.

La “cultura” de la muerte no consiste en ataques a la vida al azar, sino que éstos que han sido planificados, como dice el Papa, de manera científica y sistemática. Los líderes de las distintas organizaciones de la “cultura” de la muerte están muy bien coordinados entre sí. Se ponen de acuerdo para elaborar planes cuidadosamente, con similares ideologías, estrategias y objetivos bien definidos. Sus planes tienen alcances a largo y a corto plazo. A nivel internacional, casi siempre la Organización de Naciones Unidas (ONU), sirve de foro para las reuniones de los promotores de la “cultura” de la muerte.

No en balde, el Santo Padre caracteriza a esta “cultura” como “una objetiva conjura contra la vida”. Se trata de un complot, una conspiración, para eliminar a los que son considerados “inferiores” o de “baja calidad de vida” o simplemente “no personas”.

Ni siquiera el aborto, la anticoncepción, la esterilización y la eutanasia tienen lugar de forma aislada, sino que, como señala el Santo Padre, se practican a gran escala por medio de la programación de “auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto”.

Es importante darse cuenta que la “cultura” de la muerte no es una realidad ambigua o indefinible, sino que tiene nombre y apellido, tiene un rostro bien definido. Se trata de un conjunto de organizaciones muy poderosas que se dedican a promover la muerte de manera científica y sistemática.

Estos falsos profetas y maestros, de los que habla San Juan Pablo II, son los líderes y los ideólogos de este conjunto de organizaciones antivida. Estos falsos profetas y maestros son muy astutos. Tienen una ideología bien definida, y unas estrategias y unas metas bien definidas.

El arma ideológica que más utilizan estos líderes antivida es la falsedad vestida de verdad y de bondad, para así poder engañar. Ahora bien, no se trata de una mentira cualquiera, sino de una mentira astutamente elaborada y presentada. Ejemplo de ello es el uso de frases engañosas, como “salud reproductiva” o “interrupción del embarazo”, “perspectiva o equidad de género” para esconder el crimen del aborto y otros males.

Desgraciadamente, estos “maestros” y “profetas”, como también señala el Papa, han tenido mucho “éxito”. Ejemplo de ello son las pavorosas cifras de abortos quirúrgicos, tanto a nivel nacional como internacional. Considérese que cada año se mata en el mundo, por medio del aborto, unos 56 millones de bebés por nacer  [2] y, en EEUU, 1.1 millones [3].

¿Cuándo fue la última vez que usted se enteró de lo que es el aborto a través de la TV, la radio, la prensa o la Internet? Los medios seculares de difusión ocultan la verdad acerca del aborto, la eutanasia y otros males. Incluso, muchas veces utilizan los mismos eufemismos que las organizaciones abortistas para encubrir el aborto. Por ejemplo, hablan de “salud reproductiva”, “interrupción del embarazo” y otras frases, en vez de decir la verdad de que el aborto mata a un ser humano por nacer y daña a la madre emocional, espiritual y hasta físicamente. De esta manera el aborto se ha convertido en algo abstracto y la sociedad en general ha caído en un estado de negación respecto de este abominable crimen.

Los medios de difusión llegan también a tildar a las personas provida de “antiaborto”, “enemigos del derecho al aborto”, “conservadores”, “ultraconservadores”, “fundamentalistas” y otros epítetos por el estilo. Como el aborto es totalmente indefendible – no hay argumentos válidos para sostener su aprobación – entonces se dedican a atacar, sutil o no tan sutilmente, a los que se dedican a denunciarlo.

Se trata de campañas de descrédito camufladas de “objetividad” y “neutralidad”. Pero cuando se trata de proteger al inocente e indefenso de un crimen, la “neutralidad” no es “objetividad”. La objetividad es decir la verdad: el aborto es la matanza de un ser inocente que no ha nacido todavía. Es muy fácil “debatir” sobre un tema cuya principal víctima no se permite ver ni tampoco el método por medio del cual le arrancaron la vida. En este caso, la presunta “neutralidad” no ayuda a las víctimas, sino a los victimarios.

La cobardía, el egoísmo y la insensibilidad de los medios seculares de difusión respecto del aborto han creado una mentalidad general de frialdad o distanciamiento en relación con este tema. No debe sorprendernos entonces que a la hora de las elecciones, el público en general no le dé la prioridad que merece este asunto y, en vez de ello, repita la misma cantaleta de los “analistas” y los “expertos” de la TV, la radio, la prensa y la Internet de que lo más importante es la economía, el sistema de salud, la educación o la guerra en tal o más cual lugar – temas ciertamente importantes, pero que no le llegan ni de cerca  a la catástrofe humana que es el holocausto del aborto en todas sus formas.

Por todo ello, San Juan Pablo II termina su breve pero certera descripción de la “cultura” de la muerte diciendo: “Los medios de comunicación social son con frecuencia cómplices de esta conjura”.

Desde el punto de vista ideológico, la peor característica de la “cultura” de la muerte es la sustitución del concepto de la dignidad intrínseca y absoluta de todo ser humano, por el concepto relativista de la calidad de vida del ser humano. Si el valor de la persona humana depende de su calidad de vida, entonces ese valor ya no es absoluto, sino relativo. De ello se sigue que el ser humano ya no merece un respeto absoluto, sino relativo, está condicionado a su “calidad” de vida. Por supuesto, la calidad de vida de toda persona es importante, nadie lo niega. Pero toda consideración acerca de la calidad de vida de la persona tiene que pasar primero por el respeto a su dignidad, y no por su desprecio causándole la muerte.

Desde el punto de vista estratégico, la estrategia fundamental de la “cultura” de la muerte, aquella en la que se basan todas las demás, es engañar astutamente para matar. La estrategia es mentir astutamente, el objetivo es matar. Ello no es nada nuevo, sino que en definitiva hunde sus raíces en la estrategia y el objetivo del propio Satanás. Jesucristo, Nuestro Señor, definió al diablo como “padre de la mentira” y “asesino desde el principio” [4] y San Pablo desarrolló más aún esta enseñanza al decir: “Y nada tiene de extraño que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto,  no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia” [5].

Conviene aclarar enseguida que no estamos diciendo que los promotores de la “cultura” de la muerte están poseídos por el demonio. Nadie está diciendo eso. Lo que sí afirmamos es que, por motivos que desconocemos y sin juzgar a nadie, sus mentes y corazones han sido influenciados por la mentalidad diabólica de matar para destruir, mentalidad que, lamentablemente, se ha apoderado de gran parte del mundo [6].

También aclaramos que la lucha provida no es contra seres humanos, sino contra las ideas y las acciones criminales de algunos de ellos. Nuestra lucha no es física, sino espiritual. “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas” [7].

El que crea que matando abortista o líderes antivida le hace un “servicio” a la vida, está profundamente equivocado, se ha convertido él mismo en un asesino y ha traicionado el más elemental principio provida, que es respetar y amar la vida de todo ser humano, incluso la de aquellos cuya ideología y actividad son diametralmente contrarias a la verdad, la vida y el amor [8]. Sólo por medio de la oración, el servicio y la persuasión podremos cambiar la “cultura” de la muerte en la cultura de la vida, que es una cultura de amor. “Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes” [9].

Notas:

[1]. El Evangelio de la Vida, nos. 12, 15 y 17.

[2]. Véase: Ben Johnson, “56 million abortions around the world each year: new study,” 12 de mayo de 2016, LifeSiteNews.com, https://www.lifesitenews.com/news/56-million-abortions-around-the-world-each-year-new-report.

[3]. Brian Clowes, PhD. The Facts of Life, Chapter 19. “The Number of Abortions That Have Been Committed in the U.S.”, HLI CD Library, 2014. Totalmente documentado.

[4]. Véase: Juan 8:44.

[5]. 2 Corintios 11:14-15.

[6]. Véase: 1 Juan 5:19.

[7]. Efesios 6:12.

[8]. Véase: Mateo 5:43-48.

[9]. Efesios 6:13.