El ataque más insidioso de las feministas antivida contra la Iglesia Católica y sus enseñanzas, es el que ha lanzado la organización “Católicas por el Derecho a Decidir” (CDD) (“Catholics for a Free Choice” o CFFC). Sus objetivos principales son promover el aborto y sembrar cizaña y discordia entre los católicos, con la estrategia de “divide y vencerás”.

La CDD también fomenta la anticoncepción, la esterilización, el lesbianismo, la homosexualidad, el feminismo radical y las doctrinas de la New Age (la llamada Nueva Era) dentro de la Iglesia Católica y en todo el mundo.

Fundada en 1970 para protestar contra la oposición de la Iglesia a la ley de Nueva York que permite el aborto, la CDD surgió como afiliada de la Coalición Religiosa Pro Derecho al Aborto (Religious Coalition for Abortion Rights), creada poco tiempo después de que el Tribunal Supremo legalizara el aborto en 1973. Ese mismo año la CDD ya había quedado establecida como una “organización docente que apoya el derecho al legítimo cuidado de la salud de la reproducción [es decir, la anticoncepción y la esterilización] y al aborto”. Su primer presidente fungió hasta 1979 y fue el Padre Joseph O’Rourke, Jesuita, expulsado de la Orden en 1974.

A partir de 1980, Frances Kissling, la fundadora de la Federación Nacional del Aborto (National Abortion Federation), ha sido la directora de la CDD. Kissling, abandonó la Iglesia Católica durante su juventud, pero dice que ha vuelto a incorporarse y que su regreso no significa “que haya vuelto a la misa de los domingos, a la confesión y a todas esas cosas que son memorias de mi niñez,” sino que ha regresado a la Iglesia como “agente de cambio social”.

El título de “católica: que ostenta la CDD es un engaño. La Conferencia Nacional de Obispos Católicos de EEUU declaró el 4 de noviembre de 1993, que la CDD no es una organización católica:

“Muchas personas pueden ser inducidas a creer que esta organización es auténticamente católica, pero no lo es. No está afiliada ni formalmente ni de ninguna otra manera a la Iglesia”.

Los obispos enfatizaron el hecho de que la CDD está asociada con los movimientos a favor del aborto en Washington, DC, y comparte una dirección postal y fuentes de ingresos con la Federación Nacional del Aborto, el nombre comercial del negocio del aborto. Citan también el apoyo que le presta la CDD a “la destrucción violenta de seres humanos inocentes en gestación en cualquier etapa del embarazo y por cualquier motivo’. Los obispos insistieron en que la CDD ha rechazado la adhesión a la Iglesia y ha tomado posturas que ‘deliberadamente contradicen las enseñanzas esenciales de la fe católica’ y concluyeron: “Las Católicas por el Derecho a Decidir no pueden ser reconocidas como una organización católica ni apoyárseles como tal'”.

En un principio, las oficinas principales de la CDD estuvieron York. En realidad, ambas organizaciones se aliaron muy estrechamente en su guerra contra la Iglesia, la familia y los niños por nacer; no solamente porque compartían los mismos locales sino también porque tienen una ideología y objetivos similares.

Por ejemplo, Pamela J. Maraldo, quien fue la presidenta de Paternidad Planificada declaró: “Yo no soy menos católica porque me aparte de la Iglesia en materias relacionadas con la privacidad de la familia y la autonomía en la reproducción”. Este tipo de mentalidad es la que la CDD desea inculcarles a todos los católicos.

Entre 1980 y 1994, 35 fundaciones de EEUU le enviaron cuantiosos donativos a la CDD para sus actividades antivida y anticatólicas, que ascendieron a $8,138,79724. De $1,530,636 que recibió en 1993, $1,501,412, (o sea, el 98%), lo recibió de estas fundaciones, y solamente $29,224 de otras fuentes. Las cinco fundaciones principales que mantienen a la CDD son: Ford, Sunnen, J.D. MacArthur, Gund y la Fundación Pedagógica de América (The Educational Foundation of America).

Desde 1986, la CDD ha recibido $1.5 millones específicamente para promover el aborto, la anticoncepción y el anticatolicismo en América Latina. Ello significa que más de la quinta parte de los ingresos declarados por la CDD, se utilizan para persuadir a las madres latinas para que maten a sus hijos por nacer. De estos $1.5 millones, $900,000 fueron donados por la Fundación MacArthur. La Fundación Noyes, ayudó a la CDD a abrir sus oficinas en Uruguay y México.

La connotación antivida y anticatólica de los donativos enviados por estas fundaciones, consta en las descripciones de su uso: “Guía para los católicos a favor de la libre elección [es decir, del aborto]” (Fundación Packard, 1991); “contrarrestar los esfuerzos de la Iglesia Católica Romana por evitar que legalmente se tenga acceso a los cuidados de la salud de la función reproductiva [es decir, a los anticonceptivos]” (Fundación General Service, 1988); “apoyar a los disidentes católicos en el tema del aborto” (Fundación Gund, 1987); “proporcionarles a los ciudadanos católicos una alternativa razonable a la doctrina de la Iglesia” (Fundación Clark, 1985), entre otras.

En 1999, la CDD también impulsó una campaña para expulsar al Vaticano de la ONU, para así silenciar una de las pocas voces provida en ese foro antivida. A pesar de que se le unieron unas 700 ONGs de la “cultura” de la muerte, la campaña fracasó debido a la gran labor provida y de apoyo a la Santa Sede realizada por el Instituto Católico para la Familia y los Derechos (C-FAM, por sus siglas en inglés). HLI y VHI también colaboraron mucho en esta estrepitosa derrota de la CDD. Pero todo este fiasco muestra el talante absolutamente descarado de esta organización que se hace llamar “católica”, pero que no es otra cosa que un caballo de Troya que el movimiento antivida ha infiltrado en la Iglesia Católica.

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